Nada como un thriller de gente encerrada en entornos asfixiantes sin saber cómo han llegado allí para mantener al espectador al borde del asiento durante un buen rato. En esta ocasión, la coartada argumental entra en los límites de la ciencia-ficción, ya que desde el principio percibimos que la sufrida protagonista de 'Oxígeno' no está atrapada en un ataúd, un armario o una celda, sino en un entorno algo más sofisticado.
Se trata de una cámara de criogenización asistida por una inteligencia artificial. Con ella intentará comunicarse nuestra atribulada heroína para sortear las innumerables trabas que le impiden salir al exterior, desde el cierre hermético de la cápsula a la administración de sedantes, pasando por las desconcertantes comunicaciones con la policía. El principal problema, por supuesto, es que no recuerda cómo ha llegado allí o ni siquiera cómo se llama, más allá de flashbacks puntuales en los que aparece un hospital o un hombre que podría ser su marido.
Con el eterno problema del cronómetro que marca el escaso aire que le queda, esta mujer intenta comunicarse con el exterior, dar con pistas que le ayuden a entender quién es y cómo ha llegado allí. Se sucederán en su cabeza (y en la del espectador) las teorías: ¿Ha sido secuestrada? ¿Está enferma? ¿Qué utilidad tiene esa cápsula de criogenización? Las alucinaciones desatadas por la tensión y por las drogas que le administran multiplican las preguntas y las dudas.
Para desarrollar su argumento, 'Oxígeno' se vale de ciertas convenciones que ya hemos visto en otras películas. La conexión con el exterior, por ejemplo, que va y viene, y los continuos flashbacks que desvelan retazos del pasado, así como alucinaciones aterradoras que le hacen creer que está acompañada de alimañas. Alexandre Aja dosifica todos estos elementos que puntúan los ataques de ira y ansiedad de la protagonista con acierto, y aunque a veces hay que dejarse llevar por su arbitrariedad (y por la conveniencia de que la mujer tenga determinados flashbacks en determinados momentos), en general la verosimilitud se mantiene.
A caballo entre pandemias
Curiosamente, el guión de 'Oxígeno' se escribió en 2016, a manos del debutante Christie LeBlanc. En él se hace mención a un pandemia que está impactando en la población mundial, pero curiosamente, no sería hasta el reciente estallido del COVID que la película se ha podido llevar a cabo. Se ha rodado parte en el primer y parte en el segundo confinamiento francés, y es la primera película de Alexandre Aja filmada en su idioma natal en casi dos décadas.
El excelente pulso de Aja para transmitir al espectador sensaciones de opresión y claustrofobia, como demostró en su última y excepcional 'Infierno bajo el agua', donde una joven estaba encerrada con un par de caimanes en una casa inundada, se percibe también en 'Oxígeno'. Tal y como demostró Rodrigo Cortés en 'Buried', hay muchas formas de rodar a una persona que se pasa una película en un cajón y en posición horizontal, y tanto Aja como su director de fotografía habitual, Maxime Alexandre, planifican y ruedan de modo brillante, como si no hubiera limitaciones de espacio.
Y por supuesto, todo el peso de la tensión recae sobre una absolutamente extraordinaria Mélanie Laurent ('Malditos bastardos'), capaz de hacer creíbles ataques de ira, desesperación, rápidos cálculos mentales para sobrevivir y adelantarse a las conjeturas del espectador y, en general, representar todo un rango de emociones creíbles con una facilidad y emotividad pasmosa. Sin ella, 'Oxígeno' no funcionaría de forma tan consistente.
'Oxígeno' tiene sus problemillas (quizás le sobre algo de metraje, así como algunas ideas tópicas en la puesta en escena de sus flashbacks y alucinaciones), pero la valentía de plantear una historia como esta, con un final sorprendente e impactante, y que hace equilibrios sobre los hombros de una sola actriz, es encomiable. Quizás no todos los paladares aprecien esta avalancha de claustrofobia a la vieja usanza, pero frente a tanta ficción descafeinada y ritmos soporíferos, 'Oxígeno' es un estupendo chute de tensión en espacios cerrados.
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