El futuro del coche eléctrico está inevitablemente unido al desarrollo de las tecnologías involucradas en la puesta a punto de las baterías. Y es que este componente, además de condicionar indirectamente las prestaciones de los vehículos, y de una manera directa y rotunda su autonomía y la experiencia que nos proponen a los usuarios, acapara aproximadamente el 40% de su coste.
La química del litio utilizada en las baterías actuales ha alcanzado una madurez notable. De hecho, ya hay coches eléctricos con baterías de iones de litio circulando por nuestras carreteras que nos proponen una autonomía muy interesante. Aun así, es evidente que el rol protagonista que aspiran a tener los vehículos eléctricos a medio plazo en el sector del transporte requiere que la tecnología de las baterías se desarrolle más.
Afortunadamente, la respuesta a esta necesidad ya ha comenzado a perfilarse en el horizonte. Las baterías con electrolito sólido están llamadas a reemplazar a las baterías de iones de litio convencionales, lo que ha provocado que prácticamente todos los fabricantes de coches eléctricos estén dedicando recursos a su desarrollo, bien de una forma directa, bien respaldando económicamente a empresas emergentes especializadas en la puesta a punto de baterías de estado sólido, como QuantumScape o Solid Power.
Las promesas de esta tecnología sobre el papel pintan realmente bien. Su mejor baza es un incremento teórico de la autonomía de los coches eléctricos de hasta el 50%. Esta mejora es una consecuencia directa de un aumento notable de la densidad energética, que en las baterías de estado sólido alcanzará, según QuantumScape, los 500 Wh/kg, mientras que las de iones de litio quedan por debajo de los 300 Wh/kg.
No obstante, esto no es todo. Además, las empresas que están trabajando en esta tecnología aseguran que la carga de la batería será hasta seis veces más rápida, su vida útil será más larga gracias a la eliminación de la pérdida de capacidad provocada por la degradación del ánodo, serán unas baterías más estables y seguras, y, para rematar la jugada, serán más baratas que las actuales baterías de iones de litio.
Hasta aquí todo suena muy bien. Incluso demasiado bien. Pero para que todo esto sea posible y estas baterías lleguen al mercado de consumo es imprescindible resolver varios desafíos muy importantes. Y posiblemente se resolverán, pero es justo en este contexto en el que lo que defienden unos fabricantes y otros es dispar, lo que a los usuarios nos invita a adoptar una postura saludablemente escéptica.
La gran pregunta es cuándo llegarán, y hay dos bandos con promesas dispares
El primer gran reto que deben resolver las marcas involucradas en el desarrollo de las baterías de estado sólido es el más evidente, y no es otro que la necesidad de poner a punto una química relativamente nueva que haga posibles las mejoras de las que hemos hablado más arriba sin comprometer la estabilidad y la longevidad de las baterías.
Dar con un electrolito sólido cuya composición garantice todo esto no es trivial, y, aunque el silicio se postula como un elemento fundacional en estas nuevas baterías, la información que han hecho pública los fabricantes refleja que todavía queda mucho trabajo por hacer.
Una vez que la química de las baterías de estado sólido esté resuelta y haya demostrado que realmente nos propone ventajas tangibles frente a las baterías con electrolito de sal de litio en estado líquido llegará el siguiente gran desafío: escalar esta tecnología.
Trasladar las innovaciones que han demostrado funcionar bien en las celdas producidas en un laboratorio a las baterías multicapa que van a ser fabricadas masivamente y utilizadas en un escenario de uso real, de nuevo, no es trivial. Y durante este proceso pueden surgir complicaciones.
En cualquier caso, estos retos no han impedido a la mayor parte de los fabricantes de coches eléctricos mojarse y anunciar a los cuatro vientos la fecha en la que esperan iniciar el despliegue comercial de sus propias baterías de estado sólido. Lo curioso es que las fechas con las que coquetean son dispares.
Algunas marcas han anunciado que tendrán listas sus baterías con electrolito sólido a mediados de esta década, lo que nos coloca en la órbita de 2025 y 2026
Algunas marcas han anunciado que tendrán listas sus baterías con electrolito sólido a mediados de esta década, lo que nos coloca en la órbita de 2025 y 2026. Sin embargo, otros fabricantes son más conservadores, lo que los ha animado a fijar como fecha de desembarco de sus baterías de estado sólido los últimos años de esta década, lo que nos coloca entre 2028 y 2030. Sorprendentemente el primer 'bando' es más numeroso que el segundo.
Algunas de las marcas que han colocado su punto de mira en los años 2025 y 2026 son BMW, Ford, el grupo Stellantis, Volkswagen, el fabricante chino NIO y Toyota, mientras que Nissan es una de las compañías que ha anunciado abiertamente que prevé tener preparados sus coches eléctricos con batería de estado sólido a partir de 2028.
La apuesta de todas estas marcas parece robusta, por lo que podemos asumir que las baterías con electrolito sólido llegarán. Sin embargo, como acabamos de ver, no está claro cuándo lo harán. Cabe la posibilidad de que a mediados de esta década ya esté disponible algún coche eléctrico equipado con esta tecnología de baterías, pero probablemente se tratará de un vehículo prémium que, por tanto, no tendrá un precio popular.
Parece razonable asumir que el escalado tecnológico necesario para que las baterías de estado sólido sean adoptadas masivamente por los coches eléctricos no llegará antes de 2028 o 2029, por lo que a finales de esta década sí podría producirse el despliegue masivo de esta tecnología. Pase lo que pase será interesante seguirle la pista mientras tanto. Crucemos los dedos para que cuando lleguen estas baterías realmente estén a la altura de las expectativas que han generado.
Imagen de portada | Kindel Media
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