En el frontispicio de la Academia fundada por Platón, en Atenas, había cincelada una advertencia, un mensaje breve pero de tono tan tajante que todavía hoy —más de veintitrés siglos después— sigue chocando por su contundencia: “Aquí no entra nadie que no sepa geometría”.
En 2020 por los templos del saber numérico ya no se pasean sabios de vaporosas túnicas a la caza de musas ni sus dinteles están coronados por frases lapidarias como la de Platón, pero en esencia la máxima del ateniense se mantiene con más fuerza que nunca. Hace ya años que en las aulas de las facultades de Matemáticas no se sienta nadie que no haya demostrado antes con creces su habilidad con los números. Incluso a los alumnos más aventajados les cuesta sudor y lágrimas entrar.
El motivo en sencillo: matricularse en la carrera de Matemáticas resulta complicado. Mucho. Pocos grados se encuentran de hecho en el sistema universitario español tan codiciados y a los que resulte más difícil acceder. Salvo contadas excepciones, la mayoría de facultades que imparten el título registraron el curso 2019/2020 una nota de corte superior a 10 sobre 14. En algunos centros de referencia, como la Universidad Politécnica de Catalunya o la Autónoma de Madrid, llegó a rozarse el 13. Los dobles grados que combinan Matemáticas con Física o Ingeniería Informática sobresalen además entre los más disputados. El que imparte la Complutense alcanzó en 2019 un 13,775, la calificación más alta de Madrid. En la práctica, esa puntuación significa que todos sus matriculados finalizaron la Selectividad con un currículo que acaricia la perfección.
No siempre fue así. Hace apenas unos años la carrera registraba un nivel de demanda discreto y notas de corte muy inferiores a las que necesita ahora cualquier aspirante a matemático. En la facultad de Murcia, por ejemplo, la puntuación mínima del curso 2014/2015 fue de 6,24 y en la de La Rioja de 6,45. Hoy (2019/2020) la primera maneja una calificación de 11,07 y la segunda de 12,27. Detrás de ese repunte desorbitado hay un alza en la demanda del grado tan pronunciada como sostenida y que —valoran los expertos— no parece que vaya a frenarse a corto plazo.
La clave: el big data e interés de las empresas
¿Cómo se explica semejante “boom”? Parte de la respuesta, explica Emilio Carrizosa, director del IMUS (Instituto de Matemáticas de la Universidad de Sevilla) y catedrático de la facultad hispalense, se encuentra en el mercado. A medida que el Internet of Things (IoT) y sobre todo el big data se vuelven cruciales, los negocios necesitan profesionales capaces de sacar el máximo rendimiento a grandes bases de información. Y es ahí donde ganan enteros los matemáticos.
“Las empresas han visto que para hacer negocio con esos datos ya no llega únicamente el perfil de un ingeniero de telecomunicaciones o un informático. Se requiere extraer un conocimiento, un valor añadido, y eso exige a su vez destreza computacional, capacidad de modelización y de análisis estadístico de datos”, anota Carrizosa. Cuando las tecnológicas, bancos, aseguradoras, energéticas… se pusieron a buscar profesionales con las habilidades necesarias encontraron la respuesta en las facultades de Matemáticas.
“Para la parte puramente TIC, de ingeniería de datos, las empresas sí tenían gente capacitada y formada, pero para la otra no. Ahora hay varias universidades que ofrecen posgrados en ciencias de los datos, pero como tal en el mercado no hay apenas profesionales. Y lo más cercano, el que está menos cojo porque necesita menos para tener completa su formación, es el graduado en matemáticas”, abunda el director del IMUS: “La clave es la importancia del big data en las empresas”.
Se calcula que cada minuto en Internet se generan 4,1 millones de búsquedas en Google, escriben 347.000 tuits, comparten 3,3 millones de actualizaciones en Facebook, suben 38.000 imágenes a Instagram y más de 100 horas de vídeo a YouTube, se escuchan 32.000 horas de música en streaming, envían 34,7 millones de mensajes, visualizan 10 millones de anuncios… Un inmenso maremágnum de contenidos que supone que, en conjunto, cada 60 segundos se transfieren más de 1.570 terabytes de información. “Para sacar partido de toda esa información se necesitan muchos conocimientos de matemáticas. Se dice que los datos son el petróleo del siglo XXI, y no es broma”, apunta Pascual Lucas, decano de la facultad de la Universidad de Murcia.
El aumento de interés de las empresas se ha dejado sentir de forma clara en las facultades, donde ya no es extraño que encontrar compañías a la caza de talento. “A nuestros chavales en el grado se los rifan. Hay estudiantes que aún no han terminado y ya tienen una oferta de trabajo apalabrada para cuando dispongan del título de graduado. Los únicos exalumnos que no están en empleo activo es porque están preparando oposiciones”, revela Carrizosa antes de recalcar que los titulados acceden además a puestos cualificados y con calidad laboral.
Puede parecer una exageración, pero los datos demuestran que en un país donde la tasa de desempleo juvenil ronda el 30%, los graduados en Matemáticas disfrutan de una situación privilegiada. Un estudio sobre inserción presentado en 2019 durante la XIX Reunión de la Conferencia de Decanos, Decanas, Directores y Directoras de Matemáticas (CDM) concluye que la tasa de paro entre los egresados es del 7,54%, porcentaje que desciende al 4,64% a los dos años de titularse. Transcurridos cinco años representa apenas el 3,3%, dato prácticamente anecdótico.
“Todos los datos coinciden en que la inserción profesional de los matemáticos es total. No hay paro”, corrobora Josep Vives, vicedecano académico de la Facultad de Matemáticas e Informática de la Universidad de Barcelona. No solo aumenta la demanda de egresados. También se diversifica. A lo largo de las últimas tres décadas en el centro catalán han constatado un abanico de salidas profesionales cada vez mayor. A finales de los años 80 los titulados, que hasta entonces se habían dedicado principalmente a la docencia, vieron cómo se les abrían las puertas del sector informático. En la década de los 90 dieron un paso más con la entrada en el sector financiero y asegurador, al que hace diez o doce años se sumó como salida profesional el sector biocientífico y bio-tecnológico.
“Actualmente, muchos matemáticos se incorporan además a sectores como la industria de la energía, telecomunicaciones… Actualmente más del 50% de los egresados trabajan en el sector empresarial y la enseñanza ocupa bastante menos del 50% de las salidas profesionales. También hay que tener en cuenta que han aparecido centros de investigación y de transferencia de tecnología que representan un puente entre la investigación y la empresa”, abunda Vives.
“Hace unos años los estudiantes de Matemáticas estaban interesados mayoritariamente en la docencia e investigación, de modo que la salida mayoritaria era como profesor. Pero desde hace 10 o 15 años se ha ido produciendo un cambio en las salidas. La docencia se convirtió en minoritaria, aumentando las salidas en banca, consultoras, empresas tecnológicas… Y en los últimos tres o cuatro se ha producido una verdadera explosión. Los matemáticos se han convertido en objeto del deseo de las empresas y eso ha propiciado que los estudiantes de Matemáticas, conscientes de ese valor, hayan empezado a orientar su futuro hacia otros campos”, comparte Lucas.
Un estudio presentado hace dos años por la Universidad de Santiago de Compostela muestra que apenas el 39,3% de los titulados en Matemáticas estaban dedicándose a la enseñanza o la investifación. Solo entre los sectores de las finanzas, consultorías, ingeniería, servicios y tecnología —dedicaciones en alza según el propio colectivo— sumaban casi un tercio de los matemáticos. “Llevo desde el curso 1989-1990 en la Facultad de Sevilla y jamás me había encontrado con una proporción tan alta de estudiantes de los primeros cursos que tengan claro que la suya es una vocación empresarial”, explica Carrizosa.
No es el único en constatar el cambio. Desde el decanato de la facultad de la Universidad de Sevilla, Alfonso Carriazo detecta una tendencia similar. “Hace 25 años se pensaba que con las matemáticas uno se podía dedicar a la docencia o la investigación. Hace como 15 años se empezó a percibir que esa salida hacia la docencia, que antes podía representar el 80%, llegaba ya a un 40%, que había irrumpido con gran fuerza la aplicación del trabajo matemático en la empresa”, comenta el responsable de la institución hispalense. Para ejemplificar el “boom” de demanda, Carriazo recuerda que el curso pasado su facultad recibió más de 1.400 solicitudes para 132 plazas. “Diez veces más de lo que ofertábamos”, subraya.
Sentirse atraído por los cálculos no tiene por qué ir acompañado de una vocación docente. Y eso, hasta hace solo unos años, antes de que el abanico profesional se desplegara, llevaba a algunos estudiantes a descartar la carrera de Matemáticas y optar por ingenierías u otras titulaciones científicas con un enfoque mucho más empresarial. Los niveles de paro en Matemáticas eran ya entonces mínimos —un estudio de ANECA de 2004 concluía que el 94% de los titulados encontraba empleo menos de seis meses después de salir de la facultad—, pero tratar con jóvenes y preparar clases no era una perspectiva deseable para todos.
Hoy esos reparos se han evaporado. “Un matemático sirve para muchas cosas”, reivindica Alfonso Márquez, presidente de la Asociación Nacional de Estudiantes de Matemáticas (Anem): “Antes se creía que un matemático servía solo para dar clase o investigar en la universidad, pero en realidad tiene un abanico de posibilidades muy amplio. Ahora eso lo sabe mejor la sociedad y ha ido acompañado de un mayor interés en la disciplina y que cada vez se conozcan mejor las salidas profesionales”. Quizás el mejor reflejo de esa transformación es que hay ya padres que animan a sus hijos a estudiar Matemáticas.
La "cara B": desplome de las vocaciones docentes
No todas las consecuencias del cambio son sin embargo igual de positivas. El giro ha sido tan pronunciado y tan rápido que —ironías del destino— la que antes destacaba como principal salida profesional de los matemáticos, ahora se ha convertido en una opción minoritaria. Tanto, que el relevo de profesores empieza a representar un serio problema.
“El porcentaje de alumnos que se dedican a la docencia a día de hoy es de alrededor de un tercio. Es un tema preocupante. La última vez que se abrieron listas para sustitutos en Galicia no se presentó ningún matemático. Todos los que entraron tenían un perfil académico con licenciaturas en otras carreras. ¿Cómo va a repercutir eso en la docencia? —se pregunta Julio Rodríguez, presidente de la Asociación Galega do Profesorado de Educación Matemática (Agapema)— La visión que tiene un matemático de las Matemáticas es muy diferente a la de un químico, ingeniero, economista… Para ellos son una herramienta y para mí una ciencia en sí misma. Yo la veo de otra manera”.
“Ahora la profesión se vincula más a trabajar para Inteligencia Artificial o ingeniería de datos que a la docencia, lo cual también es un problema. Si cada vez más graduados en Matemáticas no quieren ser profesores, que es uno de los problemas que tenemos en España y los países del entorno, las Matemáticas cada vez se enseñarán peor. Y esto puede ser la pescadilla que se muerde la cola. Ahora se asocia la carrera de Matemáticas a trabajar en una empresa tecnológica, con más prestigio que el profesorado —porque en este país no se da prestigio a la educación— y ganando más dinero”, zanja Clara Grima, profesora de la Facultad de Matemáticas la Universidad de Sevilla.
“Desde hace 10 o 15 años se ha ido produciendo un cambio en las salidas profesionales, de manera que la docencia se convirtió en minoritaria, aumentando la banca, consultoras, tecnológicas… En los últimos tres o cuatro años se ha producido una verdadera explosión y los matemáticos se han convertido en objeto del deseo de las empresas. Paradojas del destino, ahora hay un serio problema con la falta de graduados que optan por la docencia como salida profesional, hasta tal punto que las necesidades de profesores en ESO y Bachillerato se están cubriendo, muchas veces, con graduados de otras disciplinas, como economistas, ingenieros, físicos…”, confirma Lucas.
Otro de los cambios que se ha percibido en las facultades de Matemáticas está relacionado con el perfil del estudiante: el peso de las mujeres entre los matriculados es cada vez menor. Los datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional muestran con claridad que entre 1994 y 2006 más de la mitad de los inscritos eran mujeres —en el curso 2000/2001 llegaron a representar el 60,37%—, proporción que ha ido descendiendo con ligeros altibajos desde entonces. En 2018/2019 suponían ya el 37,13%. Algo similar ha ocurrido en Ingeniería Informática. Tras llegar a constituir casi un tercio de los inscritos en 2002/2003, con el 31,17% de las matrículas, el peso de las estudiantes ha ido menguando hasta quedarse en 13,17%.
“Ahora que las Matemáticas han empezado a ser de las carreras más demandas, peleadas, prestigiosas… Es cuando se ha empezado a notar el descenso en el porcentaje de mujeres que estudian Matemáticas. En el momento en que se ha asociado a trabajar en empresas tecnológicas o de ingeniería de datos las mujeres han empezado a no elegir este tipo de trabajos. Es muy triste y preocupante porque la IA y algoritmos van a controlar muchos bienes públicos y privados y si van a estar solo desarrollados por hombres —y hombres blancos, además— serán álgoritmos con su sesgo”, explica Grima, quien reivindica las Matemáticas como “una de las herramientas más potentes para conseguir un mundo más justo”.
La tendencia no impide que haya mujeres jóvenes que estén destacando en la disciplina. Buen ejemplo es Marithania Silvero, galardonada con el premio de investigación Vicent Caselles por rebatir con menos de 30 años una teoría establecida por Louis Kauffman en 1983. “Creo que estamos captando un público que no están siendo capaces de captar otras carreras. Están saliendo además chicas muy brillantes”, apunta Carrizosa: “Transmitimos una imagen a la sociedad muy alejada de la del friqui con camiseta negra comiendo hamburguesas compulsivamente o la del personaje sin habilidades sociales ningunas encerrado en su despacho frente a la pizarra”.
El poder de la divulgación
Junto al impacto del big data y una tasa de paro irrisoria, la divulgación es de hecho la otra razón principal que explica el “boom” del título de Matemáticas. A lo largo de los últimos años la labor de grandes divulgadores, como Clara Grima, Marta Macho Stadler, Eduardo Sáenz de Cabezón, Alberto Márquez, Julio Alberto Ríos (Julioprofe)… ha contribuido a que la imagen de los matemáticos y su ciencia cambiase de forma radical, dejando atrás el estereotipo del sabio excéntrico y huraño que desde hace décadas ha contribuido a fijar en gran medida el cine.
“El boom tiene mucho que ver con la divulgación, con que la gente está conociendo las Matemáticas a través de la prensa, Internet… Ve que funcionan, que son muy útiles y que los matemáticos pueden hacer cosas imprescindibles para la sociedad. Al matemático ya no se le ve como un bicho raro y la carrera está valorada”, celebra Julio Rodríguez. Los modelos matemáticos sobre la expansión del coronavirus replicados hasta la saciedad en periódicos, páginas webs y televisiones durante el estado de alarma son una muestra de la visibilidad cada vez mayor que tiene la disciplina.
“Creo que es necesario que los niños vean de verdad qué son las Matemáticas porque la mayoría las asocian con hacer cálculos aburridos y repetitivos. La divulgación es clave en estas primeras fases de la educación, principalmente para que vean otra forma de presentar las Matemáticas y consigan que a los niños les gusten más”, comenta Grima. Que el esfuerzo da frutos resulta innegable. La profesora andaluza ya se ha encontrado en la universidad con jóvenes que se han decantado por estudiar la carrera tras escuchar una de sus conferencias.
El esfuerzo que se ha hecho en España para cambiar la imagen de los profesionales y dejar atrás viejos tópicos ha sido más intenso que en otros países, donde aún perduran con fuerza los prejuicios. “España lo ha hecho bastante bien en cuanto a la proyección mediática. Hace unos años, cuando se pensaba en los matemáticos se pensaba en el cerebrito con limitadas habilidades sociales que se pasaba todo el día delante de su pizarra —reflexiona Carrizosa—. El cine tampoco nos ha hecho mucho bien. Eso ha cambiado notablemente. Hay divulgadores bastante buenos y en los medios ha empezado a darse también cierto interés. Creo que hemos hecho bien el trabajo”.
Los cambios en la demanda y salidas laborales se han dejado sentir más allá de las aulas y alcanzan a la propia titulación. “Ahora los chavales saben más estadística, optimización y modelización. Y eso hace que el salto al mundo de la industria sea más natural. Saben menos matemáticas fundamentales que hace 15 años, pero es verdad que tienen menos miedo al mundo de la empresa y el mundo de la empresa tiene también menos miedo para contratarlos”, apunta el responsable del IMUS. A la par, se amplía la oferta formativa. A finales de febrero la Universidad Rovira i Virgili avanzaba sus planes de ofrecer un nuevo grado de Ingeniería Matemática y Física ya para el curso 2021/2022. La Pompeu Fabra también ha enriquecido su oferta hace no mucho, —en 2017/2018—, con un nuevo grado de Ingeniería Matemática en Ciencia de Datos.
“Las reformas de los planes de estudio fruto de los acuerdos de Bolonia ya se plantearon teniendo en cuenta los nuevos escenarios de salidas profesionales que se veían en ese momento. Y las nuevas carreras que están apareciendo actualmente ya integran del todo este escenario. Aunque siempre se puede mejorar y la universidad a veces reacciona con cierta lentitud frente a los cambios, en mi opinión las carreras de matemáticas actuales dan una muy buena formación, razonablemente adaptada a las necesidades del mercado”, comenta Josep Vives.
En lo que coincide de forma unánime el colectivo es que los cambios han llegado para quedarse. No es previsible que se frene la demanda. Ni la divulgación. Tampoco que varíen las tasas irrisorias de desempleo o la visibilidad cada vez mayor que ha hecho posible que tanto la imagen como las salidas profesionales de los titulados hayan dado un giro de 180º en muy poco tiempo.
“No creo que sea una moda pasajera, sino un proceso de integración del matemático en el mundo empresarial. Considero que es algo que se mantendrá y reforzará”, reivindica Alfonso Carriazo: “Las matemáticas están en todas partes y seguirán estándolo”. “No es algo puntual. Se trata del comienzo de una revolución digital y eso va a repercutir en la sociedad en muchos aspectos. No creo que se trate de un "boom" puntual, sino una tendencia que se mantendrá en el futuro”, concuerda Grima. Un escenario plagado de oportunidades, pero también retos.
Imágenes: Ed Brambley (Flickr), Bryan Alexander (Flickr)
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