Dos grandes retos son establecer una normativa internacional y definir el papel de los capitanes
Las aplicaciones van desde los drones acuáticos hasta los buques de mercancías y transporte de personas
Cuando hablamos de vehículos autónomos, es fácil pensar instantáneamente en coches. Es el tipo de vehículo que tenemos más cerca y donde estamos viendo avances cada poco tiempo, con nuevos modelos y mejoras de software y hardware. Sin embargo, los barcos autónomos están evolucionando en paralelo.
Esto no es nuevo. Pueden haber pasado más desapercibidos, pero la industria de los barcos autónomos lleva a flote unos cuantos años. De hecho, como suele ocurrir con este tipo de avances tecnológicos, fue la industria militar -con DARPA a la cabeza- la que empezó a poner en práctica estos avances. Poco a poco se ha ido implementando en empresas más cotidianas como el transporte de personas o mercancías, pero uno de los usos claros es el análisis del lecho marino, la monitorización de accidentes o la exploración de zonas peligrosas, como volcanes marinos.
Una cuarta parte de la tripulación. Una de las ventajas que la industria está viendo en los barcos autónomos es que pueden hacerse más pequeños, lo que facilita la maniobrabilidad. Ya se pueden hacer más pequeños porque no necesitan camarotes para tanta tripulación ni tantos puestos de control a bordo. Por ejemplo, barcos de Ocean Infinty para inspeccionar el lecho marino de cara a la explotación de petroleo y gas con 78 metros de eslora, pueden operar con 16 personas a bordo. En un barco tradicional, la tripulación sería de 40 o 50 personas.
O nadie a bordo. Dependiendo del nivel de tripulantes, actualmente se están estableciendo una serie de niveles de autonomía. El nivel uno engloba naves que tienen sistemas de piloto automático y control por IA, pero cuentan con tripulación a bordo. El nivel dos incluye embarcaciones con control remoto y una pequeña tripulación que actúa en labores de mantenimiento, carga o resguardo. El nivel tres engloba barcos de menos de 10 metros de largo que, básicamente, son drones de exploración con control remoto y el nivel cuatro sería la autonomía real: toma de decisiones en tiempo real y navegación durante largos periodos. Ejemplos de estos últimos son el AutoNaut o el Wave Glider.
¿Un capitán multibarco? una pregunta que está sobre la mesa ahora mismo es el papel del capitán. De hecho, es algo que la Organización Marítima Internacional tiene sobre la mesa, ya que hay que definir códigos para definir la actuación en los vehículos autónomos. Los gobiernos locales, como el de Reino Unido, ya están planteando cambios en la legislación y, en declaraciones a BBC, el capitán Simon Macaulay de Ocean Infinity afirma que puede ocurrir la situación en la que haya un capitán a cargo de varios barcos de forma remota, pero primero deben darse tanto cambios en la legislación como certezas para que se pueda hacer a nivel humano.
Un control de videojuego. Ese control remoto es remoto de verdad, ya que se realiza desde tierra. Un ejemplo es el Remote Control Centre de Southampton, que se encarga de monitorizar cada elemento de los vehículos y realizar las diferentes acciones cuando éste está navegando, así como salvaguardar acciones estresantes como puede ser el amarre en el puerto. En ese centro en concreto, hay 75 empleados y la idea de la empresa Ocean Infinity es seguir ampliando el equipo para dar más soluciones tanto robóticas como de transporte. Según Dan Hook, director de tecnología de Ocean Infinity:
"Una aplicación de nuestra tecnología robótica es la movilidad marina; el movimiento de personas y mercancías por vías navegables. Estamos entusiasmados con varios proyectos en la región de Southampton y Solent, donde nuestro objetivo es tener embarcaciones con cero emisiones que proporcionen taxis acuáticos y, eventualmente, servicios de carga de "última milla azul"."
IA y cámaras 360º. Más allá de la participación humana en los centros de control, los sistemas de conducción autónoma no son muy diferentes a los de un coche o camión autónomo. Un ejemplo es el Suzaku. Se trata de un barco de mercancías que cuenta con un sistema de IA -llamado Orca AI- que se encarga de analizar los datos que recoge un sistema de cámaras de 360 grados, así como las lecturas de los sistemas de seguimiento, obstáculos y estimación de distancias con otras naves. Concretamente, durante su primer viaje de 790 kilómetros entre Tokio e Ise -Japón-, el Suzaku realizó 107 maniobras para evitar colisiones, esquivando entre 400 y 500 barcos.
Menos accidentes y más sostenibles. Al final, esto no se tratad e introducir tecnología porque sí, sino de responder a una necesidad. Según un estudio de Allianz, entre el 75 y el 96% de los accidentes marítimos son provocados por errores humanos. Con los nuevos sistemas asistidos o, directamente, autónomos, se reducirían esos accidentes, pero también es una cuestión de eficiencia. Al estar mucho más monitorizados, las rutas pueden ser más óptimas, ahorrando combustible. Sumado a que los barcos serían más pequeños, el impacto ambiental se reduciría.
Hay desafíos. Ahora bien, no todo es perfecto. El primer viaje transatlántico realizado por un barco autónomo nos enseñó que los accidentes y los imprevistos pueden ocurrir. Por muchas cámaras y sensores que tuviera el nuevo Mayflower, no llegó al puerto deseado y, mientras que la tecnología del sistema autónomo funcionó perfectamente, se produjeron problemas mecánicos. Eso obligó a detener el barco durante unos días para realizar reparaciones de emergencia, pero además están cuestiones como los ciberataques, qué ocurriría si el sistema de posicionamiento se cae o si se cruza con otro barco que está haciendo maniobras (como está ocurriendo con los coches). Podemos pensar que el océano es enorme, pero al final las rutas marítimas están bien definidas.
Y papeleo. Como decíamos, la ONI ya tiene sobre la mesa varias propuestas y ha comenzado a desarrollar un código para buques autónomos. Una de las más importantes será ver cómo trabajan en conjunto con los códigos y regulaciones de diferentes países, la lógica terrestre en puertos y definir las habilidades de esos operadores en los centros de control, entre otras cuestiones. Se espera que el código se convierta en obligatorio en 2028, algo que también nos indica que la explosión de los barcos autónomos comenzará a corto plazo.
Imagen | Ocean Infinity (YouTube)
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