En 2021, cuando los tipos de interés eran bajos y nosotros éramos felices, compré mi televisor actual. Prediqué con el ejemplo de mi recomendación habitual e hice all-in apostando por el mayor tamaño posible que pudiera pagar (75 pulgadas) sin tener que empeñar las joyas de la abuela (no pudo ser con panel OLED). Sé que muchos dirán que es mejor una OLED de menor tamaño, pero yo quería setanta-cinc y la burra no daba para más, qué le vamos a hacer.
La cosa es que una vez llegó a casa 'el bicho' comprobé que no me había equivocado con la elección de esa pantalla, pero mi plan para alojarla en mi salón tenía una fisura: las malditas patas. No cabían en mi mueble. Se salían por delante y por detrás. Me parecieron las patas peor diseñadas del mundo. Al menos en el mundo que compra muebles en Ikea y vive en pisos.
Leer un testimonio similar en Wired sobre las patas de las teles me hizo volver a ver flashes de Vietnam.
Estándares y peanas
Durante un par de días estuve pensando qué hacer, viendo las patas de la Sony sobresalir ridículamente por ambos lados del mueble y pasando por su lado con cuidado para no rozar una con la rodilla y estamparla contra el suelo. Y longitudinalmente encajaba en el mueble, aunque de milagro, por tener las patas pegadas a los extremos del panel.
Al final decidí colgarla en la pared. Me negaba a que unas patas decidiesen también un cambio de mueble. El resultado fue fantástico, pero se hubiese podido solucionar de otra forma.
Con unas patas decentes.
Y eso es lo que no siempre traen las teles. En primer lugar, porque no hay un estándar para ellas. Los soportes VESA siguen un estándar con unas pocas dimensiones que varían, pero las patas son cada par de un padre y una madre. Y al contrario de lo que sucede con los monitores de escritorio, el VESA no está pensado para reemplazar también el soporte, solo para colgarla.
En segundo lugar, porque los fabricantes tienen básicamente dos formas de disponer sus patas. O bien con pequeños apoyos que formen ejes transversales, como hacía mi Sony, o bien con un único eje que recorra el televisor de forma longitudinal.
Esa última forma es la más apropiada, ya que aprovecha una superficie que seguro que tiene el mueble en el que se coloque el televisor. La primera forma deja fuera a los muebles que no sean lo suficientemente profundos.
Por otro lado, en un televisor, un rectángulo negro de cristal con cada vez menos marcos, hay poco margen para el diseño, así que algunos fabricantes se expresan a través de las patas, optando por diseños extravagantes que ayuden a distinguir su modelo del de otros fabricantes. Una idea que no suele casar con lo más funcional, a menudo lo más sobrio.
La Unión Europea ha logrado que todos los fabricantes de smartphones, incluido Apple, usen USB-C. Quizás el próximo regalo que nos pueda hacer sea la estandarización de las patas. Que pongan las que quieran, pero que al menos podamos comprar unas normales en forma de peana para reemplazarlas.
Imagen destacada | Panasonic
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