‘Quake’, el primer gran jugador de esports y un Ferrari 328 GTS. Tres conceptos aparentemente aleatorios que no deberían guardar ninguna relación en nuestra cabeza. Un juego de los 90 donde aún usábamos teclas para apuntar arriba y abajo con el arma, un fenómeno que parece remontarse unos 10 años atrás y un coche que se empezó a producir antes incluso de que yo naciera.
Y, sin embargo, los tres forman parte de uno de esos cuentos de la industria del videojuego que, a golpe de nostalgia y guantazos de incredulidad, nos muestran lo mucho que ha evolucionado el medio y todo lo que le queda para seguir sorprendiéndonos.
Quake, el juego que lo cambió todo
Para hablar del nacimiento de los esports lo justo sería trasladarnos hasta 1972, cuando la Universidad de Stanford acogió un torneo del juego ‘Spacewar!’ en el que decenas de estudiantes se enfrentarían para demostrar su habilidad. ¿El premio? Nada que ver con los miles de dólares que se manejan ahora en una competición: una suscripción de un año a la revista Rolling Stone y para casa.
Después estaría Sega organizando el torneo promocional All Japan TV Game Championships, la apropiación de Atari de ese mismo concepto para crear el Space Invaders Championships, esta vez con hasta 10.000 participantes. También los pifostios que se montaban en los 80 en la sala arcade Twin Galaxies a base de sesiones maratonianas que inspirarían películas como ‘The King of Kong’ o ‘Man vs Snake’.
Sin embargo, para llegar al germen que acabó creando el fenómeno del deporte electrónico que conocemos hoy en día hay que ir unos años más allá, concretamente hasta el punto en el que nace la Santa Trinidad del juego competitivo: ‘Doom’ (1993), ‘Super Street Fighter 2’ (1993) y ‘StarCraft’ (1998).
El éxito del juego de lucha de Capcom aún se mantiene a día de hoy y ha inspirado a otras tantas franquicias similares. El del juego de estrategia motivaría a Blizzard a seguir trabajando en el género hasta que un mod de ‘WarCraft III’ acabaría iniciando el fenómeno de ‘League of Legends’ y, ¿a ‘Doom’? A ‘Doom’ le debemos que id Software se animase a crear ‘Quake’.
El Ferrari de John Carmack
Con el mítico John Romero en el lado del diseño y el aún más memorable John Carmack en la programación, si ‘Doom’ marcó las pautas del género, ‘Quake’ fue el que las evolucionó. Mientras que el primero sería uno de los planeadores de los hermanos Wright, el salto adelante del segundo nos llevaría hasta el Fokker del Barón Rojo en la Primera Guerra Mundial.
A ‘Quake’ le debemos el salto a un mundo completamente 3D en un juego de acción, el origen de los mapas específicamente orientados al multijugador, la creación de un sistema online con servidores, la creación de clanes, la posibilidad de utilizar el ratón para mirar en todas direcciones en un FPS… De hecho, le debemos hasta el campeo, esa estrategia en la que un jugador se esconde en una esquina del mapa a la espera de que pase algún desalmado por allí.
Puede que ‘Doom’, e incluso otros antes que él, ya juguetease con la idea de las partidas a través de internet, pero fue ‘Quake’ el que introdujo el sistema que hoy seguimos utilizando. A diferencia de tener que conectar con otro usuario directamente, el sistema de id Software ofrecía la posibilidad de conectarnos a un servidor en el que ya hubiese distintos jugadores, lo que facilitaba la tarea hasta el punto de convertirse en estándar. Si piensas en cómo juegas a través de Steam, PlayStation Network o Xbox Live, debes darle las gracias a ‘Quake’.
Un año después del lanzamiento, apoyado en el éxito de la saga ‘Doom’, una campaña de publicidad agresiva y el auge del juego online, la revolución de ‘Quake’ motivó a id Software a crear un torneo online del juego. Un campeonato llamado Red Annihilation en el que casi 2.000 usuarios se enfrentarían online hasta que sus 16 finalistas compitiesen de forma presencial en el E3 de 1997. ¿El premio? El Ferrari 328 GTS de la colección personal de John Carmack.
El primer jugador esports profesional
El Ferrari que mencionábamos al principio entra en juego aquí, con la victoria de Dennis “Thresh” Fong frente a Tom “Entropy” Kimzey en un combate uno contra uno que aún a día de hoy podemos disfrutar como si fuese cualquier otro gameplay de YouTube. Las diferencias, en cambio, están a simple vista: un ritmo mucho más lento y una experiencia mucho más nerviosa en la que escuchar los ruidos del otro jugador al moverse por el mapa eran la única opción de llevarse la victoria.
La magia detrás del juego de Fong no eran unos reflejos dignos del mejor superhéroe, si no el conocimiento de los mapas hasta el punto de saber en qué momento su rival giraría una esquina tras haberlo escuchado recoger vida o realizar un salto, teniendo así preparado un disparo certero que lo llevaría a la muerte y evitaría un enfrentamiento directo.
A su juego le debemos el Rocket Jump, el uso del lanzacohetes para impulsarnos más alto de lo que ofrecería un simple salto, la configuración de teclas WASD en vez de las flechas para movernos y, por supuesto, la figura del jugador de esports que, a base de torneos y patrocinios, acabaría necesitando un agente que le ayudase a gestionar los cientos de miles de dólares que se acabaría embolsando en plena adolescencia.
Apodado como el Michael Jordan de los esports, Fong tuvo que deshacerse del Ferrari modificado de Carmack poco después de recibir el premio por los problemas que generaba a nivel mecánico y el coste que suponía un seguro de un coche cuyo motor estaba potenciado hasta la extenuación. Dos años después de aquello, aún invicto, dejó su carrera como deportista electrónico para crear su propia empresa.
El pasado mes de julio, casi 20 años después de su hazaña, ‘Quake’, Fong’ y las historias sobre el Ferrari 328 GTS, volvían a unirse en una misma sala para que el jugador recogiese el premio de toda su trayectoria, ser la segunda persona en entrar en el Salón de la Fama de los esports.
Imagen | Wikipedia
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