“Nos vemos en 25 años”. Parecía una simple referencia más, pero en 2017 la frase de Laura Palmer se ha cumplido por fin y esta misma madrugada hemos podido disfrutar de los dos primeros episodios de la (inesperadísima, siendo sinceros) tercera temporada de Twin Peaks. El retorno de David Lynch y Mark Frost a la mitología que ellos mismos crearon, ahora apoyados por Showtime, resuelve muchas dudas a si merece la pena o no rescatar la serie y abre un montón de nuevos interrogantes.
Acompañadnos en este retorno, sin spoilers, a uno de los pueblos míticos de la Historia de la TV… aunque ahora el pueblo importe bastante poco.
Todo es lounge menos la vida; la vida es más bien Lynch
No hace falta adentrarse mucho en el primer episodio de la tercera temporada para que David Lynch deje claro que ésta sigue siendo su serie. Suyos fueron los mejores episodios de las dos temporadas anteriores, suyas fueron las ideas que sostienen todo el engranaje y suyas también las decisiones que emborronaron la segunda temporada, especialmente la de alejarse de Twin Peaks para poder dedicar su atención a sus proyectos.
Los treinta primeros minutos del primer episodio tienen justo lo que ha hecho de Lynch un autor único: el ritmo pausado, la composición casi pictórica de las escenas, los personajes a priori normales y enseguida extraños… En Lynch, como afirmaba Quim Casas, la normalidad es una tara y Twin Peaks es la quintaesencia de esa máxima: aún sorprende ver cómo consiguió la primera temporada ser tan masiva si era, capítulo tras capítulo, una narración anómala, oscura y deformada. Treinta minutos tardan Lynch y todos los que lo acompañan en dar tregua al espectador. Hasta el primer acontecimiento violento de esta temporada (segundo en realidad), ‘Twin Peaks’ navega en las mismas aguas que Mullholland Drive o que Inland Empire. A partir de ahí, de los acontecimientos de Nueva York, decide vestirse de serial policíaco… pero no tengo muy claro que vaya a durar.
De hecho, este regreso de ‘Twin Peaks’ conserva la valentía de ser un whodunit a lo Lynch. Nunca va a importar el quién lo hizo mientras lo que haya en juego son planos de realidades paralelas, la lucha del bien y del mal contada como si fuera un cuadro de Edward Hopper o los monstruos interiores del noir convertidos en algo físico, real.
Menos Twin Peaks para ser más Twin Peaks
Es curioso que Twin Peaks, el pueblo, sea lo que menos se ve en estos dos primeros capítulos de temporada, cuando en las dos primeras temporadas fue tan fundamental. Pero, sobre todo, es reconfortante: abrir foco no hace que la atmósfera sea menos agobiante. “Twin Peaks” se convierte así es un clima. Da igual si viajamos a Nueva York, a un pueblo cualquiera de Dakota del Sur, a Las Vegas o por moteles… Da igual si esto se convierte en una Road Movie: aprisiona, perturba y desazona como siempre, con un guion que lo mismo apuesta por la comedia (la llegada de los policías al edificio de Buckhorn) que por el slasher (lo de Nueva York, que pasa de instalación de Arte Contemporáneo a pesadilla en poco más de tres secuencias).
Twin Peaks, por tanto, ya no “es” sólo el pueblo. La lucha de la logia negra y la logia blanca se ha extendido e intensificado, mientras que la habitación roja, que se mantiene incólume al paso del tiempo, es ya más relevante que nunca, aunque sus cimientos parecen peligrar.
Así, si el primer episodio sirve para que Lynch deje claro que no va a ceder ni un ápice en cómo plantea las cosas, el segundo capítulo de la nueva temporada es todo un guiño a los fans: las secuencias que allí, en esa habitación roja, ocurren dan por buenas las mejores teorías sobre lo que ocurrió con Dale Copper, añade nuevos mitos a un espacio claustrofóbico (¡el árbol!) y muestra el futuro de por dónde irá la lucha central de esta temporada. Todo eso, por cierto, en un diseño de sonido alucinante y alucinado.
Ahora sólo queda mirar la caja
Son dos capítulos de estreno sobresalientes, que, sinceramente, no esperaba. Lynch lleva tiempo desconectado del cine, aunque mantiene su parte de producción más cercana a los experimentos digitales, el cortometraje, etc... ¿Tenía realmente ganas de regresar? Mi yo pesimista lo dudaba, pero el regreso, en este inicio, es pletórico.
Lynch, en dos episodios, ya nos ha convertido en los vigilantes de la caja: estaremos ahí, esperando a que aparezca algo. ¿El qué? De momento, no sólo se desconoce, sino que es terreno vedado.
Lo que es seguro es que el suelo se abrirá bajo nuestros pies, por muchos personajes familiares que aparezcan (¡ah, log lady, qué duro verte así sabiendo precisamente que ya has fallecido!). Es probable que asistamos a juegos temporales (algo nada ajeno a la obra de Lynch, por cierto) como insinúa la estructura del segundo episodio. También que nos enfrentemos a voces del más allá (o del más acá, ¿con quién habla Dale Cooper?). Y está claro que lo onírico y lo terrorífico van a ser el motor, más que en los 90, de Twin Peaks.
Lynch parece desatado, aunque a diferencia de lo que ocurría en 'Inland Empire', aquí tiene el respaldo incondicional de la cadena. Y, si sigue a este nivel, desde luego el nuestro. Dos de las mejores horas de televisión de 2017 están contenidas aquí: podemos dejar de dudar.
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