Todos tenemos más o menos claro (no hay más que ver los comentarios y reacciones a nuestro anterior artículo sobre 'Matrix') que la película que arrancó la trilogía en la que Neo se enfrenta a las máquinas está considerada poco menos que un clásico moderno de la ciencia-ficción. No es para menos: su amalgama de influencias, exquisitamente escogidas y regurgitadas, dio como fruto una película no especialmente original a la hora de escoger sus ingredientes, pero sí muy novedosa en cómo los presentó y equilibró.
Sin embargo, el consenso en cuanto a lo que supusieron las secuelas para la trilogía de las Wachowski y para el cine de ciencia-ficción son mucho más discutibles. Nadie o casi nadie coloca a secuelas y película original al mismo nivel, porque eso es prácticamente imposible: el impacto y la influencia de 'Matrix' llega hasta ahora mismo. Las secuelas fueron una continuación temática y estética de la idea original muy conscientes de su incapacidad para igualar el revolucionario torbellino de ideas de la primera película. Pero eso no hace que fueran del todo desechables.
Vamos a revisar algunos de los hallazgos y logros de las dos secuelas de 'Matrix'. Aconsejamos acercarte a ellas con la mente libre de prejuicios y dejando de lado la idea preconcebida de que no son más que explotaciones oportunistas de la primera y mítica entrega. Porque, de hecho, es por ahí por donde vamos a empezar...
La trilogía Matrix: Una obra total
Por supuesto que si 'Matrix' hubiera sido un fracaso de taquilla (solo para que no se nos olvide: Will Smith podría haber sido Neo, y prefirió hacer 'Wild Wild West'), no habría habido nuevas entregas ni obras derivadas, pero parece obvio que cuando las Wachowski concibieron el mundo en el que se ambientaba la primera Matrix, dejaron, voluntariamente, mucho en la sombra. Lo suficiente como para ampliarlo en dos películas, y más allá. No es ningún disparate: el world-building es muy habitual en géneros como la fantasía y la ciencia-ficción, haya secuelas de por medio o no.
Se dijo de 'Matrix' que la historia continuaba muy torpemente en las secuelas lo que era una argumento más o menos cerrado en la primera película, pero lo cierto es que aunque 'Matrix' podría haber quedado como una estupenda historia independiente, es obvio que las Wachowski tenían planteado cómo continuarla. El mejor ejemplo está en el personaje más complejo y fascinante de la saga: el agente Smith. Su derrota al final de la primera entrega no es más que un impasse para empezar a desarrollarse de verdad en direcciones que se apuntan en la primera película de forma sutil, en una estrategia que huele a más que calculada.
Del mismo modo, es cierto que Neo completa en la primera película el típico “viaje del héroe”, el monomito del que hablaba Joseph Campbell y que también abrazan héroes pop modernos como Luke Skywalker o Harry Potter (o Pedro Sánchez). Pero lo cierto es que en las secuelas, Neo no se estanca, y al final de cada entrega de 'Matrix' su condición da un vuelco. De sometido a superhéroe, de superhéroe a mesías y de mesías a mártir.
Con eso no queremos decir que no se pueda preferir el enfoque conciso, menos complejo pero también más focalizado de la primera entrega como aventura única de Neo. Solo que rechazar las secuelas porque suponen un “pegote” creado de forma artificial para prolongar el éxito de la primera es de un reduccionismo algo injusto. Está claro que para extender esa historia inicial se tomaron unas decisiones más afortunadas que otras (los tres videojuegos son más bien horribles, aunque por razones distintas), pero no solo las secuelas denotan un plan inicial que iba más allá de la primera aventura, como demuestran la extraordinaria 'Animatrix' y los estimables cómics.
Imperfectas como historias independientes...
Hay algo que las secuelas no pudieron igualar de la primera entrega, y es esa estructura casi alquímica, muy sintética, sin duda relacionada con el viaje del héroe de Campbell que mencionábamos, lo que la hace reconocible y cómoda pero que también llevaba su propio libro de instrucciones. Así eran las enseñanzas de Morfeo a Neo, una forma de desentrañar el código de la propia película, yendo más allá de una mera relación entre maestro y alumno que podíamos encontrar en las lecciones que Luke recibía de Obi Wan.
De este modo, el argumento de 'Matrix' era tan memorable porque hablaba de sí misma, de la película 'Matrix', además de plantear un mundo de ficción. Las disquisiciones metafísicas de Morfeo explicaban por qué estábamos viendo escenas de acción rodadas literalmente como nunca antes se habían rodado (o casi), se justificaba a sí misma, al bullet time, al kung fu y convertía una escena tan tópica y mil veces vista como la del dojo en un recurso meta.
Nada de eso podía repetirse en las secuelas, porque ya se había hecho, y entonces sí que habríamos encontrado estas nuevas entregas derivativas y sin vida propia. Éstas tomaron la decisión de tirar hacia adelante y pisar a fondo, y son muy conscientes de que 'Matrix' es un hito inalcanzable. A mí me gusta esa mezcla de soberbia y modestia, ese "no vamos a ser capaces de repetir aquello, pero a cambio te damos esto otro".
¿Y qué dan las secuelas? Escenas de acción de una extensión y complejidad nunca vistas, estructuras anticlimáticas, diálogos de una abstracción inaudita en el cine comercial de la época. Siempre conscientes de su condición de productos inferiores y a la vez derivativos, pero a la vez sabiendo que literalmente nunca se había planteado una secuencia de acción (o más bien, sucesión de secuencias) como la del Cerrajero: una de las mejores peleas de la saga (la de las escaleras en el palacio del Merovingio) seguida de la increíble persecución en la autopista.
También hay que conceder que 'Revolutions', la segunda secuela, agacha un poco más la cabeza, y se sabe producto derivado de una derivación. Pero de nuevo, hay que entender las condiciones: 'Reloaded' y 'Revolutions' se rodaron prácticamente juntas, y su historia se continúa de forma mucho más íntima que como lo hacen 'Matrix' y sus dos secuelas. Después de la increíble secuencia de acción en la autopista de 'Reloaded', es complicado ir más arriba, y aunque el ataque de Sión en 'Revolutions' es aceptable, se queda a medio camino.
Quizás el gran problema de las dos secuelas es que intentan superar en espectacularidad y aparatosidad a la primera 'Matrix', y la jugada no siempre funciona. De nuevo la secuencia en la autopista es la clave: cuando parece una clásica persecución automovilística (del mismo modo que en la primera entrega había "clásicas" secuencias de kung fu), es impresionante. Pero cuando quiere rizar el rizo (el horrendo plano del choque de camiones y Neo salvando a Morfeo y al Cerrajero), da pie a algunas de las peores momentos de la trilogía. Otro tanto se puede aplicar al tramo final de la pelea con los Smith múltiples: mejor cuando parece una pelea como las de la primera 'Matrix', peor cuando quiere ir más allá.
... pero perfectas como ambiciosas continuaciones
Dejando clara su condición de productos derivados de un clásico de la ciencia-ficción, lo cierto es que las dos secuelas de 'Matrix' tienen mucho que aportar al espectador interesado en ver cómo continúa la guerra de los humanos contra las máquinas. Con Neo revelado como un superhéroe dentro de Matrix, pasan los meses y veremos conflictos entre los humanos en la ciudad de Sión, donde soportan el asedio de las máquinas. No todo el mundo cree que Neo sea alguien especial, y también conoceremos a dos programas muy especiales: el Oráculo, aliado de los humanos, y el Arquitecto, creador de Matrix.
Se trata de un empujón del argumento en una dirección inédita, y más interesante que una mera repetición de los códigos de la primera Matrix. Ciertamente, la lucha de los humanos pierde algo de mística cuando vemos que viven en cuevas y lo que les gusta es bailar y el fornicio, pero a cambio, -sobre todo en 'Reloaded'- las Wachowski se las arreglan para lanzar al espectador más información de la procesable. No solo es la aparición de los dos programas y la magnífica deriva del personaje de Smith, obsesionado con el libre albedrío: es que las directoras no ponen todas las cartas sobre la mesa.
Por eso la conversación con el Arquitecto, muy discutida (y parodiada) en su día, es tan abiertamente enigmática. Clarísimamente deja datos fuera para no dárselo todo hecho al espectador pero, también clarísimamente, hay una historia planteada que las Wachowski, sencillamente, deciden no contar. ¿Qué pasaba en las anteriores versiones de Matrix? ¿Es el Oráculo realmente el enemigo del Arquitecto? ¿Está previsto el triunfo de los humanos? Un enigma sin respuesta clara y del que los fans siguen conjeturando.
Para muchos espectadores es un obstáculo demasiado abrupto la falta de concesiones de las Wachowski, que quizás si hubieran querido complacer a su público habrían plantado, enmedio del relato del Arquitecto, unos útiles flashbacks, al estilo del estupendo episodio de 'Animatrix' que cuenta la rebelión de las máquinas. O habrían hecho que el Merovingio hablara de forma más clara. O habrían plantado equivalencias entre los programas y sus equivalentes del mundo real (un cortafuegos, un antivirus, un Solitario) más obvios. Pero ese no es el juego de las directoras, y al final queda una trilogía de películas en las que la primera es la más revolucionaria pero, también, la más sencilla.
Lo que sí resulta notorio es cómo las Wachowski, a veces mejor y a veces peor, se encargan de desarrollar evoluciones coherentes para todos los personajes, y no necesariamente todas en torno a Neo. Por ejemplo, la decisión de humanizar a Morfeo con un triángulo amoroso, sin duda elimina algo de esa mística que tanto cautiva a los infaustos redpillers, pero sirve para introducir dos personajes humanos muy interesantes y para barrer la sensación de que Morfeo no es más que un loco que se ha venido demasiado arriba con los jeroglíficos del Oráculo.
Todo ello palidece, como ya hemos dicho, frente al desarrollo del Agente Smith, un programa informático que se contagia de humanidad y libre albedrío, fascinado con ella a la vez que necesita absorberla y eliminarla y que tiene las líneas de diálogo más inspiradas de la trilogía. Su enfrentamiento final con Neo, más épico en lo conceptual que en lo visual, es -junto al diálogo con el Arquitecto y la secuencia de la parada de metro del principio de 'Revolutions'- uno de los grandes triunfos en el cine de una ciencia-ficción abstracta, casi literaria, sobre la casi siempre discursiva, narrativa y masticadita ciencia-ficción de las películas.
Una ciencia-ficción distinta es posible
Porque al final y con sus problemas, que los hay (de los obvios vaivenes de ritmo derivados de la extrañísima estructura argumental de ambas películas a personajes como Trinity, que no terminan de estar a la altura de lo mostrado en la primera entrega), el gran logro de las dos secuelas de 'Matrix' es que, con ellas, las Wachowski hicieron las películas que les dio la gana. No hay más que ver la rarísima, inclasificable forma que tienen de desplegar sus argumentos ante el espectador, lanzándole anticlímax o picos de interés en lugares insospechados (muy cerca del principio, o muy lejos del final). En su irregularidad está su grandeza, porque de ella deriva su extravagancia.
De 'Revolutions' salieron las Wachowski muy crecidas en lo creativo, y nos brindaron su mejor filme junto a la primera Matrix, la mayúscula 'Speed Racer', que pese al desencuentro con el público y la crítica, proponía soluciones visuales tan revolucionarias como las del primer tiempo-bala. Sus dos siguientes películas, mastodónticas y aparatosas (la inclasificable 'El atlas de las nubes', la divertida pero no demasiado memorable 'El destino de Júpiter') quizás son demasiado libres, y está demostrado que a las Wachowski les vienen muy bien las limitaciones (de producción en la primera 'Matrix', de un material previo en 'Speed Racer', de su naturaleza de secuelas en 'Reloaded' y 'Revolutions').
Pero lo cierto es que, aún incapaces de proponer un cambio de reglas tan radical como la primera 'Matrix', las dos secuelas demostraron que era posible una ciencia-ficción distinta. Una que pudiera ser al mismo tiempo cerebral e intuitiva, que pudiera enmarcar un desmelene visual de tres cuartos de hora entre dos conversaciones que manejan conceptos de filosofía avanzada (pero para todos los públicos). Una que revolviera los conceptos de héroes y villanos apartándose de los tópicos de la space opera que llevaban décadas contaminados por el éxito de 'Star Wars'. Una que dignificara los superhéroes y el kung fu a la vez que bajaba de su pedestal la filosofía transhumanista, la literatura cyberpunk y el anime de línea dura.
De forma irregular, a trancas y barrancas si se quiere, pero eso lo consiguieron las secuelas de 'Matrix' en la misma medida que su predecesora: abrir vías para una nueva ciencia-ficción, distinta de las precuelas de 'Star Wars' que se gestaban en los tiempos de 'Matrix'. Por muy distantes que te parezcan en sus planteamientos y resultados, es posible que películas arriesgadas de género de principios de siglo como 'Hijos de los hombres', 'Primer', 'Una mirada a la oscuridad', 'Moon' o 'Wall-E' no se hubieran llegado a producir si las Wachowski no hubieran abierto brecha. Les puedes poner todos los peros del mundo, pero las secuelas de 'Matrix' hicieron historia porque miraron sin miedo al futuro del género.
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