Uno podría confundirlos con instrumentos de tortura, pero los retretes japoneses son un pequeño prodigio de la tecnología más escatológica posible. Fabricantes como Toto se han convertido en la Dyson o la Apple del sector, pero esos avances no cuajan en el mundo occidental. Y eso que hasta Bill Gates ha tratado de impulsar la innovación en este segmento recientemente.
Seguro que habréis oído hablar de ellos y los habréis visto en acción. Puede que hayáis probado en vuestras carnes esos váteres que ahorran agua, permiten evitar el uso del papel higiénico que es insustituible en Occidente y además cuentan con otras muchas ventajas, como estar siempre calentitos para cuando hagamos una visita al inodoro. Con tantas virtudes, ¿por qué el retrete japonés no ha conquistado el resto del mundo?
Tecnología punta allí donde creíamos que nunca llegaría la tecnología
Los váteres o retretes japoneses son muy conocidos desde hace años. Los que viajan a Japón tienen la oportunidad de usarlos repetidamente porque allí están por todas partes, y de hecho un artículo de Priceonomics revelaba cómo en 2012 el 72% de los hogares japoneses contaban con uno de estos inodoros. Quartz tiene una estadística aún más reciente: era del 76% en 2014.
Los modelos que aparecieron a finales de los años 90 se han bautizado washlets desde entonces, y lo hicieron como una mezcla de nuestro tradicionales bidés y retretes. Sin embargo en Japón quisieron ir más allá, y además de aunar ambas funciones quisieron implementar otras nuevas que hicieron de la experiencia de ir al baño algo totalmente distinto a lo que conocemos en el resto del mundo.
Para empezar está esa función de bidé integrado que ciertamente puede asustar al utilizarla: un tubo con aspecto amenazador aparece de la parte trasera de la taza y unos chorros de agua salen para limpiar el ano e incluso la vulva en caso de su uso por las mujeres.
El amenazante chorro acaba convenciendo a quienes lo prueban, sobre todo por que permite completar una limpieza más efectiva y que además evita el uso de papel higiénico aunque se puede complementar con este último elemento. Se pueden ajustar la presión e incluso la temperatura del chorro, además de la posición de un chorro que es sorprendentemente certero si lo habéis probado (yo lo hice hace años).
Si no quieres usar papel, los washlets también incorporan sistemas de secado con temperatura ajustable, que se suman a los calentadores de asiento, sistemas de iluminación (muy útil en visitas nocturnas al excusado) o incluso detectores de proximidad que se abren o se cierran conforme a la posición del usuario.
Las innovaciones técnicas de estos inodoros no se han detenido ahí: Toto mostraba hace años como su sistema "Tornado Flush" es un eficaz sustituto de pulsar el botón de la cisterna que mejora la limpieza del inodoro y además lo hace ahorrando cantidades ingentes de agua. La empresa de hecho colabora con el ámbito académico para evaluar nuevas tecnologías para la cisterna en los que incluso hacen uso de supercomputadoras para modelar la física del agua.
A esas mejoras se le suman incluso las que afectan a nuestra salud: los fabricantes afirman que los chorros ayudan en casos de hemorroides y estreñimiento, pero es que además de ello en las últimas generaciones de producto se incluyen sensores que permiten medir el azúcar en sangre basándose en la orina o incluso el pulso, presión sanguínea o contenido de grasa en el cuerpo.
Y si te preocupan los malos olores, también hay solución para eso, porque la llamada desodorización por ozono aplicada en algunos modelos ayuda a eliminar ese problema de forma eficiente y rápida según los fabricantes.
Y sin embargo, no triunfan fuera de Japón
Con todas esas ventajas —y seguro que nos olvidamos de algunas— lo que extraña es que estos inodoros no hayan sido un éxito fuera de Japón. Las razones son varias, y el idioma es probablemente una de ellas. Los símbolos y textos en japonés para estas tazas —si viajas allí puedes comprar una y traértela sin demasiados problemas— dificultaban su uso fuera del país asiático, pero hace dos años los fabricantes japoneses llegaron a un acuerdo para estandarizar esos símbolos y textos.
Como se explicaba en 2016 en el blog UnGatoNipón, hay algunas razones importantes para el reducido éxito de estos washlets fuera de Japón:
- Voltaje: en Japón se utiliza un voltaje de 100-110 V, mientras que en España y otros muchos países se hace uso de voltajes de 220 V.
- Enchufes en el baño: aunque es habitual encontrar enchufes para conectar el secador u otros accesorios en el baño, no es habitual encontrar estos enchufes al lado del retrete.
- Tazas no compatibles: la forma de anclar la taza al "cuerpo" principal del inodoro no encaja si usamos una taza comprada en Japón. Para hacerlo hay que comprar un adaptador que solucione el problema, algo no trivial.
Hay otros inconvenientes que no son prácticos, sino sociales. Como apuntaban algunos fabricantes como las firmas Kohler o Brondell en Estados Unidos, este tipo de inodoros no acaban de convencer a los usuarios porque "convencer a alguien de cambiar sus hábitos en el uso del papel higiénico, que están arraigados en ellos desde la infancia, es, como poco, difícil". El resumen de Engadget era claro: todo el mundo hace caca, pero nadie quiere hablar de ello.
En el Financial Times hablaban de otra barrera adicional: el coste. La mayoría de hogares occidentales no invierten tanto en un inodoro y el precio incluso de la versión básica de estas soluciones es elevado.
A pesar de todo ello no es imposible acceder a uno de estos productos, y de hecho en España la empresa Roca cuenta con los "inodoros ingeligentes" que por ejemplo aprovechan la tecnología In-Wash que lava con agua y disponen del resto de funciones que ya son comunes en inodoros japoneses. El precio, eso sí, es mucho más elevado, y el Roca In-Wash tiene un precio oficial de 1.921 euros.
Hay alternativas, y aquí es inevitable no mencionar a Xiaomi. Hace pocos meses la empresa que todos conocemos sobre todo por sus smartphones y dispositivos electrónicos presentó recientemente una taza de váter que precisamente permitía contar con algunas de las opciones de los váteres japoneses de forma más económica. Su Smartmi Small Smart Toilet Seat se puede encontrar en tiendas como eBay por 209 euros, por ejemplo.
Las opciones están ahí -algunas comienzan a integrar hasta asistentes de voz-, pero no parece que fuera de Japón estemos demasiado dispuestos a hacer el cambio a un sistema que parece convencer a quien lo prueba.
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