Un Excel y una gráfica de dos ejes: mi método para elegir qué televisor comprar

Hace tres meses empecé un proceso que llevaba rumiando desde el principio de la pandemia: escoger un televisor para renovar a mi vetusto 1080p, que definitivamente ha cumplido un ciclo. Con estas compras suelo esperar a que el cacharro empiece a mostrar problemas, pero quería que el reemplazo fuese el mejor posible, y ante la perspectiva de que la tele cascase para cuando Rockstar tenga a bien sacar el GTA VI o justo cuando llegase la última temporada de Better Call Saul, preferí evitar riesgos. Porque en esas circunstancias, cuando hablamos de una emergencia, vale cualquiera. Se busca una tele como quien compra mejillones congelados: se mete la pala en el cajón y que salga lo que dios quiera. No era mi idea.

En su defecto, pensé que hay algunas compras en esta vida en las que merece la pena dedicar algo de tiempo para escoger sabiamente y no racanear demasiado el presupuesto: el colchón, el sofá, las sartenes... y el televisor.

Abrir Microsoft Excel, crear libro en blanco

Una compra así, de cuatro dígitos, hay que hacerla convencido de que estamos escogiendo la opción correcta, porque o es eso, o volvemos a comprar una tele curva. No una tele curva en sí, sino el concepto de ir a unos grandes almacenes, dejarnos convencer por el comercial, comprar lo que esté de moda en ese momento y rezar todo lo que sepamos. Posdata: sale mal.

Todo sea por llegar al momento de la compra a tiro hecho, sin dudas que nos hagan cambiar de opción a última hora

El primer paso fue abrir un Excel para listar los modelos a los que tenía echado el ojo y desglosar sus especificaciones junto a su precio, sin más. Los precios eran los que figuraban en las tiendas principales, pongamos como precios base, más allá de buscar posteriormente alguna oferta.

Naturalmente, no tenía sentido puntuar cada apartado de forma homogénea para sacar una media de todas las especificaciones. No me importa lo mismo el diseño del mando a distancia o el sistema de sonido (la siguiente compra será una barra de sonido) que el tipo de panel o la diagonal de pantalla, así que ponderé: apliqué un multiplicador a cada celda en función de la importancia que doy a cada apartado.

Con eso, solo tuve que calificar cada especificación en base a mis prioridades y gustos. Por ejemplo:

  • OLED recibe la máxima puntuación
  • LED Full Array recibe una puntuación algo inferior
  • QLED una puntuación inferior
  • LED Edge una puntuación aún inferior

O:

  • 85 pulgadas, puntuación máxima
  • 75 pulgadas, un poco menos
  • 65 pulgadas, bastante menos

Y así con el resto de apartados.

Un matiz fundamental: mis prioridades son eso, mías; no tienen por qué coincidir con las suyas, querido lector, y eso está bien
Puntuaciones y valoraciones pixeladas para evitar influir en compras ajenas, ya que se trata de mis valoraciones y prioridades.

De esa forma obtuve una puntuación sobre 100 para cada modelo. En realidad podía ser algo más, ya que el apartado "Otros", donde encajaban extras que no tuviesen cabida en el resto (como el Ambilight de Philips, por ejemplo; o la compatibilidad nativa con HomeKit para mí, que soy usuario del ecosistema de Apple) podía aportar algún plus. Ninguno superó el 100, en cualquier caso: eso equivaldría a un televisor absolutamente perfecto para mis prioridades, y no existe. Y aunque existiese, seguro que no encajaría en mi limitado presupuesto, así que forzosamente tenía que elegir qué sacrificar, a qué renunciar. Si por mí fuera hubiese ido a una superficie comercial a pedirle al vendedor que me sacara su mejor OLED de 77 pulgadas, pero el techo de gasto está para respetarlo.

Las puntuaciones oscilaron entre el 53 y el 78, lo cual estuvo muy bien: algunos modelos me parecían buenos candidatos, pero cuantificar y ponderar sus especificaciones me hizo ver que eran malas opciones. De esa forma ya tenía una mejor idea sobre qué modelos eran más recomendables en mi caso, pero faltaba comparar por precios, así que con ese Necronomicón tecnológico ya terminado, puse cada modelo en una gráfica de doble eje: en el X, la puntuación final; en el Y, el precio.

Nombres de los modelos pixelados precisamente para evitar inducir a compras en base a mis prioridades.

De esa forma más visual pude detectar rápidamente qué modelos eran los más interesantes. Lo ideal era que fuesen los que están lo más a la derecha posible (mayor puntuación) y lo más abajo posible (menor precio), pero la gráfica estaba para facilitar la decisión, no para tomarla por mí, así que tuve que decidir entre las opciones de la zona clave.

Las cartas a los Reyes Magos consisten de un montón de deseos de los cuales acaban llegando lo que da el presupuesto familiar de sus majestades de Oriente. Algo así ocurrió con mi televisor deseado: OLED, más de 75 pulgadas, menos de 2.000 euros. Elige dos, las tres no pueden ser.

Sabedor de que la distancia de visionado sería la que sería y el hecho de estar haciendo una compra que me durará ocho o diez años, preferí mantener una diagonal bien generosa y bajarme del burro con el panel OLED. En otras circunstancias tal vez no lo hubiese hecho y hubiese aceptado 65 pulgadas, pero la existencia de los paneles Full Array, retroiluminados con diodos dispuestos en toda la trasera de la pantalla, me allanó el camino: no son OLED, pero en la mayor parte del panel da el pego. La Sony XH9505 de 75 pulgadas fue la elegida.

Esto no significa que sea lo que tiene que elegir usted, querido lector, ni que eligiese mal por pagar más, o menos, o por escoger otra diagonal o por priorizar otro tipo de panel. No es la intención inducir a nadie a comprar un modelo concreto, sino invitar a hacer un ejercicio similar a este para determinar cuál es la compra adecuada para cada uno. En este proceso he aprendido, me he puesto al día y he tenido que pensar bien qué espero de un televisor y qué cosas me importan menos. La clave, reducir al máximo las posibilidades de arrepentirse.

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