Los acontecimientos que dieron lugar al antecedente romano de la lucha del pueblo por sus derechos: una huelga general en toda regla.
En el año 494 a.C. se produjo un evento que quedaría reflejado en los libros de historia. Hasta entonces, nunca antes habíamos tenido registros de la unión o frente común de un número elevado de personas revelándose contra sus “superiores”. Entonces lo llamaron Secessio plebis (retirada de los plebeyos o secesión de la plebe), y fue el antecedente romano de lo que hoy conocemos con el concepto de huelga general. Esta fue la historia que tuvo lugar en la Antigua Roma.
Lo cierto es que existe un registro parecido todavía más antiguo. Ocurrió en el año 1166 a.C., durante el reinado de Ramsés III en lo que hoy conocemos como Egipto. Entonces, un grupo de trabajadores de Set Maat llevó a cabo una protesta un tanto improvisada debido a las condiciones de trabajo y alimentos que recibían. Sin embargo, no creo que se pueda entender como antecedente de una huelga general, al menos no desde el punto de vista jurídico, donde el caso romano de la Secessio plebis es mucho más exacto.
Patricios y plebeyos: la radical división social que caldeaba los ánimos
En la Antigua Roma había una clara división en la población. Por un lado, los patricios, la clase dominante, las élites si se quiere. Este grupo era privilegiado en el sentido más amplio de la palabra, y lo era por el simple hecho de nacer, ya que solo determinadas familias formaban parte de esta clase (descendientes de quienes formaron las treinta curias originales fundadoras de Roma). Si tuviéramos que definir con una sola palabra a los patricios, esa sería poder, poder para hacer y deshacer prácticamente lo que quisieran. Tan excesivo que se les iba a volver en su contra.
Y luego estaban los plebeyos, es decir, la plebe o, simplemente, todas las demás personas, en las que se incluía desde agricultores y carpinteros hasta soldados que formaban el ejército, un grupo, el más nutrido de la Antigua Roma, que quedó bajo el yugo y control de los patricios. La brecha de poder entre estos dos grupos era enorme. Por ejemplo, sólo a los patricios se les permitía poseer tierras y ocupar cargos públicos. Y, por supuesto, a los plebeyos ni siquiera se les permitía casarse con un patricio.
La ciudad (vacía) entera para vosotros
Cuando hablamos del origen del derecho civil moderno nos tenemos que ir hasta el antiguo derecho y la jurisprudencia romana, la cual, a su vez, se basó en la Ley de las Doce Tablas. Sin embargo, durante los primeros tres siglos de la Antigua Roma no hubo ni una sola ley codificada. Como explicó en su momento el jurista romano Sexto Pomponio:
Al comienzo de nuestra ciudad, el pueblo comenzó sus primeras actividades sin ninguna ley fija ni derechos fijos: todo estaba gobernado despóticamente por reyes.
Ocurre que incluso después del derrocamiento de la monarquía y el establecimiento de la República Romana alrededor del año 508 a. C., el carácter caprichoso de la autoridad legal no había disminuido.
Quizás así podamos entender el contexto de lo ocurrido en el 494 a.C. Entonces, y sintiéndose particularmente descontentos con los cónsules y patricios, los plebeyos de Roma iban a tomar una solución insólita. En aquellas fechas, la ciudad-estado romana estaba gobernada por dos cónsules y el Senado, el cual desempeñaba las funciones ejecutivas y la mayoría de las legislativas de Roma. Y sí, ambos órganos de gobierno estaban compuestos únicamente por patricios.
Los plebeyos iban cada vez más al límite, las reuniones conspirativas que comenzaron con unos pocos tomaban forma y volumen, empezaban a plantearse soluciones, sobre todo ante uno de los problemas que más les preocupaban: la deuda y la consiguiente condena de quienes no podían pagarla, incluyendo en la ecuación violencia física y el encarcelamiento de la persona.
A este respecto, hay un relato registrado del historiador romano Tito Livio donde se cuenta la historia de un ex oficial militar que se arrojó al foro romano en un estado extremadamente desaliñado para contarle a la gente sus problemas. Al parecer, durante la guerra contra los sabinos, el enemigo incendió su propiedad y le robaron sus posesiones. Al regresar a casa, se vio obligado a pedir un préstamo para poder pagar un impuesto (que le habían impuesto).
El hombre se endeudó “profundamente debido a la usura”, cuenta Plinio. Esto lo obligó a renunciar a las propiedades familiares, incluidas las granjas de su abuelo y su padre. Pero no fue suficiente para sus acreedores, quienes lo llevaron a prisión, lo azotaron y lo amenazaron de muerte. Aquel relato en el foro llevó al enfado de la gente. No solo eso. La historia se difundió rápidamente, provocando un gran alboroto entre la multitud.
La gota que colmó el vaso de los plebeyos ocurrió poco después, cuando el cónsul Apio empeoró la situación al aprobar una serie de decretos impopulares que reforzaban el encarcelamiento de los deudores por parte de los acreedores. La indignación, agravada aún más por la inacción del Senado, provocó que los plebeyos tomarán la histórica decisión: por consejo de un plebeyo llamado Lucio Sicinio Veluto dejaron la ciudad y acamparon en el Monte Sagrado, a varios kilómetros de la urbe y estableciendo una serie de defensas básicas en el área mientras esperaban la respuesta del Senado.
Aquel día la urbe parecía una ciudad fantasma habitada únicamente por los patricios, quienes no sabían muy bien qué hacer. Tenían todo el poder del mundo para mandar, pero a nadie a quien instigar. Una ciudad dominada por las élites, pero solo con las élites.
Para sorpresa de todos, la solución no terminó en una batalla. Es más, fue la insurrección más pacífica de la historia de Roma, no hubo ni una sola muerte en los dos bandos. Aterrorizados por las posibles consecuencias de la secesión, con las tiendas y los talleres de la ciudad cerrados, sin “vida”, pero especialmente por la vulnerabilidad de la ciudad a los ataques de fuerzas extranjeras, los patricios rápidamente ofrecieron condiciones para la reconciliación.
Es posible que en este punto de la historia se pudiera hacer una buena novela o serie sobre lo que pudo haber pasado y no fue. ¿Qué hubiera sido de la historia de la civilización si los plebeyos se hubiesen negado a regresar a la ciudad?
Nunca lo sabremos, pero en cambio sí sabemos que dio lugar a lo que se conoce como la secessio plebis, o secesión de los plebeyos, si se quiere, el antecedente o directamente la primera huelga general registrada en la historia, una tan efectiva que los plebeyos recibieron sus propios magistrados, los tribunos plebeyos.
Un momento histórico para el pueblo, ya que fue el primer cargo gubernamental que ocuparon, uno donde a los tribunos se les consideró personalmente sacrosantos durante su período en el cargo, lo que significaba que cualquier persona que los dañara estaba sujeta a castigo con la muerte.
Imagen | Dominio Público, Picryl, Wiki Commons, WHE
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