Yo cabalgué con Saladino, arrasé China y Persia con Genghis Khan, defendí Valencia con el Cid muerto sobre Babieca y vi a Hernán Cortés quemar sus naves frente a las costas de México. Bajo el pabellón de Age of Empires II y su magnífica expansión, The Conquerors, el medievo se rendía a mis pies desde las calmas tardes de la adolescencia y la Historia caía en mis manos como nunca antes lo había hecho: divirtiéndome a lo grande. Sin embargo, aquellos días de gloria pasaron y lo que vino después nunca estuvo a la altura de su legado, por lo que no me avergüenza admitir que colgué la espada y dediqué mi ocio a otros menesteres.
Ahora, mucho tiempo después de aquello, vuelven a tronar los cuernos de guerra y un nuevo heredero viene a reclamar el trono abandonado. Y yo, como veterano de la saga, me he acercado lleno de curiosidad y desconfianza, con ganas de recuperar sensaciones pero escarmentando de viejas decepciones. Y he de admitir que la primera aproximación ha sido muy positiva.
Más realista
La principal virtud que encuentro a Age of Empires IV es que se mantiene fiel a la esencia de Age of Empires II sin perder la capacidad de sorprender. Es un juego que logra recuperar las virtudes que encumbraron al campeón de la saga al tiempo que cuenta con multitud de añadidos que las completan. Así, por ejemplo, para avanzar de edad hay que construir un edificio distintivo, en vez de pulsar el botón como una simple mejora, y para que los campos de cultivo rindan más hay que construirlos cerca de un molino. Pequeñas diferencias que mejoran la experiencia del jugador con mayores dosis de realismo.
Y ese es, precisamente, uno de los rasgos que más diferencian a este Age of Empires de su abuelo: la intención de sus creadores de hacerlo más realista. En esta entrega las murallas de piedra sólo pueden ser derribadas con armas de asedio, las elevaciones del terreno dan ventaja a los arqueros y las construcciones y transportes tienen una capacidad más cercana a la de verdad. Sí, sé lo que estás pensando, ya no podrás usar el mítico meme de “caben 10 elefantes en un bote, 11 arqueros no”. Pero tranquilo, creo que aún puedes convertir una catapulta al cristianismo.
Otro elemento que le confiere mayores dosis de realismo es el de las diferencias entre las civilizaciones. En Age of Empires IV tan solo contamos con ocho por el momento -ingleses, franceses, Sacro Imperio Romano Germánico, rus, mongoles, chinos, Sultanato de Delhi y Dinastía Abasí-, y se ha profundizado en sus variaciones mucho más de lo que se hizo en el pasado. En consecuencia, los cambios entre campañas son más acusados, lo que hace que el reto sea mayor y más divertido.
No obstante, las diferencias entre una y otra civilización no son abismales, con una sola excepción: los mongoles. Este pueblo era tradicionalmente nómada, y los desarrolladores han querido reflejarlo en la forma en que jugamos con ellos. Así, podremos desplazar sus ciudades al completo, ya que los edificios se transforman en pocos segundos en carromatos dispuestos para partir. Esto da más versatilidad al campamento, pero también mayor fragilidad, ya que si el enemigo nos ataca en mitad de un traslado corremos el riesgo de perderlo todo mucho más rápido que con otras civilizaciones. Además, con los mongoles no se pueden levantar murallas ni empalizadas.
Un elemento que desvirtúa esta pretendida intención de realismo es la condición de inmortales de los héroes. Uno de los mayores retos de algunas de las campañas de Age of Empires II era mantener con vida a los personajes históricos, tan mortales como cualquier lancero. En esta nueva entrega, sin embargo, pierden su vitalidad pero no mueren, y el jugador puede recuperarlos al acercarse a ellos con cualquier unidad.
Lo que sigue casi igual
Tras hablar de las diferencias, vayamos a lo que sigue casi igual que en Age of Empires II. Lo primero que te golpea duro en el recuerdo es la música, que, sin ser la misma, tiene tonos muy similares que consiguen el efecto pretendido, llevarnos a otra época de nuestra vida. Y poco después, sin tiempo para recuperarnos, los efectos de sonido: el ruido de la construcción, la creación de una unidad, la alarma por ataque, la respuesta de un campesino al ordenarle algo. Muchos de estos sí son los mismos, aunque hay algunos nuevos y otros se echan en falta, como el clásico “Wololo”. Aunque es posible que lo hayan incluido y que, simplemente, no me haya cruzado todavía con él.
En el plano visual, Age of Empires IV mantiene una estética reconocible en comparación con su abuelo, pero las mejoras gráficas son notables. Algo normal si tenemos en cuenta que entre esta entrega y la del II han pasado la friolera de 22 años. Las opciones de cámara sí han cambiado ligeramente, ahora la vista aérea se puede acercar algo más, aunque sin llegar a ras de suelo.
La mecánica del juego es prácticamente igual, así como las ventanas de acción de edificios y unidades. Y las principales construcciones siguen siendo las mismas -centro urbano, molino, aserradero, establos, cuarteles, etc.-, aunque ahora se han añadido algunas nuevas y exclusivas por civilización, como por ejemplo un Kremlin medieval en el caso de los rus. Estas edificaciones especiales otorgan alguna ventaja particular, como obtener más recursos en determinadas acciones o la posibilidad de crear algunas unidades, y sirven para avanzar de edad, como hemos comentado anteriormente. El límite de población sigue marcado en las 200 unidades y los recursos son comida, madera, oro y piedra.
Todo esto hace que cualquier veterano de Age of Empiress II pueda volver a jugar casi de memoria sin acusar en lo más mínimo el cambio.
Las transiciones
Uno de los aspectos que, particularmente, más me gustaban de Age of Empires II eran sus transiciones entre escenarios durante las campañas, con vídeos en los que una voz en off te contaba los hechos históricos que habían llevado a la batalla de la que estabas a punto de hacerte cargo. Yo los vi todos, sin excepción, y con la perspectiva de los años me parece un recurso didáctico de primer nivel para aprender jugando.
Age of Empires IV no sólo ha mantenido ese aspecto, sino que lo ha mejorado con vídeos en alta definición de los escenarios donde acontecieron las batallas, en los que superponen animaciones creadas por ordenador para escenificar algunos aspectos de la lucha. Y todo ello mientras una voz, en este caso femenina, narra los hechos.
Además, al superar escenarios de las campañas desbloqueamos vídeos opcionales con pequeños documentales en los que se amplía la información histórica con curiosidades de la Edad Media, como los que explican cómo se construían los castillos, el origen de la ballesta o la forma en la que se criaban los caballos mongoles.
El menú de inicio
El menú de inicio sí es muy diferente visualmente al de Age of Empires II. Tanto que si no nos dijesen que es del AOE IV no habría nada que nos recordase a la segunda entrega de la saga.
Las opciones, sin embargo, sí son bastante similares. En la pestaña jugar podemos elegir entre la ventana de multijugador y la de un jugador. Al clicar en esta última pasaremos a una nueva interfaz en la que podremos elegir entre las campañas -que son cuatro: Los normandos, La Guerra de los Cien Años, El Imperio Mongol y El ascenso de Moscú-, una partida rápida -aquí denominada Escaramuza y con algunas novedades interesantes, como el modo ‘Defender la patria’- y la pestaña Arte de la guerra, un espacio de entrenamiento en el que el juego nos pone diferentes retos, desde gestión económica a estrategia de combate o asedio.
Hay otras tres pestañas en el menú principal. Comunidad, donde aparecen noticias y novedades del juego. Aprender, donde se puede consultar toda la información sobre las ocho civilizaciones, la guía con las teclas de acceso rápido, los aspectos básicos del juego y hacer algunos tutoriales. Y, por último, Mods, aún inactiva.
Lo negativo
Uno de los aspectos que no me han gustado de esta nueva entrega de Age of Empires es la falta de originalidad para con las campañas. Si bien es cierto que la fidelidad a muchos de los aspectos del II es positiva, en el caso del modo historia creo que podían haber apostado por otros hechos y personajes históricos, y no repetir las campañas de Genghis Khan y la Guerra de los Cien Años.
Sin embargo, he de admitir que esta crítica sólo tiene sentido si has jugado a Age of Empires II, ya que si no lo has hecho todas las campañas serán nuevas para ti. Pero como el tema que nos ocupa es, precisamente, la comparación con aquella entrega que se lanzó hace 21 años, considero oportuno mencionarlo.
Estas dos campañas, por supuesto, no son iguales a las de Age of Empires II, y los escenarios y las batallas de las que nos ponemos al frente son diferentes, pero los hechos históricos no dejan de ser los mismos, y creo que aquí los desarrolladores de la nueva entrega han cruzado la fina línea entre el homenaje, muy conseguido en todo lo demás, y la imitación.
Otro aspecto mejorable es el de las pocas civilizaciones incluidas en el juego, tan sólo ocho por las 13 que tenía Age of Empires II en su versión original, ampliadas a 18 con The Conquerors, 23 con The Forgotten y así hasta alcanzar un total de 37 con las sucesivas expansiones. No obstante, este apartado seguro que mejorará con los DLCs que ya preparan sus desarrolladores.
Sensaciones
Age of Empires IV ha sido una alegría para un veterano de la saga como yo. Mantiene la personalidad de la mejor entrega de estos juegos hasta la fecha sin renunciar a introducir novedades importantes que mejoran la experiencia del usuario, otorgándole más realismo y profundidad. Los que ya jugaron al II descubrirán con regocijo que puede echarse una partida directamente tras instalarlo sin necesidad de hacer el tutorial, pues es prácticamente igual en cuanto a interfaz y jugabilidad.
Lo nuevo está perfectamente integrado en lo ya conocido, y la esencia del juego se mantiene con notable acierto. Faltan, eso sí, un mayor número de civilizaciones y campañas, algo que a buen seguro irán resolviendo con sucesivas expansiones.
Así pues, el nuevo aspirante al trono de la saga ha llegado con fuerza y presenta un ejército muy bien plantado, con viejos estandartes y armaduras brillantes. Acaba de comparecer en el campo de batalla y, por ahora, sólo ha tenido que hacer frente a algunas escaramuzas con exploradores como el autor de estas líneas. La guerra de verdad empieza mañana, cuando llegará al gran público, y ahí veremos de qué pasta está hecho en realidad. Pero, a priori, parece que el reino de Age of Empires por fin ha encontrado un digno sucesor. Veremos.
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