Yo, que en 2013 tenía un televisor Full HD con un lustro a sus espaldas y un tamaño que ya se me antojaba quedaba pequeño, acabo de dar el salto a un televisor OLED UHD, el LG C9 de 65", tras 7 años esperando a hacerlo. Hoy vamos a ver lo más relevante tecnológicamente en todo el período.
Entre 2011 y 2012, cinco o seis años después de que la alta definición explotara, comenzamos a ver grandes anuncios sobre el futuro de la imagen, la resolución 4K. Tal y como ahora ocurre con el 8K, la nueva tecnología comenzó a estar presente en las ferias de tecnología, y en muy pocos hogares. Los que queremos tener siempre lo último en tecnología soñábamos con tener en nuestra casa alguno de aquellos televisores tan aspiracionales.
A partir de 2013, el mercado comenzó a dirigirse más al público con el lanzamiento de televisores 4K algo más baratos con tamaños para salones "corrientes", aunque todavía eran exclusivamente de gama alta y estaban alcance de una cantidad reducida de bolsillos. Aun así, aquel año fue el primer año en que aquella tecnología del futuro comenzó a sentirse terrenal y más cerca de los salones de una gran mayoría. Pero, por todo lo que hemos ido viviendo, tras tanto tiempo, pienso que adquirir esos televisores en un estado tan verde quizá no fuera la mejor idea.
La larga travesía hasta el 4K verdaderamente maduro
Un estreno del 4K sin contenidos en 4K
En 2013, grandes fabricantes de televisores como Samsung, LG o Sony lanzaron una buena cantidad de televisores con resolución 4K. El problema fue que, como ocurre ahora con el 8K, apenas había contenidos, más allá de algunas demos o contenidos de prueba. En España, por ejemplo, todavía tardaríamos dos años más en poder disfrutar del 4K en Netflix, pero el problema fue que, cuando el servicio de streaming lanzó sus primeros contenidos en 4K, los primeros televisores con dicha resolución no estaban preparados para reproducirlos.
Y no lo estaban no por la resolución en sí, sino porque los chips de los televisores no eran capaces de descodificar contenidos en H.265, el códec con el que los servicios de streaming emiten en 4K, por un tema de reducción de la transferencia de datos respecto a H.264 (con su consiguiente ahorro en costes de servidores) y de calidad de imagen, pues ocupando menos tamaño el vídeo, las películas y series se ven mejor. No fue hasta 2014 que los televisores permitieron reproducir streaming en 4K de forma nativa.
Así, los primeros televisores 4K tuvieron que recurrir a dispositivos externos con decodificación H.265 en streaming que marcas como Sony o Samsung lanzaron para que tuvieran la posibilidad de reproducir los contenidos para los que se habían anunciado. Sony lanzó su reproductor FMP-X5 a 399 dólares solamente para ver Netflix en 4K, sin soporte de discos o de reproducción de archivos MKV. De igual manera, para ver streaming 4K en el televisor Samsung UNF9000, había que comprar una caja externa, el Evolution Kit de 2014, que daba funciones de Smart TV más moderna a los televisores de un año antes, por 399 dólares.
Como hemos visto, el primer problema no solamente fue la falta de contenidos, sino que, en una era en la que podrían llegar más fácilmente que a través de formato físico (el Blu-ray UHD tampoco había sido lanzado), ni siquiera estaban preparadas para reproducir el que iría llegando paulatinamente. Por otra parte, aunque algunos modelos se actualizaron más tarde vía firmware, la mayoría no contaba con HDMI 2.0, por lo que los que quedaran con HDMI 1.4 son televisores que nunca podrán llegar a mostrar los 60 fps en juegos de Xbox One X o PS4 Pro.
Una calidad de imagen lejos de los negros del plasma y del incipiente OLED
Por otra parte, la calidad de aquellos televisores distaba aún de los mejores plasma, pues aunque ya existían tecnologías como el Full Array Local Dimming (FALD) con control de apagado por zonas, ni era demasiado efectiva por falta de madurez ni estaba extendida. De hecho, bastante tiempo después, por ejemplo, tras haber Samsung modelos con FALD en 2015 y 2016, la recién estrenada gama QLED de 2017 llegó sin la mejor tecnología de retroiluminación, algo que se recuperó un año después de forma excelente con las Q8FN y la Q9FN. En otras marcas que apostaban por LCD, también había vaivenes en este sentido.
Volviendo de nuevo hacia atrás, teníamos televisores carísimos que, salvo por los OLED que LG "popularizó" a partir de 2014 (a precios muy elevados), estaban bastante lejos, por lo general, de los negros de los plasma de Panasonic y antes Pioneer. Tampoco su color destacaba en demasía, pues salvo Sony, que implementó pronto los Quantum Dots bajo el nombre de Triluminos, tardaron algo en verse en el resto. Imágenes y vídeos no disponibles con cuatro veces la resolución de Full HD, y con un contraste peor que el común en plasma muchos años atrás. Fue en ese punto donde comencé a pensar que al 4K le faltaba madurez. Y todavía faltaba el soporte de lo mejor, el HDR.
HDR, la verdadera magia detrás del 4K de la que los early adopters nunca pudieron disfrutar
Para 2015, el precio de los televisores 4K había comenzado a caer a buen ritmo, y mucha gente comenzó a adquirir televisores con la Ultra Alta Definición. Sin embargo, la gran novedad en calidad audiovisual de esta generación, que aportaba incluso más que el 4K, nunca llegaría a esos televisores más baratos. Hasta el CES de 2015 no se presentó la UHD Alliance, un consorcio en el que participarían los principales fabricantes y productoras de Hollywood, y en el que se sentarían las bases del 4K UHD de los años venideros. Porque sí, en 2015 todavía no estaba claro qué pasaría con el Blu-Ray 4K, y apareció un término, HDR, que era conocido en fotografía y bastante desconocido en vídeo, y lo cambiaría todo. Más tarde, la UHD Alliance definió los estándares HDR para OLED y LCD.
Frente a anteriores veces en que el marketing se apoderó de la industria, del HDR se supo pronto que sería lo mejor que traería consigo el 4K. A día de hoy sabemos que tanto en vídeo como en videojuegos, más allá de la resolución, el detalle en sombra y en altas luces que deja el HDR10, el HDR10+ y Dolby Vision, estos últimos apoyándose en metadatos escena a escena, es espectacular, hasta el punto de que en películas antiguas remasterizadas nos permite ver más información en esas partes de la imagen que cuando fueron mostradas hace décadas. Pero HDR era mucho más que picos de brillo muy alto en fuegos y explosiones, era una nueva forma de entender el color.
El anterior estándar de color de la industria, Rec.709, si bien podía seguir maravillándonos, quedaba muy mejor de un espectro de color moderno, más vivo y sobre todo, más cercano a la realidad que perciben nuestros ojos. Si en vídeo en 8 bits bajo Rec.709 se podían emitir 256 sombras por cada color, en Rec.2020 es posible mostrar 1.024 sombras de cada color. Quien comprase una televisión 4K de gama alta antes de 2015 nunca podrá disfrutar de esta mejora generacional muy presente en el streaming y en el formato físico.
HDMI 2.1, la guinda para despedir al 4K
Desde mi punto de vista, los televisores 4K alcanzaron su madurez con el lanzamiento de los primeros que proporcionaban un gran HDR, pero eso no quiere decir que no hayan seguido mejorando. Sin estar a un nivel de importancia similar, la guinda a las mejoras que ha sufrido el sector desde 2013 es la llegada del HDMI 2.1, que LG implementa al completo en su gama alta desde el año pasado.
Con HDMI 2.1, por una parte se da soporte a todas estas resoluciones y tasas de refresco: 4K@50/60 Hz, 4K@100/120 Hz, 5K@50/60 Hz, 5K@100/120 Hz, 8K@50/60 Hz, 8K@100/120 Hz, 10K@50/60 Hz y 10K@100/120 Hz. Por otra, más allá de números, destaca la llegada de VRR (Variable Refresh Rate), una técnica de refresco adaptativo que sincroniza las imágenes de la fuente con el televisor, lo que aumenta la fluidez de la imagen.
Para los más jugones, otra gran ventaja es ALLM (Auto Low Latency Mode), que reduce la latencia de forma automática y permite que no haya que seleccionar el modo juego para disfrutar de una experiencia muy buena en gaming. Hay mucho más en el nuevo estándar, que sirve para coronar un largo camino que empezó en el vídeo y acaba centrándose más en funciones que explotaremos en la próxima generación de consolas.
Todos mis años de espera desde que llegó la madurez se explican con varios factores como querer un panel grande y no tener una casa donde estoy de manera fija pero, sobre todo, desde el punto de vista económico. Quería OLED de 65" y me marqué un precio fijo por encima del cual no compraría. Este año se alcanzó con una oferta, y me decidí. Estoy muy satisfecho con la compra y soy consciente de que no es el producto definitivo, porque incluso en 4K otros seguirán recibiendo mejoras.
Pero, de lo que estoy convencido, habiendo seguido de cerca la travesía del 4K, es que he comprado en un momento óptimo, habiendo disfrutado mucho hasta ahora de las bondades de Full HD, que no han sido pocas. Para algunas personas este salto puede haber sido algo tarde, y me alegro por quien lleve años con esta resolución y HDR. Por mi parte solo puedo decir que tengo mucho de lo mejor del mercado a un precio que hace siete años era impensable (y las carencias eran enormes, como hemos visto), e incluso hace tres también. Esperar ha tenido su recompensa.
Qué podemos esperar del 8K
Durante todos estos años de 4K he podido probar, por trabajo, las mejoras que iban llegando a los televisores y que los iban haciendo mucho más capaces en cuanto a funciones que los primeros modelos. Y realmente, que aquellos tuvieran carencias no es más que la historia de la tecnología: los productos van adoptando nuevos desarrollos, y con el tiempo son más completos.
Lo que ocurre con los saltos generacionales es que al principio creemos no necesitarlos, pero los fabricantes publicitan sus novedades como si lo anterior ya no fuera suficiente. Pasó con el 3D, pasó con las pantallas curvas y seguirá pasando, porque también es un proceso de ir investigando e incorporando lo que creen que puede beneficiar a la experiencia.
El caso es que durante mucho tiempo, e incluso a día de hoy, la resolución 1080p con buena calidad me sigue pareciendo más que excelente, y el 4K algo accesorio (algo que no me ocurre con el HDR). El 8K hace que piense que el incremento de detalle percibido será incluso menor en el día a día, y en ese sentido creo que los fabricantes aciertan promocionándolo para tamaños de pantalla enormes. Sin embargo, y creyendo que el 8K llegará a televisores de menor tamaño, pienso que lo que viviremos con esta resolución es un Déjà vu.
En cierto modo, la historia se repite
Por una parte, ya estamos viviendo ese Déjà vu. El contenido 8K escasea enormemente más allá de YouTube. El soporte de 4K llegó a Netflix en 2014, un año después de que los televisores comenzaran a venderse más en masa. Con el 8K, es poco probable que en 2021 podamos reproducir películas y series en streaming a dicha resolución, en un momento en que muchísimas películas que llegan con Blu-ray UHD, en el fondo lo hacen con 4K falso, pues están masterizadas a 2K y posteriormente escaladas hasta 4K. Si esto sigue ocurriendo cuatro años después del lanzamiento de los discos físicos, imaginemos cuánto queda para ver 8K real en streaming, en tiendas digitales o en formato físico.
A favor de todos los televisores 8K que están llegando está que, gracias a sus procesadores de imagen y a algoritmos de escalado muy mejorados, el contenido 4K e inferiores no se ve mucho peor que en televisores de resolución nativa, salvo que pongamos mucho énfasis en ver la diferencia. Sin embargo, estaremos pagando, antes de la popularización de la tecnología, un precio bastante más elevado que por lo equivalente y maduro en 4K.
Respecto a conectividad, los televisores 8K están llegando relativamente bien equipados, pero volviendo a demostrar que quizá es mejor esperar a una madurez de HDMI 2.1 con implementaciones completas y en todos los puertos. Samsung, por ejemplo, lanzó la Q900R sin HDMI 2.1, y ha tenido que ofrecer cambios de su sistema One Connect para poder dotarlas del nuevo conector. Pero incluso en la nueva Samsung QLED Q950TS que hemos analizado recientemente, de sus cuatro puertos HDMI, solamente uno cuenta con la especificación 2.1.
Algo parecido ocurre con la Sony MASTER Series ZG9, que de serie solamente cuenta con puertos HDMI 2.0. Por actualización llegará el HDMI 2.1, pero sin soporte de VRR o ALLM, dos funciones muy importantes en gaming para la compañía, dado que es el fabricante de la PS5. Por el contrario a todo esto, la LG C9 y sus hermanas tienen HDMI 2.1 con soporte a todas sus funciones desde el año pasado.
Todavía falta por aclarar qué es 8K real, y no sabemos qué llegará en el futuro para no ser solamente más resolución
Para definir cómo debe ser un monitor 8K, hay dos criterios que sigue la industria. El propuesto por la CTA (Consumer Technology Association), organizadora del CES, y el de la Asociación 8K. En ellos establecen, por ejemplo, que un televisor 8K debe contar con una resolución nativa de al menos 7.680 x 4.320 píxeles (cuatro veces más alta que 4K y 16 veces Full HD(, o que deben ser capaces de reproducir con una cadencia de 60 fotogramas por segundo. En realidad, como ya explicó mi compañero Juan Carlos, los requisitos de ambas están alineados aunque no sean idénticos, y no suponen un problema ni crean conflictos.
Sin embargo, hay otro actor en cuanto a estandarización, el ICDM (International Committee for Display Metrology) que asegura que los televisores de LG cumplen con la modulación de contraste que debe tener el 8K, mientras que los de Samsung no alcanzan el mínimo exigido. Como nos contó Luis Navarrete, de LG España, "La modulación de contraste no tiene nada que ver con el contraste. No mide contraste; mide resolución. Mide cómo de distinguibles son los píxeles contiguos a diferentes niveles de entrega de brillo". Esta valor, según ICDM, debe superar el 50%, algo que LG está haciendo con un 90% en las OLED, Sony con un 80%, pero que Samsung no está logrando, quedando con un 12%. Desde la compañía surcoreana aseguran que el problema es que no se está midiendo bien.
Otro problema relacionado con el 8K es que algunos fabricantes como Xiaomi y Honor están lanzando televisores con el nombre "8K Ready", siendo televisores 4K. Lo que significa dicho nombre es que son televisores capaces de reproducir contenidos 8K en su panel 4K, lo que implica que sus usuarios podrán visualizar dichos contenidos una vez desembarquen en las plataformas.
En cualquier caso, todos estos ejemplos de pequeños desacuerdos o carencias de los actuales televisores 8K nos sirven para prever que en pocos años todos los televisores cumplirán con todo lo esperado, como pasó tras el lanzamiento de los primeros 4K UHD. Así, esperar puede tener sentido, porque además de lo que a día de hoy no se implementa por completo, aún no sabemos cómo evolucionará el HDR bajo el 8K, qué nuevas especificaciones y avances en calidad de imagen llegarán en los próximos años, tal y como hemos visto que han ido llegando al 4K durante el período que hemos repasado. Nos gusta tener lo último, y lo último y más equilibrado, hoy por hoy, está en 4K.
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