Con estos temas de mi columna quincenal va a parecer que me paso el día leyendo, pero qué va. Hace poco hablaba de por qué leo tanto en el móvil, y ahora quiero ampliar una idea que mencioné brevemente en aquel texto: la de un descubrimiento llamado bibliotecas virtuales.
Utilizaba tímidamente una desde hace años, pero en estos últimos tiempos me he convertido en usuario cada vez más convencido de su valor y lo bien que estas plataformas se han adaptado a los nuevos tiempos. Y eso a pesar de quienes publican los libros, muchos de los cuales no ven con buenos ojos que se presten gratuitamente y no acabemos comprándolos.
Si quieres, (casi) no tendrás que pagar por un libro en tu vida
Ni recuerdo cómo descubrí eBook Pozuelo, pero lo cierto es que cuando me apunté a la biblioteca física de esta localidad ya tenía bastante claro que (al menos la parte física) la iba a usar poco. Era más una excusa para que mis niños cogieran un libro de vez en cuando y nos diéramos un paseo hasta allí.
El caso es que acabé descubriendo la aplicación, que es gratuita y está disponible desde nada menos que 2012 tanto móviles Android e iOS. Como ya era usuario de la biblioteca física (para serlo debes estar censado aquí) no tuve ningún problema en registrarme, y al poco ya estaba navegando por el catálogo de libros electrónicos (¡y audiolibros!) que ofrece gratuitamente para préstamo esta plataforma.
El catálogo no es perfecto, pero quejarse de esto es algo ridículo porque es imposible que puedas leer todo lo que tiene disponible esta (o cualquier biblioteca). Hay algunos títulos que no encontrarás, pero el problema de esta y cualquier biblioteca (virtual o no) no es en realidad ese, sino el hecho de que si el libro que buscas está, es probable que otra persona lo esté leyendo ya y haya varias personas interesadas en ese mismo título.
Ese problema deja de serlo cuando uno puede apuntarse a la lista de usuarios que quieren coger prestado el libro. Mientras esperas puedes coger otro(s) libro(s) e ir leyéndolos (hasta tres préstamos concurrentes, de hecho, por si te gusta saltar de uno a otro) y la biblioteca te envía un mensaje cuando ese libro que querías leer está disponible.
El sistema funciona sorprendentemente bien, y la aplicación de lectura es excelente. Aunque no hay soporte nativo para lectores de e-books que puedan descargar esos libros como si fueran parte de su catálogo, hay formas de leer estos libros en lectores como los Kobo. Me compré un Kobo Libra H2O hace poco y precisamente al hablar de ello contaba cómo los propios responsables de Rakuten explicaban cómo pasar libros prestados a este lector sin demasiadas complicaciones.
El resultado final de la experiencia es alucinante, y ciertamente uno se da cuenta de que podría estar leyendo gratis toda su vida. Ese no es el corolario de este artículo cuidado: leo libros prestados, pero también los compro —acabo de comprar la versión en ebook del último de Pérez-Reverte, por ejemplo— y seguiré comprando otros en papel. Lo importante, como dije en el anterior artículo, es disfrutar de la lectura, sea en el formato que sea.
Los recursos para leer libros electrónicos de forma gratuita son enormes tanto en español como en otros idiomas, y junto a eBook Pozuelo yo me hice por ejemplo usuario de eBiblio hace poco (tras una nueva visita a la biblioteca municipal, donde completaron la gestión en apenas un par de días).
Esta plataforma es algo así como la matriz de eBook Pozuelo. La aplicación es de hecho la misma, pero cambia el catálogo, de modo que tengo acceso a más libros desde dos fuentes distintas. Otras plataformas pueden no tener aplicación móvil específica, pero incluso si los formatos con los que trabajan no son tan cómodos (las hay que trabajan con HTML sin más) es posible adaptarlos gracias a Calibre, esa aplicación que cualquier amante de los libros electrónicos seguramente conocerá y que permite generar ebooks en otros formatos ocmo ePub fácilmente a partir de un HTML o un PDF.
Las editoriales (lógicamente) en contra del préstamo
El problema al que hacía antes mención —tener que esperar a poder acceder al préstamo como tal de ese libro que querías leer— no solo es culpa de la demanda: puede haber muchos usuarios que quieran leer el mismo libro al mismo tiempo, así que ¿por qué no generar múltiples "copias" de ese libro para prestarlas? Después de todo, es un fichero electrónico. ¿Qué problema hay?
El problema está en que los libros electrónicos se tratan como libros físicos. Cada biblioteca paga por tener a su disposición esos volúmenes, y va añadiendo o quitando libros del catálogo como hace Netflix con sus series y películas.
Las bibliotecas "compran" o "alquilan" esos libros a las editoriales, pero lo hacen con unas condiciones muy especiales que hacen que como decimos no puedan comprar o alquilar más de cierto número.
En Estados Unidos de hecho hace tiempo que las "Big Five" del mundo editorial (Macmillan, Penguin Random House, Hachette Livre, HarperCollins, y Simon & Schuster) no se lo ponen fácil a las bibliotecas virtuales allí.
Macmillan de hecho creó un embargo de ocho semanas para los nuevos lanzamientos, y cada biblioteca solo podía comprar un ejemplar de esos nuevos lanzamientos tras ese tiempo. De otro modo, decía su CEO John Sargent, el alquiler acabaría condenando las ventas de esos nuevos libros.
El razonamiento es lógico para las editoriales y para los autores: son empresas y las empresas están para ganar dinero. Cómo lo hagan ya es otra cuestión, y si no recordad el escándalo del fraude de fijación de precios de libros que llevó a los Estados Unidos a demandar a Apple. La empresa de Cupertino tuvo que pagar 450 millones de dólares tras ser declarada culpable.
Otras como Amazon también tienen claro que lo de prestar libros no les va. Su editorial interna, esa con la que muchos autores se autopublican, no permite (al menos en Estados Unidos) que las bibliotecas presten esos libros. Alan Inouye, de la American Library Association, calificaba esto como un "embargo permanente". Eso sí: si te suscribes a Kindle Unlimited y los lees en tu Kindle no hay problema. Faltaría más.
El debate y la postura de las editoriales, aunque razonable cuando uno se pone en su piel, parece exagerado. En Wired hablaban también de las limitaciones de estos sistemas de préstamo impuestos por las editoriales a las bibliotecas. Sus recursos son limitados y cada libro que pueden alquilar les sale de media por unos 40 dólares, algo que de nuevo dificulta su labor.
En España, como explicaban en El País hace años, el funcionamiento es análogo. Sistemas como eBiblio, que dependen del Ministerio de Cultura y Deporte, pagan a las editoriales por la licencia de uso de cada título. "De un libro puede comprar una o miles de licencias, según estime que la obra va a tener más o menos demanda. Cada licencia da lugar, a su vez, a una media de 28 descargas posibles".
Son las grandes editoriales como Planeta, Anaya o Larousse las que forman parte de ese catálogo, con las pequeñas o las librerías fuera del circuito, al menos en aquel momento. La idea funciona: a 31 de diciembre de 2019 el catálogo consta de 22.684 libros y se habían prestado más de 1,7 millones de libros a los casi 120.000 usuarios de esa plataforma.
Los datos de Libranda, una de las grandes distribuidoras de libros digitales, indicaban en su "Informe Anual del Libro Digital 2019" —una buena radiografía de este segmento en España y Latinoamérica— como "el peso del préstamo digital alcanza ya una cuota del 4,3% del mercado; su crecimiento en valor en euros en 2018 fue del 2,5%".
La pandemia de COVID ha impulsado esta actividad, y es de esperar que las cifras suban de forma notable en este 2020. Si hay suerte, puede que las bibliotecas tengan acceso más fácil y mejores condiciones para un servicio que al final beneficia a todos. Nos hace leer y, como se ha demostrado que ocurre con el mundo de los videojuegos, no solo nos permite leer gratis: probablemente nos invita a comprar más libros también.
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