Y solo hay un organismo capacitado para que suceda: la Unión Europea
Al fin tenemos con nosotros los iPhone 15/Plus y los iPhone 15 Pro/Max. La nueva familia de smartphones de Apple llega con un cambio muy esperado: el conector USB-C, que reemplaza al conector Lightning. La adopción de este conector por parte de Apple, no obstante, vuelve a poner de relieve el que probablemente es uno de los mayores problemas de este conector: que los cables son un caos.
Cables que freían cosas. La situación con los cables USB-C era tan terrible hace unos años que había quien acababa friendo su portátil con ellos. Benson Leung, un ingeniero de Google, acabó dedicando meses a analizar y publicar opiniones sobre los cables USB-C que se vendían en Amazon. Un buen mal día probó uno con el que frio su Chromebook Pixel. La calidad de hecho no era el problema.
Todos parecen iguales, pero no lo son. Como señalan en TechCrunch, Apple ha lanzado dos nuevos cables de USB-C a USB-C. Uno de ellos es capaz de soportar potencias de carga de 60 W y el otro de 240 W, pero diferenciarlos a simple vista —salvo porque uno es más gordo que el otro— no parece sencillo, sobre todo si uno no sabe que hay dos distintos.
Distintas velocidades, distintas prestaciones. Los cables USB-C son en sí mismos un mundo porque aunque el conector es el mismo, la interfaz que utilizan puede ser muy distinta. Los iPhone 15/Plus cuentan con un conector USB-C con interfaz USB 2.0 (480 Mbps), mientras que los iPhone 15 Pro/Max cuentan con un conector USB-C con interfaz USB 3.2 Gen 2 (10 Gbps).
Tres cables, solo uno aclara (un poco) las cosas. Apple vende un cable de 60 W (USB 2), uno de 240 W (que también es USB 2) y también un cable Thunderbolt 4 Pro (que es el adecuado también para USB 3.2 Gen 2 y, por tanto, para los iPhone 15 Pro/Max). Este último es el único que cuenta con una señal identificativa: el logo de Thunderbolt en el cabezal de plástico que recubre los conectores de metal.
Qué lío de especificaciones. El organismo que gestiona este estándar, el USB-IF, no estuvo especialmente acertado con la denominación de sus especificaciones, sobre todo a partir de la versión USB 3.0 de 2008. La tabla siguiente de Wikipedia aclara un poco las cosas, pero desde luego no es fácil diferenciar entre unos y otros, sobre todo cuando el conector USB-C es utilizado tanto para antiguos dispositivos con interfaz USB 2.0 como para otros mucho más modernos con USB4 v2.0.
Y por si fuera poco, también es el utilizado por Thunderbolt, aunque al menos en este caso los cables incluyen el citado "rayo" identificativo en los conectores. Los nombres también son un lío, y el USB-IF también ha intentado que usemos la denominación SuperSpeed USB 5 Gbps, SuperSpeed+ USB 10 Gbps o SuperSpeed+ USB 20 Gbps para referirnos a estos productos.
Y luego están los modos alternos. No solo hablamos ya de tasas de transferencia o potencias de carga soportadas por esos cables, sino también los modos alternos que soportan. Los puertos USB-C de nuestros dispositivos suelen poder funcionar como puertos DisplayPort, Thunderbolt, MHL o incluso HDMI, pero saber si un cable permite algo así no es sencillo.
USB-IF, arregla esto, por favor. Este organismo certifica los cables y lleva tiempo tratando de resolver el problema sin éxito. Su recomendación, incluir una serie de etiquetas en el paquete en el que está envuelto el cable a la hora de comprarlo. En su sitio oficial hay un apartado específicamente dedicado a hablar de las guías de uso de sus logos, pero la confusión es también notable allí.
El problema es que no hay muchos fabricantes que sigan esa recomendación, pero es que una vez sacamos el cable de su protección, lo solemos guardar suelto en un cajón o dejarlo en cualquier lado, y el cable no está identificado. Y ese es el problema: que los fabricantes deberían identificarlo.
Dos ideas para resolver el problema. Hay otros organismos que han aportado soluciones viables para resolver este caos. El primero, la organización VESA, que inventó una serie de pegatinas para los cables DisplayPort 2.0.
El segundo, la Wi-Fi Alliance, que tras complicarnos la vida durante años con los nombres de los estándares Wi-Fi (802.11a, b, g, n, ac, ax) acabó adoptando una sencilla numeración que permitía al fin simplificar los nombres: ahora todo el mundo habla de Wi-Fi 6 (802.11ax 2,4 y 5 GHz) o Wi-Fi 6E (6 GHz).
La USB-IF de momento sigue liándolo todo un poco: tras lanzar el estándar USB4 en 2021 lanzó no el USB5, ni el USB4.1, sino el USB4 v2.0 en 2022. Los estándares mejoran en tasas de transferencia, potencia de carga soportada y modos alternos para conexiones de vídeo, por ejemplo, pero lo que no mejora es la identificación de los cables que usamos día tras día.
Nuestros dispositivos deberían ayudarnos. Tampoco es que nuestros móviles, tabletas y portátiles ayuden mucho: no suelen dar pistas de si están cargando a toda velocidad o no, aunque eso afortunadamente está cambiando en los dispositivos con sistemas de carga rápida de última generación, que pueden avisarnos de que quizás el cable con el que estamos cargando no es el adecuado.
Chrome OS por ejemplo dispone de ese tipo de advertencias, y mi móvil (un Huawei P40 Pro+) también me lo indica cuando me equivoco de cargador. Aún así, sería útil que todos los desarrolladores de sistemas operativos pudiesen ofrecer más datos sobre qué tipo de carga estamos realizando.
¿Tan difícil es poner una pegatina? Los fabricantes deberían tener esto en cuenta y ofrecer solución a este problema, pero es 2023.y seguimos sin saber si ese cable USB-C que tenemos en el cajón será el adecuado para cargar nuestros dispositivos a toda velocidad o no. Solo mediante prueba y error es posible saberlo, y a los fabricantes no les debería costar demasiado solucionar el problema con algún tipo de pegatina o de grabado en el cable. Quizás la Unión Europea debería tomar cartas en el asunto de una vez por todas.
Imagen | User3802032
En Xataka | USB-C es el peor estándar de la historia porque es de todo menos estándar
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