Semanas de planificación y redacción hasta dar con un guion redondo, horas con el pincel en la mano para crear cada una de las ilustraciones, buscar la banda sonora adecuada, locutar el audio, editar el material, subirlo a Facebook, ver cómo el vídeo tiene éxito, se comparte en redes sociales y acumula cientos, miles, decenas de miles, centenares de miles de reproducciones… Y todo sin que ese trabajo revierta ni un mísero euro en el bolsillo de sus creadores.
Desde hace algún tiempo Academia Play ve con pasmo creciente cómo Facebook le impide monetizar algunos de sus vídeos de divulgación histórica. La página supera el requisito de tener 10.000 seguidores y asegura cumplir todas las exigencias: elabora contenido propio, sus vídeos no hacen apología de la violencia, el odio ni ningún tipo de discriminación... A pesar de eso —por alguna razón que no alcanza a comprender— el bot de la red social de Zuckerberg le impide monetizar parte de sus producciones. Cuando eso ocurre, el vídeo es visible y sigue acumulando visitas en su página, pero por una lógica similar a la que ha llevado a Facebook a censurar cuadros de Rubens o incluso la milenaria estatuilla de la Venus de Willendorf, lo hace sin insertar publicidad.
¿La razón? A Facebook parece que hay algo que le gusta menos que los pechos de la Venus de Willendorf, esculpida hace más de 30.000 años, o las carnes rollizas de El Triunfo de Baco de Michaelina Wautier, cuadro que también vetó por su parquedad de vestuario: la historia.
Los creadores de Academia Play se han llevado la desagradable sorpresa de ver cómo Facebook penalizaba algunos de sus vídeos de divulgación histórica, desde piezas sobre las Cruzadas a otras en las que explican las causas y el desarrollo de la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Revolución Rusa o la guerra de independencia de EEUU. Con aproximadamente 1,7 millones de seguidores y contenido propio, la página de Academia Play reuniría los requisitos que en 2018 fijó Facebook para incluir anuncios en sus piezas y poder así monetizarlas. Según una información publicada en 2017 por el portal Techcrunch, el 55% de los ingresos generados con esas pausas publicitarias intercaladas en los vídeos se destinaría a los creadores y el 45% restante a la red social.
La quiniela de la monetización en Facebook
Hasta ahí todo correcto. El problema, explica Javier Rubio, cofundador de Academia Play, es que Facebook termina bloqueando la publicidad en parte de los vídeos que suben. “Hay algunos que podemos monetizar, pero otros no. Nos ha pasado con los que hablan de guerras, como por ejemplo los que tratan sobre la Primera y Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Cuba, la Revolución Rusa…”, señalaba hace un año Rubio, quien reconocía no comprender del todo qué criterio sigue Facebook para decidir los contenidos que se pueden monetizar y los que no. El sentido común parece indicar que el veto afecta a las piezas sobre conflagraciones, pero la realidad —precisa el impulsor de Academia Play— es que “hay algún vídeo que tiene carácter bélico y lo han aprobado, así que tampoco entiendo muy bien a qué se puede deber”. No es el único misterio.
“Tenemos otro vídeo sobre Miguel Ángel que tampoco nos han dejado monetizar y no sabemos por qué ha sido, ya que no se habla de guerras. Otro de Leonardo, tampoco. Es rarísimo”, comenta Rubio. En ocasiones una segunda revisión permite dar marcha atrás y activar la monetización de vídeos que habían sido bloqueados. El proceso, sin embargo, no resulta sencillo. Para dirigirse a la red social de Zuckeberg los creadores deben recurrir a un formulario de contacto, un mecanismo que Rubio reconoce como “bastante engorroso”. Aun cuando la respuesta sea positiva el tiempo que el vídeo permanece desmonetizado ocasiona un grave perjuicio a los creadores.
El grueso de las reproducciones se concentra durante las primeras horas o días que el vídeo permanece colgado. Si durante ese lapso los usuarios pueden verlo, pero sin anuncios que reviertan en el creador, su rentabilidad se ve dañada igualmente. En el caso de Academia Play sus impulsores monetizan a través de diferentes vías: Instant Articles, AdSense, donaciones a través de Patreon y YouTube, donde Rubio reconoce tener en ocasiones problemas similares a Facebook por los contenidos. En general, las dificultades para sobrevivir solo con los ingresos que obtienen de la plataforma les llevó a lanzar en 2017 un vídeo titulado "La verdad sobre Youtube".
Los youtubers reconocen la incertidumbre y frustración que les genera no conocer qué lógica siguen YouTube o Facebook para restringir la monetización
“En YouTube si tú en los tags metes palabras como Primera Guerra Mundial ya de por sí te bloquean la monetización. Justo cuando lo subes es cuando más visitas tienes. Aunque solicites que te lo revisen y te acepten la monetización, cuando lo hacen el vídeo igual lleva ya 200.000 reproducciones que has perdido”, comenta el cofundador de Academia Play, que suma 1,77 millones de suscriptores en su canal de YouTube. Solo su pieza “La Segunda Guerra Mundial en 17 minutos”, por ejemplo, subida hace un año, acumula ya 12,1 millones de visualizaciones.
Rubio admite sin embargo que el trato con YouTube es mucho más fácil y directo que con Facebook. “Tenemos un mánager y podemos hablar directamente con él”, apunta el cofundador de Academia Play. Si el canal detecta que se ha restringido la monetización de alguna de sus piezas solicita la revisión del contenido y con frecuencia —precisa Rubio— permite rentabilizarlo. “En YouTube hemos tenido problemas con los vídeos que tienen más carácter bélico, igual que en Facebook. YouTube tarda un día o dos en darte una respuesta", señala el divulgador. Aunque también hay sorpresas. Hace un año, por ejemplo, la página tenía activa la monetización en todos los vídeos, menos uno que habla de la teoría de la evolución de Darwin. “Es una cosa un poco absurda", zanja.
Pese a las quejas reiteradas lanzadas por Rubio y otros youtubers desde hace meses, el problema no se ha atajado. "Sigue exactamente igual. En Facebook monetizamos alguna cosa, poco; y en Youtube todo menos un par de vídeos", señalaba el cofundador de Academia Play hace días.
La sensación de impotencia —explica Rubio— enraíza en no entender por qué el bot de Facebook acepta un vídeo y bloquea la monetización de otro. En otoño de 2018 la red social incorporó en 21 países, entre los que se incluían España, Francia, Bélgica, Alemania, Países Bajos o gran parte de Latinoamérica, los anuncios intervídeos (Ad Break), un tipo de publicidad arraigada en YouTube y las cadenas convencionales de TV y que favorece que los creadores rentabilicen sus contenidos. Antes, Facebook los había usado ya en países anglófonos, como EEUU o Reino Unido.
Facebook advierte de que "la monetización puede reducirse o inhabilitarse si se abordan temas que conllevan sufrimiento, destrucción o angustia". Los creadores advierten de la subjetividad de ese criterio
En su web, la red social especifica los requisitos que debe cumplir un vídeo para incorporar publicidad y que sus autores puedan rentabilizarlo. Y advierte, ya de entrada: "Se trata de reglas de alto nivel contra el contenido sexual, violento, ofensivo o que incite al odio. No obstante, en general, el hecho de que un contenido sea adecuado para Facebook no implica necesariamente que sea adecuado para monetizarse". En concreto detalla nueve categorías susceptibles de ver "restringido o reducido" su flujo de ingresos. La primera son los "problemas sociales controvertidos" abordados "de manera polémica o provocadora", como política, grupos étnicos, religión, orientación sexual... Otras temáticas bajo la lupa son las "tragedias o conflictos". "El contenido puede ser objeto de una reducción o restricción de la monetización si exhibe o comenta eventos que generen sufrimiento, destrucción o angustia", advierte Facebook en su política de contenidos.
El listado continúa e incluye otras categorías, como el "abuso de sustancias o conductas delictivas", "actividades sexuales sugerentes" —entre las que incluye, por ejemplo, la "desnudez" o ciertos bailes y poses—, el uso de un "lenguaje soez", "actos sangrientos o trastornos físicos", "información errónea" o "información médica engañosa". En el mismo apartado, la red de Zuckerberg detalla que todos aquellos usuarios que vean cómo se restringe la publicidad en sus vídeos pueden solicitar una apelación. "Generalmente se responden en un plazo de siete días o menos", garaniza.
Facebook abre sin embargo la puerta a que los vídeos en los que se refleja sufrimiento, por ejemplo, puedan rentabilizarse si su vocación es didáctica. “El contenido que aborde estos temas de un modo expresamente motivador o educativo aún puede reunir los requisitos para monetización”, matiza Facebook antes de citar ítems como la muerte, abusos, daños o lesiones. Rubio reivindica el carácter pedagógico de sus creaciones, lo que no le ha impedido ver cómo algunos de los vídeos de Academia Play chocaban con el bot. “Me parece bastante injusto. Nosotros tampoco es que seamos un canal muy sensacionalista e ideologizado, ofrecemos contenido didáctico”, razona.
El resultado: los creadores ven mermados los ya de por sí exiguos ingresos que reciben a través de los anuncios. “Nosotros estamos haciendo colaboraciones. Lo que te da YouTube, más Patreon y Facebook tampoco supone una gran cifra. En un canal de nuestra dimensión a lo mejor por publicidad ganamos 2.500 euros al mes, que tampoco es para tirar cohetes", comenta Rubio. En su caso, los problemas con la monetización pueden restarle todos los meses unos 200 euros. El económico no es sin embargo el único perjuicio para los creadores. Hay otro aún más sensible: que se sientan penalizados por elaborar contenidos con una vocación estrictamente didáctica.
Aunque Facebook o YouTube den la razón a los creadores (algo que no siempre ocurre) y decidan levantar el veto, a menudo estos pierden la monetización de los primeros días, cuando sus vídeos reciben el grueso de visitas.
“Nosotros intentamos dar un contenido didáctico y educativo. Nuestro canal lo usan un montón de colegios. Los conflictos bélicos no se pueden negar. Además se trata de conflictos que pasaron hace mucho tiempo. Yo comprendo que si a lo mejor hablas de uno actual pueda influir en la opinión y algunos anunciantes tengan cierto miedo a meterse en ese tipo de contenido, pero con la Primera Guerra Mundial… Es un material didáctico para chavales”, comentan desde Academia Play.
Rubio recuerda además que las trabas para monetizar contenidos llegan después de los problemas que durante años se encontraron los creadores para defender la autoría de sus vídeos en Facebook. Al menos en 2015 se estimaba que cerca del 70% de los vídeos más populares de la red social de Zuckerberg habían sido copiados de otros sites sin permiso de sus autores, una práctica que llegó a bautizarse con un vocablo propio: freebooting de vídeos. "Durante años Facebook se dedicó a robar contenido y cuando los creadores veían un vídeo suyo subido era imposible pararlo", lamenta el cofundador de Academia Play, quien reconoce que la red social ha adoptado medidas para detectar estos casos y atajarlos al poco de que se hayan identificado. Hace varios años, de hecho, la red social ya había acordado reforzar el funcionamiento de su herramienta Audible Magic.
Un problema compartido con YouTube
La opinión de Rubio sobre las restricciones para monetizar contenidos propios la comparten otros youtubers que, al igual que Academia Play, se dedican a la elaboración de vídeos educativos. José Antonio Lucero, profesor, es el impulsor del canal La Cuna de Halicarnaso en YouTube. Su objetivo —explica— es hablar a sus alumnos de una forma didáctica y ágil sobre la Prehistoria, el Imperio Bizantino, la Edad Media, el Antiguo Régimen, cartografía y geografía… Lo que obtiene con la monetización lo invierte en material para sus vídeos, como micrófonos y cromas. Sin embargo, y aunque se limita a la divulgación, confiesa haber tenido problemas con YouTube.
“Me he encontrado con problemas en varios vídeos. Uno de ellos, por ejemplo, y me llamó bastante la atención, era uno titulado ‘El proceso de hominización, del Australopithecus al Homo Sapiens’. YouTube me lo marcó como contenido inadecuado", comentaba hace un año. Desde hace un tiempo Lucero percibe un ligero cambio de filosofía en la plataforma audiovisual, pero reconoce que el problema sigue aún sobre la mesa. "En los últimos meses YouTube se ha puesto más en contacto con los creadores para dejarnos más clara su política y resolver nuestras dudas. Pero ello no quita que aún se repitan estas situaciones", señala el autor de La Cuna de Halicarnaso.
“Es como una censura encubierta. YouTube no te da la opción de que puedas obtener una monetización completa como sí lo hace con otros vídeos”, reflexiona el creador de La Cuna de Halicarnaso, canal con cerca de 88.900 suscriptores. Algunos de sus vídeos, como "Técnicas de Estudio", suma decenas de miles de visualizaciones en menos de medio año.
Reflexión similar hace Pedro Pérez, del canal El Cubil de Peter, que suma 98.500 suscriptores. Su experiencia recuerda a las de Lucero o Rubio: pieza en cuyo título incluye la palabra “guerra”, pieza que probablemente tenga problemas a la hora de monetizar en YouTube. “Lo grave es que puedes solicitar una revisión manual del vídeo, pedirle a una persona que te lo revise para que vea que su contenido es sano, que no tiene ninguna incitación al odio ni temática violenta. Pero esa revisión, que suele llegar al cuarto o quinto día, ya no te sirve de nada. ¿Por qué? Porque el grueso de las visitas te llega el primer o segundo día”. En ocasiones esa valoración ni siquiera levanta el veto. A Pérez —explica— le ocurrió con una pieza que aborda el descubrimiento de la Penicilina.
Al igual que Lucero, Pérez percibe una mejora en los últimos meses, lo que no quita que siga padeciendo el problema. "Sigue existiendo. Menos, pero ahí sigue. Hay determinados temas que siguen siendo 'cazados' por el algoritmo de forma genérica, trayendo consigo la famosa desmonetización. Aunque parece que YouTube ya se ha puesto las pilas al respecto, sobre todo para no penalizar a canales educativos", comentaba hace días el autor de El Cubil de Peter.
“Me fastidia tener que decir esto, pero intento evitar temas que impliquen poner algo así en el título. O intento que el título diga lo mismo sin que sea lo mismo. Pero a veces tienes que ponerlo porque no puedes hacer otra cosa”, reconoce Pérez: “Así no podemos hablar de nada. ¿Qué hacemos si no vamos a poder monetizar todos los temas que tocan puntos similares? La historia está plagada de este tipo de acontecimientos. No puedes maquillarlos, no puedes cambiar el tema… Nosotros hacemos llamamientos velados por redes sociales para que alguien tome cartas en el asunto. Al final tienes que buscarte temas family friendly. Es absurdo”.
“Es una especie de censura” —concuerda Lechero Fett, del canal A toda leche, que suma unos 181.000 suscriptores en YouTube— “Si estás trabajando medio mes en un vídeo y luego te encuentras con que todo ese trabajo no sirve de nada porque has hablado de una guerra o has repetido esa palabra muchas veces y el bot de YouTube lo detecta y te bloquea, al final lo que te están diciendo es que no hagas vídeos con esa temática. ¡Pero es que es historia!" "¿Tenemos que cambiar la palabra guerra por golosina o chupete?”, ironiza el youtuber.
“Vas a las bases y ves que los vídeos no pueden tener contenido violento ni que incite al odio, que sea polémico, pero es que eso es subjetivo. Nosotros estuvimos casi un mes trabajando en el vídeo de la historia de Cataluña, y lo hicimos siendo lo más neutrales posibles. Pensábamos que lo iba a petar. Al minuto ya estaba bloqueado y no me dieron la razón. Piensas: ‘Un mes de trabajo sin sacarle rentabilidad’”, abundaba hace un año. La situación hoy, explica, no es muy distinta.
Gran parte del celo de YouTube por controlar al máximo los contenidos que se benefician de anuncios enraíza en la crisis de imagen que sufrió en 2017, cuando algunos de sus anunciantes más importantes a nivel global —JPMorgan Chase, Ford, Johnson & Johnson, Volkswagen, Toyota, Sainsbury…— decidieron retirar la publicidad de la web. El motivo: habían visto sus marcas publicitándose en mitad de vídeos de apología del nazismo o de cariz cláramente pro yihadistas. Antes, algunos youtubers ya habían advertido de las dificultades para monetizar sus creaciones con la compleja política de “contenido inapropiado” aplicada por YouTube.
En el caso de Facebook la propia red social parece consciente de lo mucho que se juega en ser, como mínimo, más transparente con los criterios que aplica. A finales de abril de 2018 lanzó un “libro de normas” en el que detalla qué se puede publicar y qué no. La red social de Zuckeberg adoptó además una política encaminada a que los usuarios puedan apelar la supresión de contenidos y —en el caso de que se mantenga el veto— reciban al menos una explicación.
La realidad, a día de hoy, es que Facebook sigue protagonizando sonados casos de veto, como la censura del anuncio de Super Meat Boy Forever o la que afectó al videojuego Gris por publicitarse con la silueta de una mujer. De forma más reciente nos encontramos casos también. En mayo de 2019 la red social censuró el vídeo de una campaña lanzada por ANCAP, la organización australiana que se dedica a la seguridad vial, por considerar que la pieza era demasiado cruenta. Poco después, en junio, el periodista Carlos Hernández denunciaba también que YouTube había borrados varios vídeos de su canal Deportados Deportados, dedicado a la memoria histórica. Uno de ellos incluía, por ejemplo, grabaciones tomadas por Eva Braun en las que se veía a Hitler.
En abril de 2018 salió a la palestra otro veto, el que padecieron “Diamond and Silk", dos hermanas de EEUU que denunciaron que Facebook había restringido las notificaciones a sus seguidores y la difusión de sus vídeos. La razón, según "Diamond and Silk", era el contenido de sus vídeos, abiertamente pro-Trump. Salvo en su caso, en el que entraría en juego la política, el motivo de la censura es siempre el mismo: la red consideraba que las piezas tocan temáticas controvertidas, son demasiado explícitos o abordan un contenido “sexualmente sugerente", idéntico criterio al que le llevó a censurar los desnudos pintados por Rubens o la estatua de la Venus de Willendorf. Parece sin embargo que hay algo que asusta más a Facebook que los pechos: la historia.
La explicación de las compañías
Desde Facebook recuerdan que los vídeos solo pueden incluir anuncios si cumplen con una serie de requisitos. La red social dispone de estándares de elegibilidad de monetización a los que recurre para verificar y etiquetar todas las piezas que optan a beneficiarse de publicidad. Una parte importante de esas normas atañe al contenido. El trabajo de control para garantizar que se respetan los estándares se desarrolla —precisa la compañía— con una combinación de revisión humana en el idioma local y aprendizaje automático. Aquellos vídeos que no superan el examen no son aptos a ojos de Facebook para la monetización. La red social asegura no tener una política que impida por norma la inclusión de publicidad en las piezas de temática histórica, pero recuerda que los contenidos sobre conflictos, tragedias o muertes pueden no ser aptos para los anuncios.
El funcionamiento de YouTube es similar. La plataforma puede desmonetizar un vídeo si considera que viola sus directrices de contenidos adecuados para anunciantes u obliga a aplicar restricciones de edad al no ser apto para todos los públicos. Sobre las piezas de divulgación histórica, YouTube apunta que la publicidad se acepta si respetan sus directrices. “YouTube permite que los anuncios se muestren en imágenes históricas de la guerra, siempre y cuando se presenten en un contexto educativo y no contengan demostraciones de violencia impactante o gráfica o se centren en el terrorismo o grupos terroristas, que son violaciones de nuestras Directrices de contenido adecuado para el anunciante”, apuntaba en 2019 un portavoz de Google/YouTube, que zanja: “Animamos a los creadores a apelar si consideran que su vídeo ha sido clasificado incorrectamente”.
YouTube incide en que permite que se incluyan anuncios en vídeos con imágenes bélicas si se presentan con una vocación educativa y están libres de demostraciones de violencia explícita o con un enfoque terrorista. Para asegurarse de que los vídeos que se suben a la web cumplen con todos los requisitos, los sistemas automatizados de YouTube realizan múltiples escaneos. La compañía reconoce sin embargo que pueden producirse errores, por lo que anima a los creadores a solicitar una revisión humana si opinan que su vídeo se clasificó de forma errónea.
Prueba de que YouTube es consciente de las quejas de los creadores es que en febrero de 2019 la propia directora ejecutiva de la compañía, Susan Wojcicki, aseguró que la plataforma trabajaría para mejorar el sistema de clasificación de los vídeos. Los youtubers reconocen un cambio positivo en la firma y que la problemática no es la misma en Facebook que en Youtube, pero lamentan que en ocasiones aún siguen viendo su monetización restringida sin explicarse el porqué.
Actualizado en enero 2020.
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