Desde el interfaz que le decía al T800 qué chupa de cuero era de su talla al visor electrónico de la armadura de Tony Stark, las gafas recolectoras de pruebas del agente Norman Jayden en el videojuego Heavy Rain o el visor de Vegeta, los interfaces de realidad aumentada son algo más que una mera ficción, aunque les hayamos puesto el nombre hace bien poco.
En el mundo real, ese invento que casi convertirá nuestra vida diaria en un videojuego está en esa fase en la que su llegada al mercado es tan sólo una cuestión de tiempo. Las tecnologías que lo hacen posible ya existen y es cuestión de afinarlas, miniaturizarlas y hacerlas lo suficientemente rentables como para producirlas en masa.
La aspiración detrás de todos estos inventos de película es tan vieja como el mundo: mejorar los sentidos del ser humano corriente permitiéndole ver y hacer cosas que por sí sólo no puede. Para ello se juntan varios componentes. El primero de ellos es el sistema que se comunica con los sentidos, sobre todo la vista, de su portador.
El mundo en tus ojos
El cine ha jugueteado aquí con todo tipo de conexiones neuronales y proyecciones sobre la retina, pero la realidad es que a nadie le gusta que le cableen el cerebro ni que le enchufen luces potentes en el ojo así que, por ahora, la idea más sencilla de fabricar es interponer una pantalla transparente que sea la que sirva de soporte a la información. Lo que vienen siendo unas gafas de toda la vida.
A día de hoy conviven dos técnicas para proyectar esta información conservando la visión del entorno. La primera es utilizar dos pequeños proyectores. Se trata de una solución más fácil, pero consume más energía y necesita más espacio.
La segunda idea es utilizar pantallas LED transparentes . Científicos de la Universidad de Washington están experimentando con lentillas dotadas de esta tecnología, aunque probáblemente los veamos primero en gafas por una simple cuestión de miniaturización.
El problema de la interacción
El segundo gran problema a solucionar en un sistema de realidad aumentada es cómo puede interactuar el usuario con el dispositivo. Google, en Su Project Glass parece estar utilizando un sistema de reconocimiento ocular similar a los que se utilizan en algunos dispositivos para mejorar la calidad de vida de pacientes severamente impedidos. La dirección a donde apunta el ojo es captyada por una cámara y se combina con comandos de voz para operaciones complejas, lo que también implica un micrófono. ¡Más componentes!
En la serie de televisión Caprica, precuela de Battlestar Galáctica, la realidad aumentada convierte cualquier superficie en un dispositivo de manera que, por ejemplo, podamos ver los menús sobre un simple papel en blanco y tocar aquellos que queremos utilizar. El problema aquí es como hacer que el dispositivo sepa lo que estamos tocando. ¿Otra cámara?
Juntarlo todo
Las gafas de realidad aumentada, por último, necesitan de un sistema de computación que soporte el tráfico de datos entre toda esta cantidad de componentes. El procesador que mueve todo debe servir los datos al usuario, traducir sus órdenes, y gestionar todas las peticiones de información a una red exterior. Todo en tiempo real. Los chips de los smartphones de última generación son muy capaces, pero aún hay plataformas que practicamente acaban de nacer, como la geolocalización en interiores. Eso por no mencionar la ingente cantidad de software que habrá que diseñar a medida para cada aplicación
Hasta el momento, el Project Glass de Google parece la aproximación más avanzada que hemos visto a unas auténticas gafas de realidad aumentada, pero hay muchos otros fabricantes que ya están en ese mismo barco de i+D desde empresas especializadas en imagen como Vuzix hasta diseñadores de gafas como Oakley, o incluso desarrolladores de juegos como Valve.
Todos ellos se enfrentan a un último problema, la energía. Las baterías de hoy necesitan tamaño para soportar un sistema complejo con un nivel de miniaturización aceptable. Otra posible opción es dejar las gafas sólo como periférico con un sistema inalámbrico que lo comunique a un dispositivo central, probáblemente un smartphone.
Posibilidades, posibilidades y más posibilidades con más conceptos que productos finales. La realidad aumentada en nuestro ojos al menos ya no está por inventar. La gran pregunta es si seremos capaces de acostumbrarnos a ella y, de hacerlo, si seremos capaces de vivir sin ella.