Soy una persona más bien sosa, en la cincuentena prematura. Huyo de las modas, aprecio la tranquilidad y cada vez me cuesta más lidiar con la cadencia plagal que ha inundado Internet en general y Twitch y YouTube en particular. Definitivamente, los vídeos con títulos en mayúsculas y thumbnails con la boca abierta tratando de convencerme de que me sorprenderé y entusiasmaré al verlos no son para mí.
Hechas las presentaciones, aquí los hechos: un martes por la noche me llegó un mensaje al grupo de WhatsApp de mis amigos. “Eh, descargad este juego y mañana a las 22.00 h jugamos, y nos echamos unas risas”. Ese juego era el 'Among Us'. Me lo descargué por obediencia fraternal, sin pensar que fuese a jugar realmente a nada, y menos con gente que durante la cuarentena pasaba cada noche dándole al 'Call of Duty' hasta la hora a la que yo me despertaba para trabajar. Error.
Nuestros peores instintos
Empecé a jugar y para la tercera partida ya estaba enganchado. Partida a partida, muchas veces como tripulante, algunas como impostor, fui descubriendo cómo este adictivo juego puede sacar nuestros peores instintos por la impotencia que causa ser acusado sin pruebas o por la sed de poder y venganza. Acostumbrado a renegar de los trolls tóxicos, me convertí en uno atacando a quien me acusaba y perdiendo los papeles con facilidad, casi olvidando que esto-es-un-juego. Si mi madre me viera.
'Among Us' transforma al humano más pacífico en un traidor sin escrúpulos con una barrera de acceso muy baja
Por ahí van los tiros de su repentina fama: en este juego chocan los distintos tipos de personalidades humanas y se producen traiciones y bajezas que hacen las partidas muy divertidas. Y anima a desarrollar nuestras propias estrategias. También se ven metamorfosis: conozco a una chica que en sus primeras partidas decía que no quería que le tocara ser impostora, que no disfrutaría con la tensión de tener que ir matando al resto sin ser vista, y ha acabado siendo la más fría asesina que han visto estos ojos dentro de la nave espacial.
Esta también es la causa de su popularidad. Es un juego especialmente idóneo para verlo —la fama le vino por emisiones en Twitch— y una vez se conoce su mecánica, es muy tentador dar el salto a jugarlo, ya que resulta divertido, la curva de aprendizaje es casi nula y además es gratis para móviles (en PC se descarga tras una donación voluntaria, con un mínimo de cinco dólares).
No es lo mismo fascinarse por un Call of Duty (curva de aprendizaje complicada para llegar a un nivel competitivo, barrera de entrada económica, necesidad de un dispositivo físico concreto que supone otra barrera) que por 'Among Us', donde todo lo anterior desaparece o se reduce muchísimo. Todo el mundo tiene un smartphone.
Durante las partidas se van atravesando varias fases:
- El jolgorio inocente inicial para ir completando tareas
- La sospecha ante cualquier actitud extraña, como ver a alguien dando un rodeo o caminando demasiado, sin pararse a hacer tareas
- La paranoia al quedarse a solas con otro
- La reconfortante tranquilidad que da quedarse a solas con otro y que no pase nada, que deriva en un fraternal compadreo inmediato como el de los que se reconocen como iguales
- La paranoia colectiva al ver que hay cinco cadáveres y sigue sin salir el impostor
- El placer culpable de señalar al pesado del chat aun sabiendo que es inocente
Chutes de dopamina en Among Us
Ese componente emocional y psicológico ya es clave, pero el azar que entra en juego cuando empezamos una partida y pasan esos tres segundos hasta que sabemos si seremos tripulante o impostor es un ancla emocional muy potente. Si esa comunicación se hiciese de forma inmediata o al entrar a la sala de espera no sería tan efectiva.
Casual o intencionado, el proceso de espera para saber si somos impostor o tripulante refleja un concepto de la neurociencia muy eficaz para engancharnos al juego
La neurociencia conoce el concepto de la “anticipación del placer” que acuñó Robert Sapolsky: no hay mayor placer en Among Us que ser el impostor, y esos tres segundos son lo que nos engancha, son el chute de dopamina perfecto para volver a jugar una y otra vez. Si encima también disfrutamos en el transcurso de las partidas, un juego en 2D se coloca líder en los rankigs de descargas en el año de la next-gen y los procesadores móviles de 5 nm.
No es un asunto menor. FIFA, que esencialmente se ha convertido en una tragaperras descontrolada con el fútbol como excusa, aplica y mejora cada año este mismo concepto con el leve retardo de la aparición de los ítems de cada sobre. Un concepto heredado de los mismos juegos de azar, como la propia tragaperras, pensados para retener a sus jugadores. Dopamina para nuestro cerebro y ya vamos por millón y medio de jugadores simultáneos.
Afortunadamente, 'Among Us' no nos pide pasar por caja una y otra vez ni nos fuerza sutilmente a ello mediante arquitecturas pensadas para el pay-to-win (¿has oído eso, 'Clash of Clans'?), sino que, como en 'Fortnite', los micropagos solo tienen funciones cosméticas. Y así es como este humilde picateclas se gastó tres pavos (sin la ‘V’ mayúscula) para comprar un traje con sombrero de copa, porque si el asesino de la baraja dejaba naipes sobre sus víctimas, yo aspiro a ser el trueno que congele la sangre de los paganos mientras se atusa elegantemente la chistera.
— Ibai (@IbaiLlanos) September 14, 2020
Bestiario del jugador de 'Among Us'
- El cobarde. No pisa la sala de electricidad. Su lugar natural es la cafetería.
- El Prosegur. Cuando empieza la partida se va directo a la sala de seguridad a detectar sospechosos mediante las cámaras. No sale de allí hasta que no ve algo. Fácilmente asesinable.
- El histérico. “Vi a azul caminando dando un pequeño rodeo, CLARAMENTE ES EL ASESINO”.
- El del dedo rápido. Convoca reuniones por cualquier estupidez. Diez puntos extra de tedio si te interrumpió cuando estabas a punto de finalizar tu tarea.
- El aborrecible. Sale de la partida en cuanto ve que no le ha tocado ser el impostor.
- El nuevo. Todavía no se sabe las normas, a veces estropea el juego, como cuando mata a alguien con otros dos mirando; otras veces contribuye desde la inocencia, como cuando pregunta cómo puede meterse en una alcantarilla como hizo el rosa.
- El que se hace pasar por nuevo. Incrimina a otros simulando inocencia. Bien ejecutado, puede ser el tipo de jugador más peligroso.
- El de Discord. Está compinchado con amigos y van hablando de lo que se van encontrando en la partida a espaldas del resto de jugadores. Imposible competir contra ellos.
- El del sentido del deber. Completa todas sus tareas y no se explica que otros no lo hagan. Hasta hace las tres de la sala eléctrica cuando solo quedan tres jugadores. El deber es lo primero. Pide un exhaustivo repaso de los movimientos de todos los jugadores en el chat para hacer un croquis del itinerario del asesino. Si no está seguro, vota skip.
- El youtuber wannabe. Con dos variantes: a) El que intenta hacerse pasar por un youtuber famoso. b) El que insiste al resto en que saluden a sus suscriptores pese a que nadie le conoce. Un abrazo a tus 16 suscriptores, José Ramón.
- El ministro de justicia. “Votad al blanco, y si no es él, luego me echáis a mí, ya veréis, ya".
- El Pilus Prior. Ejecuta estrategias heredadas de las cohortes romanas, como el fijar como objetivo al líder (el que más acusa y mejor se mueve por el mapa) para desnortar al resto; o trazar cuidadosamente la hoja de ruta para matar tácticamente tras sabotear compuertas y dejar encerrados a sus adversarios.
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