Las plataformas de gestión de los derechos digitales (Digital Rights Management, DRM), han vuelto a ser protagonistas tras la noticia aparecida estos días: Firefox integrará un sistema DRM para HTML5 en futuras versiones, y lo hará muy a pesar suyo.
El debate sobre la validez o no de las políticas DRM en todo tipo de escenarios tecnológicos es uno de los más conocidos. Los productores de contenido quieren tratar de evitar, sobre todo, la copia indiscriminada y la distribución sin permiso de esos contenidos, pero no parece que la inclusión de estos mecanismos haya ido precisamente a favor de la industria. Desde luego, no ha sido beneficiosa para los usuarios. ¿Por qué llega ahora esa medida al estándar HTML5?
La web es el futuro del vídeo
Bueno, la razón es obvia: con tecnologías cada vez más en desuso como Adobe Flash y Microsoft Silverlight, el vídeo en Internet suele ir de la mano de HTML5, el estándar que ha logrado unificar esfuerzos en este y otros terrenos que afectan al presente y al futuro de los contenidos en Internet. Las anteriores ediciones de HTML eran más limitadas en cuanto a soporte de contenidos que no fueran puros de la web, pero ahora HTML5 hace que la web sea mucho más versátil, y resulta difícil pensar que algo no se pueda hacer con este estándar.
Esa apertura y libertad del estándar fueron adoptados por desarrolladores y usuarios. Los responsables de los principales navegadores del mercado también se sumaron a ese esfuerzo, dejando atrás a las citadas tecnologías que cedían el control a un tercero y añadían "ruido innecesario" -al menos, para muchos- a esa información y a esos contenidos.
Los productores y creadores, por supuesto, vieron en esto un peligro. El de no poder tener el control sobre su obra. Muchos se lanzaron a tratar de corregir el problema, y hay casos especialmente destacables como el de la BBC británica, una cadena pública (tiene narices) que debería velar por los intereses de los ciudadanos (que son los que la pagan) y que en lugar de eso apoyaba la inclusión de plataformas DRM en el estándar HTML5 para controlar la distribución de sus contenidos.
Esa noticia se producía un año después de que llegara la propuesta de inclusión de una plataforma DRM para HTML5 por parte de Google, Microsoft y Netflix, una empresa que se ha convertido en una de las mayores impulsoras de este tipo de medidas.
Esta última dependía de Silverlight para sus emisiones en Internet, pero el componente multimedia de Microsoft dejó de ser actualizado hace meses, y la empresa buscaba un sustituto válido. ¿Qué tocaba? Presionar al W3C, el organismo que se encarga del desarrollo de los estándares web y que finalmente acabó aceptando la propuesta -no sabemos si por esas presiones- y publicó, en mayo de 2013 (y revisado hace apenas una semana), un "borrador en desarrollo" (working draft) para las llamadas Encrypted Media Extensions (EME), el framework que permite distribuir medios protegidos por DRM a través del navegador sin el uso de plugins como Flash o Silverlight.
Por supuesto, hubo muchas voces que se levantaron en contra de esa decisión, pero la más fuerte fue la de la Electronic Frontier Foundation (EFF), que publicó un tuit en el que dejaban clara su opinión: "Qué vergüenza, W3C: la decisión de hoy sobre los estándares allanan el camino para incrustar DRM en el tejido mismo de la web abierta". Este organismo no se quedó ahí e inició una campaña junto a la Free Software Foundation para tratar de evitar el desarrollo de la especificación EME. Según ellos, "EME mina la compatibilidad de la web permitiendo que los sitios web requieran 'software propietario específico de terceras partes o incluso un hardware especial y sistemas operativos particulares'". Las consecuencias de la inclusión de este tipo de plataforma eran dramáticas para la EFF, que las definía en un artículo en su blog oficial:
[EME podría llevarnos] a una web en la que no podremos copiar y pegar texto; en la que nuestro navegador no puede "Guardar como..." una imagen; en la que los usos "permitidos" de los ficheros guardados se monitorizan más allá del navegador; en la que Javascript está sellado en tumbas opacas; y quizás incluso en la que no podríamos "Ver el código fuente" de algunos sitios web, y sería una web muy distinta a la que tenemos hoy en día. Es una web en la que los agentes de usuario y los navegadores deben navegar por un nido de obligaciones forzadas cada vez que visitan una página. Es un lugar en el que el próximo Tim Berners-Lee o Mozilla, si tuvieran que crear un navegador de cero, no podrían consultar los detalles de todas las "tecnologías web". Tendrían que negociar y firmar acuerdos de cumplimiento con un pulado de proveedores DRM para poder cumplir los estándares de forma completa e interoperable.
Curiosamente Sir Tim Berners-Lee, al que citaban en ese artículo y que a priori parecía que podría sumarse a esa protesta, veía las cosas desde un prisma distinto, y en un post en el blog de la W3C -que por cierto, no se ha pronunciado en ese mismo blog tras el anuncio de Mozilla- hablaba de cómo las cosas deben verse desde ambas perspectivas:
Ponemos al usuario en primer lugar, pero diferentes usuarios tienen diferentes preferencias. Poner al usuario primero no nos ayuda a satisfacer las necesidades posiblemente incompatibles de esos usuarios: algunos usuarios quieren ver películas de gran presupuesto en casa, mientras que algunos usuarios quieren experimentar con el código. La mejor solución sería una que satisface a todos ellos, y seguimos tratando de encontrarla. Si no podemos hallarla, buscaremos soluciones que hagan el menor daño a estas y otras necesidades ya expresadas por parte de usuarios, autores, implementadores y otros en el ecosistema. Si se debe usar una protección de contenidos de algún tipo en los vídeos, es mejor que se discuta en abierto en el W3C, mejor para todos que usemos un estandar abierto lo más interoperable posible, y mejor que se encuadre en un navegador que pueda ser de Código Abierto, y disponible en un ordenador de propósito general, en lugar de estar solo disponible en un dispositivo de propósito especial. Esos son argumentos clave para el ámbito de la decisión en este tema.
Mozilla, odiándose a sí misma
Y mientras tanto, en Mozilla se mantenían hasta ahora firmes en sus intenciones de no incluir mecanismos DRM en su navegador Firefox. La lucha contra este tipo de sistemas ha tenido, sin embargo, un triste final para los responsables del navegador Open Source.
Mozilla anunciaba antes de ayer en un artículo en su blog oficial que las futuras versiones de su navegador integrarían DRM. En realidad aquel mensaje era solo parte del discurso. Muchos medios aludieron solo a ese primer anuncio, cuando en realidad había otro igualmente importante: el de la comunidad de hackers en Mozilla que básicamente nos venían a decir (sin llegar a decirlo) que odiaban haber tenido que tomar esta decisión.
Andreas Gal, CTO de Mozilla, declaraba que «con el resto de navegadores y la industria de contenidos adoptando la especificación EME del W3C, no nos queda otra». Con una industria cada vez más afín a la inclusión de plataformas DRM en HTML5 para que los proveedores de contenido aceptaran distribuir sus vídeos a través de Internet, en Mozilla prefirieron no quedarse atrás. No incluir esos mecanismos, afirman, hubiera convertido a Firefox en un navegador poco competitivo ante la cada vez mayor relevancia del vídeo en Internet.
Por supuesto, el anuncio "rompía el corazón" de muchos usuarios e incluso de celebridades de la defensa de los derechos de los internautas como Cory Doctorow, autor del ya mítico blog Boing Boing, que en una larga reflexión sobre el tema confesaba su decepción:
Estoy devastado por el giro que han tomado los acontecimientos. [...] Acepto plenamente que Baker y Gal han tomado esta decisión con reservas y de forma triste. Estoy en desacuerdo con sus argumentos, pero los entiendo. Y acepto que tendrán que esforzarse para idear un DRM que haga el menor daño posible.
Doctorow no fue el único en lamentar públicamente esa decisión: la Electronic Frontier Foundation también se sumaba a esa decepción e indicaba que aunque reconocen que Mozilla ha tomado esa decisión muy a su pesar:
Prácticamente todos los que implementan DRM dicen que lo hacen forzados a ello, y esa falta de responsabilidad es la que hace que esta práctica sea sostenible. El anuncio de hoy de Mozilla lamentablemente la coloca -en este aspecto- en la misma categoría que sus competidores propietarios.
¿Ayuda el DRM a la industria? Las pruebas no parecen justificarlo
Todo ese debate sobre la inclusión o no de plataformas DRM en todo tipo de industrias es lógico para usuarios e industria, pero tras la implementación llega el estudio de los resultados al hacerlo. ¿Ha sido beneficiosa para la industria la inclusión de mecanismos DRM?
La experiencia no parece confirmarlo. Apple decidió eliminar el DRM de sus canciones MP3 hace ya años, y de hecho Steve Jobs ya publicó una interesante reflexión sobre el tema dos años antes:
¿Por qué deberían las discográficas permitir distribuir su música sin DRM? Porque nunca han funcionado, nunca lo harán, y no sirven para frenar la piratería. Estas compañías obligan a vender su música on-line con DRM, aunque ellas mismas venden CDs sin protección que pueden ser convertidos a MP3 y subidos a internet sin problemas. Si el 90% de su música no tiene DRM… ¿A quien beneficia que el restante 10% sí lo tenga? Sin ella, las discográficas tendrían un mayor apoyo de nuevas tiendas de música que no tienen que invertir dinero en sus propios sistemas de protección, así como nuevos dispositivos para oir sus canciones.
Aquel mensaje era premonitorio de lo que Apple decidiría -con el apoyo de la industria, claro- algún tiempo después, y que ya era una de las claras demandas del mercado de los consumidores. Amazon ya lo hacía en su tienda de música -aunque siguen teniéndolo en sus audiolibros porque, según ellos, las editoriales les obligan-, y otras tiendas de música también adoptaron una política que devolvía el control a los usuarios de los contenidos que compraban y con los que teóricamente deberían poder hacer lo que quisieran mientras fuera para uso personal. Cuidado con tomar a Jobs y a Apple como ejemplos, no obstante: en primer lugar, las canciones compradas en iTunes integran una "marca de agua digital". En segundo, sus contenidos de vídeo, libros electrónicos, e incluso aplicaciones sí integran DRM, y la empresa de Cupertino los considera "un problema separado" (
Lo cierto es que la relación entre las plataformas DRM y la música no es aparentemente beneficioso para la industria. En diciembre aparecía un estudio según el cual las ventas de música se incrementaban un 10% si la oferta no llevaba DRM incrustado, y aunque había diferencias entre las pequeñas y las grandes discográficas, lo cierto es que "a los que más venden les da igual con que sin DRM" según ese estudio.
Y sin embargo, toda la industria parece volcarse con este tipo de sistemas. Lo estamos viendo últimamente no ya solo en contenidos digitales tradicionales -vídeo o música como claros referentes, los videojuegos, incluidos en este grupo, darían para un tema aparte- sino en soluciones hardware en las que esa protección del autor se sitúa como pilar fundamental (¿equivocado?) para muchos escenarios. Los responsables de Microsoft tuvieron que dar marcha atrás en sus intenciones de integrar DRM en la Xbox One, pero estamos viendo esos intentos de integración de DRM en los coches eléctricos, en los libros electrónicos, en cafeteras y, cómo no, en la mayor amenaza para el creador de diseños físicos: las impresoras 3D.
Queda fuera del objetivo de este artículo explicar el funcionamiento interno de EME -tenéis una buena referencia en este artículo- y sus pros y contras, algo sobre lo que por ejemplo podéis obtener más información en un documento colaborativo como este. Lo cierto es que es para cualquier usuario de a pie es difícil justificar a día de hoy la presencia de DRM. Si tomamos la perspectiva del creador, claro, las cosas se tornan muy distintas. Y sin embargo, las pruebas deberían servir para hacer que esas plataformas no fueran tan terribles ni para unos ni para otros. Un debate difícil que no parece tener solución.
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