El Concorde operó regularmente desde 1976 hasta 2003
Alcanzaba velocidades Mach 2 mientras los pasajeros disfrutaban de una cabina serena y con varios lujos
Hace dos décadas que dejó de volar un avión que rompió esquemas y fue capaz de transportar pasajeros de un continente a otro a velocidades supersónicas. Un vehículo aéreo icónico cuyo diseño aerodinámico, caracterizado por su morro inclinable, perfil delgado y alas en forma de delta ojival, jamás pasaba desapercibido en los aeropuertos en los que operaba.
Estamos hablando del Concorde, el resultado de un proyecto franco-británico que aspiraba cambiar sustancialmente los vuelos comerciales. El futuro parecía ser supersónico, por lo que potencias como Estados Unidos y la Unión Soviética se apresuraron a poner en marcha sus propias alternativas a este, los Boeing 2707 y Tu-144, respectivamente, aunque nunca consiguieron igualarlo.
Concorde, un avión inolvidable
El Concorde no fue un avión perfecto. De hecho, todo aquello que lo distinguía de los demás fue lo que precisamente acabó hipotecando su futuro. Podía volar de Londres a Nueva York en aproximadamente tres horas y media, volaba tan alto que los pasajeros alcanzaban a ver la curvatura de la Tierra mientras disfrutaban de comidas gourmet en porcelana fina y bebían champán.
A diferencia de la propuesta soviética, que tenía una cabina extremadamente ruidosa, el Concorde se movía a velocidades Mach 2 (2.469,6 kilómetros por hora) con una serenidad sorprendente. La idea no era solamente llegar rápido de un punto a otro, sino de hacerlo con la mayor cantidad de comodidades y lujo. Viajar en el Concorde era sinónimo de status y glamour.
Era el avión favorito de los empresarios y las celebridades. Incluso se había conformado lo que algunos llamaron el club no oficial del Match 2, en virtud de su velocidad distintiva. Y de él formaban parte personajes conocidos como Elton John, Paul McCartney, Phil Collins, Rupert Murdoch, Robert Maxwell, Henry Kravis, John Gutfreund y George Soros, entre muchos otros.
Para moverse por los aires, este prodigio tecnológico de titanio y aluminio se apoyaba en cuatro motores Olympus 593, dos en cada una de las alas. Este sistema de propulsión de tipo turborreactor de 2 ejes con recalentamiento contaba con un peculiar sistema de admisión con la tema de aire en la parte frontal y una tobera de escape de geometría variable posterior.
En todo su ciclo de vida, el Concorde fue operado únicamente por dos compañías. Estamos hablando de British Airways y Air France, dos actores que empezaron a ofrecer vuelos regulares a partir de 1976. Sin embargo, el fabricante recibió decenas de pedidos de otras firmas aéreas, que por diversos motivos nunca operaron como propietarias una de estas aeronaves.
Como decimos, las cualidades diferenciales del Concorde también fueron su condena. El precio de los billetes era extremadamente caro. Hacer un vuelo transatlántico ida y vuelta costaba unos 7.500 dólares (14.000 dólares en la actualidad). Pese a su popularidad, esta realidad hacía que muchas veces las aerolíneas no consiguieran completar la capacidad del avión.
Además, el sistema de propulsión de la aeronave consumía un promedio de más de 20.000 litros de combustible por hora, lo que se traducía en un enorme impacto económico y ambiental. A modo de comparación, un vuelo típico de avión mucho más grande y pesado como el Boeing 747, que no alcanzaba velocidades supersónicas, podía consumir unos 13.000 litros de combustible por hora.
Otro de los desafíos que padeció el proyecto de Aérospatiale y BAC fue el estampido sónico. Debido a la contaminación sonora de este “boom”, las aerolíneas debieron rediseñar sus rutas y alcanzar velocidades sónicas únicamente sobre el océano. Estados Unidos, por ejemplo, prohibía que los aviones supersónicos atravesaran zonas pobladas, algo que podría cambiar con el X-59 de la NASA.
Un accidente ocurrido en julio del 2000 también perjudicó la continuidad del Concorde. Uno de estos aviones se estrelló en el aeropuerto Charles de Gaulle, en Francia, poco después de despegar. Producto del mencionado episodio, todos los pasajeros y miembros de la tripulación murieron y British Airways y Air France dejaron sus aviones en tierra durante la investigación.
El interés por los vuelos supersónicos se fue diluyendo a medida que los costes de operación y mantenimiento de este tipo de aeronaves crecía y, en cierto modo, se convertía en un pesado obstáculo económico para las compañías. El fin para el Concorde llegó 24 de octubre de 2003, cuando realizó su último vuelo. Desde ese entonces no ha existido otro avión supersónico comercial.
Imágenes: Eduard Marmet | Dmitry Avdeev | Christian Kath | Jerry Wilson
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