Hay una sensación compartida, de angustia, entre los lectores empedernidos que no es otra que la de saber que hay miles de libros maravillos que jamás alcanzaremos a leer. A veces te sorprende contemplando una biblioteca - la propia, la de un conocido - otras en una librería, casi siempre leyendo recomendaciones de otros que uno suma a una pila imaginaria de trabajos pendientes.
Con el libro electrónico llega un paso - dicen - lógico y esperable: el del modelo de tarifa plana en suscripción a lo "Spotify" o "Netflix". 24Symbols, Oyster o Nubico son algunos de los pioneros, Amazon se sube al carro y con su posición dominante en el sector se postula como gran popularizador de esta tendencia. Y, a pesar de sus suspuestas bondades, me mantengo escéptico de que lo que ha funcionado con música, cine y televisión lo vaya a hacer con la literatura.
Leer, escuchar música, ver la tele
Hay discos que te acompañan toda la vida. Son los menos, claro, pero la música tiene esa forma de consumo en la que aceptamos y celebramos la repetición. Es un patrón perfecto para el modelo bajo demanda y con suscripción en el que ganamos previsibilidad sobre el precio.
En series y cine esto no es tan marcado - aunque servidor cada verano se vuelve a ver la trilogía de El Padrino con fidelidad religiosa - pero a cambio tenemos un patrón muy marcado de "zapeo": nos gusta probar, dar un paseo por la programación, dar oportunidades a nuevas propuestas dado el escaso esfuerzo que cuesta ver cinco minutos de algo...
Con los libros es diferente. A pesar de que hay quien gusta de releer, de que hay obras de consulta que se prestan a otro tipo de modelo y de que saber cuanto te vas a gastar sin sorpresas es algo que nos da seguridad, mi impresión es que por cómo nos relacionamos con ellos (permitidme que no utilice "cómo los consumimos"), el encaje de la tarifa plana con los libros es mucho menos claro.
El coste personal - tiempo invertido sobre todo - de leer un libro es mucho mayor que el de escuchar una canción o empezar a ver una serie. No es sólo que los libros cuesten bastante dinero - algo que la tarifa plana podría abaratar - sino que por ese otro coste de oportunidad, nos esforzamos mucho más en seleccionar qué vamos a leer.
Por último tenemos el factor "cuánto como y qué hambre tengo antes de ir a un buffet libre". Los últimos estudios de la federación de editores (clibromadrid, PDF) apuntan a que los lectores leemos de media entre 10 y 11 libros al año. Pensando en que las tarifas planas se están ofreciendo alrededor de los 9 y 10 euros al mes y que en ebooks estamos por norma por debajo de los 10 euros por libro (de hecho ese es mi tope casi siempre), económicamente merecería la pena en todo caso para un perfil de lector muy por encima de la media.
Con ventana o sin ventana. Spotify o Netflix
Incluso para este último perfil de super lectores pesará, finalmente, a qué catálogo le dará acceso la suscripción. Si las grandes editoriales entrarán en este modelo o lo que se encontrará será a algunas pequeñas independientes y autores autoeditados.
Incluso si entran las grandes hay un factor muy relevante, el de las ventanas de explotación. Si vamos a un modelo de Spotify en el que su suman los estrenos de inmediato o vamos a un modelo Netflix/Wuaki/Filmin en el que tenemos un catálogo en tarifa plana de obras con cierta antigüedad mientras que las novedades se pagan aparte.
Conociendo al sector y presumiendo los resortes económicos detrás de un modelo de tarifa plana descartaría por completo que vayamos a ver un "spotify de los libros" en el que se ofreciesen las novedades desde el primer día. Y eso, volviendo a cómo leemos y seleccionamos nuestras lecturas, provoca que la propuesta sea incompleta de partida y se pierda la capacidad de preveer el coste en libros con el modelo de suscripción.
El único servicio que he probado de este tipo es Nubico. Funciona bien, cumple lo que promete, pero para quedarme necesitaba cambiar mi forma de aproximarme a la literatura: de encontrar una recomendación y obsesionarme con que ese es el libro que tengo que leer a hojear su catálogo a la espera de encontrar algo llamativo. Al final prefiero comprar mis libros gastando apenas un poco más - estoy entre los 15 y 20 libros al año - pero sin quedar anclado a un catálogo reducido y sin novedades.
El lector escéptico
Es difícil sustraerse a los propios sesgos que te empujan a transformar que "el modelo de suscripción en libros no es para mí" hacia el "modelo de suscripción de libros no tiene sentido", pero aún contando con eso, mantengo mi escepticismo.
De hecho mi mayor punto de distancia no es sólo el argumentario que he compartido en este artículo, es que, sobre todo, la tarifa plana con "miles de títulos disponibles" no hace sino agrandar el drama: cuántos libros maravillosos por leer, qué poco tiempo.
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