'Venom' no es el desastre que alguno de sus sosísimos trailers parecían avisar: es, de hecho, una -en ocasiones- potente mezcla de comedia física, acción superheroica y hasta terror visceral que no llega a destacar en ninguno de esos campos. Pero que gracias a su afortunado humor e intrascendencia, su voluntad de distanciarse del canon marvelita y su entonado protagonista, salva la papeleta de una forma especialísima que, por otra parte, tampoco extraña que se esté llevando un vapuleo crítico considerable.
Se trata del enésimo intento de compañías ajenas a Marvel, en este caso Sony, de explotar los derechos de personajes que les pertenecen por afortunados tratos del pasado. Una maniobra que a veces sale bien ('Spider-Man Homecoming', 'Logan'), a veces sale mal (casi toda la franquicia 'X-Men' en los últimos tiempos), pero que siempre tiene puntos de interés: frente a la uniforme, carente de riesgo, ya casi canónica visualización de los héroes Marvel post-Vengadores, películas como 'Deadpool' o esta 'Venom' proponen visiones irregulares pero, al menos, abiertas a la sorpresa.
Siendo honestos, muchas de esas peculiaridades le vienen a 'Venom' de casualidad: la película está lejos de ser esa epopeya oscura y amoral que prometían Tom Hardy y el director Ruben Fleischer, posiblemente cuando el proyecto iba a tener la calificación R (menores acompañados en Estados Unidos). No nos explicamos muy bien cómo Hardy y Fleischer se pudieron fiar de Sony en ese sentido (próximos proyectos de la compañía: una película que consagre a Spider-Man como héroe cinematográfico teen, y otra de animación basada en el multiverso del personaje), pero se veía venir, dados los precedentes. El resultado se reafirma en la indefinición general de tono de la película: el indomesticable simbionte en los comics se adapta con peleas muy intensas, comentarios constantes sobre cabezas cortadas y masticar vísceras y una gran cantidad de muertes salvajes que acontecen fuera de plano. Pero no llegamos a ver nada realmente violento.
La cuestión es que, tal y como ha quedado, y a pesar de su loca y claramente involuntaria montaña rusa de tonos e intenciones, la película es genuínamente divertida. Tiene un par de secuencias de acción largas y bien planificadas y Tom Hardy está desatado. De nuevo, nos tememos, no tanto como podría estarlo, ya que buena parte de sus desmanes de caracterización parecen haber quedado en la sala de montaje, pero aún queda algo de su esquizofrénico tono en la interpretación que algunos han comparado con la de Jim Carrey en 'Mentiroso compulsivo'.
La masa devoradora
'Venom' cuenta la historia de un periodista urbano y concienciado, Eddie Brock (Hardy), que investiga a una empresa tecnológica que está haciendo experimentos con criaturas alienígenas, simbiontes que se fusionan con el cuerpo de sus huéspedes. Uno de estos simbiontes se introduce en su organismo y, prácticamente invulnerable, se enfrenta a las fuerzas de seguridad del dueño de la corporación (Riz Ahmed). Se trata de una línea argumental que, obviamente, pasa por alto el origen de Venom en los comics Marvel, íntimamente relacionado con Spider-Man y su traje negro de los noventa.
De hecho, la película no explica por qué la cara de Venom es, bueno, la máscara de Spider-Man, pero por suerte tampoco se esfuerza en buscar justificaciones innecesarias. 'Venom' pisa pronto el acelerador y encadena persecuciones y combates, algunas sorprendentemente bien solventadas, como la del descubrimiento de Brock del simbionte: una disparatada mezcla de combate cuerpo a cuerpo con trompazos (casi tartazos, como quien dice) y carreras en moto por las calles de San Francisco, fusionando comedia física y violencia para todos los públicos. Esa intensidad, por desgracia, no se mantiene toda la película, y ese es su gran problema: 'Venom' se desliza en ocasiones por inesperados terrenos románticos, para lo peor (un triángulo amoroso sin fuste, con una Michelle Williams antipaquitísima) y lo mejor (otro absurdo y tronchante triángulo... en el que está Venom).
Y aunque los agujeros de guión son abundantes, claramente debidos a que a la película le faltan veinte minutos (la subtrama del trabajo de Brock, personajes a medio desarrollar, un simbionte malvado con un desarrollo de chiste, saltando de cuerpo en cuerpo hasta un ridículo plan final), 'Venom' se sostiene gracias a un Tom Hardy chifladísimo. En sus mejores momentos conecta con aquellos instantes de humor inesperado de 'Mad Max: Furia en la carretera' en la que era aturdido testigo de una masacre que le quedaba grande.
Aquí hace un espléndido trabajo como comediante físico aunque Brock sea algo cargante cuando no le acompaña Venom, pero secuencias como la de la marisquería son puro delirio inconsciente y gamberro del que se echa de menos en el cine de superhéroes reciente, siempre alejado de la diversión relajada e imbécil. Los diálogos de Hardy consigo mismo son divertidísimos (aparte del extraordinario trabajo vocal del actor) y hacen justicia al carácter siniestro del antihéroe marvelita, cuyo origen queda muy lejos, pero no tanto su estética sucia y urbana y su humor esquinado.
Esta irregularidad se transmite a los efectos de la película, que dada las características del personaj, son un poco su corazón: su festival de CGI a veces funciona, como en los momentos de horror cárnico y mutante que deja instantes visuales muy interesantes (la sustancia, incómodamente alienígena, cuando no tiene huesped; o los momentos más gráficos y surreales del choque final). Otras veces los efectos no están tan trabajados y juegan a la confusión y a la desidia estética (en cualquier caso, no llega a su referente claro e inalcanzable, el moco del espacio exterior del clásico del body horror 'El terror no tiene forma').
'Venom' no es una película extraordinaria. De hecho, solo es satisfactoria a ratos: es esquizofrénica e irregular, lo que a veces encaja inusualmente bien con su protagonista. Pero entre aciertos involuntarios y momentos brillantes entre escenas del montón, la película parece más bien pertenecer a esa época pre-MCU en el que el cine de superhéroes era más modesto y extraño. No hablamos de dislates como 'Catwoman', con la que injustamente se la ha comparado, sino más bien de subproductos de usar y tirar -'Ghost Rider', 'Blade III', 'Daredevil'- hoy semi-olvidadas con justicia, pero satisfactorias en revisionados poco exigentes. No es un destino muy honorable, pero eh: al menos no es 'Spiderman 3'.
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