A finales de abril, durante la promoción de ‘Vengadores. La era de Ultrón’, Cobie Smulders, que interpreta en esas películas a Maria Hill, pasaba por ‘Late Night with Seth Meyers’ para hablar sobre la cinta y para contar cómo su marido, cómico de ‘Saturday Night Live’ y gran fan de los cómics de Marvel, le había ayudado a conocer mejor a alguno de los nuevos personajes que aparecían en la cinta. En un momento de la entrevista, Meyers reconocía haber sido también un gran fan de los cómics cuando era pequeño y añadía, medio en broma, que para él y sus amigos “todo lo que soñábamos era que, en algún momento de nuestra vida, una hermosa mujer nos dijera ‘háblame sobre Ultrón’”.
Esta anécdota resulta bastante ilustrativa del cambio que ha habido en el entretenimiento de consumo más masivo en los últimos años. De repente, decir que sabes cuántos Flash diferentes ha habido, o explicar que, en realidad, Bruja Escarlata y Quicksilver tienen una relación familiar con Magneto que el cine no puede reflejar por problemas de derechos ya no te estigmatiza como el raro, el friki. O sí lo hace, pero ser friki ya no es causa de marginación social; ser friki se ha convertido en algo cool.
La culpa de todo la tiene Marvel
Hay que dar las gracias al éxito de las primeras películas de ‘X-Men’, de la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ y, de manera todavía más decisiva, de ‘Iron Man’ y el resto de películas de Marvel por esta frikización de la cultura popular más mainstream. Simon Pegg puede pensar que el tema se ha ido de las manos (y en parte puede tener razón), pero para todos aquellos que se avergonzaban de adolescentes de que su libro favorito fuera ‘El Silmarillion’, en lugar de ‘El principito’ o ‘El guardián entre el centeno’, si queremos ponernos intensos, es como si hubiera llegado la gran utopía, el momento en el que no tienes que excusarte por adorar ‘Star Wars’ o por ser capaz de recitar frases en klingon.
Y a ello ha ayudado mucho, muchísimo, Internet. La posibilidad de que cualquiera pueda desahogar ahí sus teorías más locas sobre el final de ‘Juego de tronos’, o analizar enfermizamente los cambios entre la nueva versión de ‘Sailor Moon’ y la original, y encontrar un grupo de gente con sus mismas aficiones ha permitido que los frikis no se sintieran (nos sintiéramos) tan aislados. No eres un bicho raro porque juegues al rol y ninguno de tus compañeros de clase lo haga; en Internet encuentras una web o un foro de otros jugadores y te sientes menos solo.
Es la principal razón que dan todos los que van a Comic-Con, o a cualquiera de las otras convenciones que han proliferado por todo el mundo, para explicar por qué repiten año tras año: porque allí se encuentran con otras personas con sus mismas aficiones. Sí, no vamos a ignorar que Internet permite también el trolleo extremo, cosas como el GamerGate y que haya fans con una sensación de propiedad muy poco saludable, pero también a esas conductas les va a llegar su fin. Porque una de las razones por las que la red de redes ha sido instrumental en esa "salida del armario" de lo friki es justo por su capacidad de inclusión, de aceptación, de sentimiento de pertenencia a una comunidad.
De marginados a populares
Cuando yo estaba en el instituto, si me permitís una pequeña reflexión personal, era el momento en el que Telecinco empezó a emitir en España 'Expediente X'. Sólo otra chica de mi clase la veía, y no había nadie más con quien poder compartir nuestro fanatismo por la serie. En aquella época, internet no estaba tan implantado como lo está ahora, y teníamos que conformarnos con leer lo que se publicaba en los suplementos semanales o en los periódicos. Que, por cierto, te contaban de pe a pa en mayo o junio la temporada que Telecinco iba a estrenar en septiembre. Para que nos quejemos ahora de los spoilers.
En cuanto todos empezamos a estar conectados a internet y a poder navegar en ella desde el teléfono móvil, los fans encontramos enseguida sitios, y más gente, donde y con quien poder compartir nuestra pasión. La web Vulture comentaba hace poco cómo internet había facilitado que más mujeres se zambulleran en los cómics de superhéroes, y el público femenino entre 17 y 33 años era la demográfica lectora que más rápido había crecido en Estados Unidos en los últimos años. Es sólo un pequeño ejemplo de cómo internet ha ayudado a extender lo que hasta no hace mucho podía considerarse una parte "menor" del corpus cultural popular, algo que se miraba por encima del hombro.
Ahora, los frikis ya no son (no somos) bichos raros. No tenemos que avergonzarnos por llevar camisetas de Portal y nos sentiremos como en casa si, cuando llegue diciembre, nos sentamos en el cine a ver 'Star Wars Episodio VII. El despertar de la Fuerza' al lado de un tipo disfrazado de Bobba Fett. Sí, los taquillazos de las películas de Marvel han hecho que, de repente, todo el mundo quiera leer cómics de Thor y se compre camisetas con los planos de la Estrella de la Muerte, pero no seamos snobs; por fin nuestros gustos son vistos como algo, al menos, con potencial para ser interesante, como algo de lo que no hay que huir. El frikismo es una comunidad. Y la fuerza de una comunidad está en su capacidad de abrazar e integrar a todo el que quiera formar parte de ella.
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