'X-Men: Apocalipsis', cerrar el círculo

Hemos llegado a un punto —quisiera pensar que todavía lejos del no retorno— en el que lo que antes nunca se le exigía a según qué tipo de cine, ahora parece ser la premisa fundamental en la que basar las arremetidas más feroces contra él. Porque, ciñendo el discurso a las producciones de superhéroes, ¿qué más debería requerirse de ellas al margen de que sirvan de entretenimiento?

Y si de entretenimiento tenemos que hablar, entonces no cabe duda que 'X-Men: Apocalipsis' ('X-Men: Apocalypse', Bryan Singer, 2016) cumple a la perfección su cometido: el de mantenerte aislado del mundanal ruido durante dos horas casi y media sin que en ningún momento te plantees moverte inquieto en tu butaca y, ni mucho menos, mirar el reloj de reojo para dilucidar cuánto de proyección le queda al filme.

Cuidado, como veremos a continuación, que una película entretenga, y lo haga de la más que correcta manera en que lo consigue la sexta entrega de la franquicia mutante —octava si contamos las dos cintas de Lobezno con protagonista, novena si metemos en el saco las aventuras de cierto mercenario bocazas—, no quiere decir que estemos hablando de una producción sobresaliente o de una que consiga superar lo que casi todos coincidimos en apuntar como lo mejor que han dado los hombres y mujeres X en la gran pantalla.

Épica masiva

Con la segunda cinta dirigida por Singer como la que, en términos generales, mejor sigue representando la idiosincrasia mutante a veinticuatro fotogramas por segundo, lo que cabe encontrarse en la apabullante propuesta que ha sableado a las arcas de la Fox la nada desdeñable cantidad de 250 millones de dólares —los mismos que este año han costado las otras dos superproducciones de superhéroes de los universos DC y Marvel que ya hemos podido ver— sirve como cierre, a lo que el cineasta comenzó a plantear allá por el año 2000 con muchos menos fondos y más cariño.

Porque si algo le falta a 'X-Men: Apocalipsis' es la personalidad que, en instantes concretos de la primera entrega, y en casi todo el metraje de la segunda, cabía encontrar en la labor de un Singer que aquí apuesta de forma directa y sin muchos remilgos por epatar al público desde el espectacular prólogo en el antiguo Egipto. Al hacerlo, el realizador renuncia a lo poco que ya quedaba de aquél que conocimos en 'Sospechosos habituales' ('The Usual Suspects', 1995) y se transforma en mero conductor sepultado por el masivo talante de las set pieces que van jalonando la proyección.

Crisol del trabajo de un considerable puñado de empresas de efectos visuales, la puntual efectividad de las secuencias llamadas a permanecer en la memoria del espectador como aquellas que mejor representan al filme se pone en entredicho por la calidad de algunos de los trucajes generados por ordenador —algo que llama poderosamente la atención dado el respaldo económico con el que cuenta la producción— y porque, seamos francos, el apoyo que la inclusión de éstas encuentran en el guión es, como poco, endeble.

¿Que por qué? Porque sí

Si uno pretende disfrutar sin muchas molestias de lo que Singer, Simon Kinberg, Michael Dougherty y Dan Harris plantean con el libreto de 'X-Men: Apocalipsis', lo mejor es desconectar, y hacerlo con la mayor rapidez posible, los mecanismos que nos permitirían detectar las inconsistencias y los muchos "por que sí" en los que se fundamenta el filme para seguir avanzando aunque hacerlo sea a costa de plantear argumentos que contradigan a lo visto en las dos cintas que precedieron de forma inmediata a ésta.

Figura más representativa de dichas contradicciones al margen de la de una forzada aparición, y la más voluble desde que Matthew Vaughn "reiniciara" la franquicia con 'X-Men: Primera generación' ('X-Men: First Class', 2011), es un Magneto que ya ha dado tantas vueltas que resulta imposible aceptar como creíble el planteamiento que sustenta al personaje encarnado por el siempre efectivo Michael Fassbender. Y si el villano que tiene buen fondo pero carece de problemas a la hora de pretender hacer tabula rasa con el mundo es como poco endeble, entonces mejor no hablemos de Apocalipsis.

Dejando de lado lo muy desaprovechado de la elección de Oscar Isaacs para el papel —con tanto y tan equivocado maquillaje, En Sabah Nur podría haber sido CUALQUIERA—, lo que resulta de traca es que, dibujándolo inicialmente como poco menos que un Dios, el mega villano que sirve de centro al filme esté desarrollado en términos tan parcos, pobres, poco consecuentes y menos justificados como los que aquí hemos de contemplar y que, en última instancia, se desaproveche al que en los cómics es una de las némesis más temibles de los X-Men.

'X-Men: Apocalipsis', fin de un trayecto

Con Ángel —¿es que nadie se dio cuenta de lo mal que funcionaba en la tercera parte?—, Mariposa Mental o una sosa y poco convincente Jennifer Lawrence que parece estar para cobrar cheque y poco más, completando el cupo de caracteres que ni fu ni fa, es en las nuevas encarnaciones de Jean Grey, Cíclope, Rondador Nocturno y, de nuevo, en el genial Mercurio, donde en lo que a personajes se refiere mejor se abona el terreno en 'X-Men: Apocalipsis'.

De entre ellos, y aunque al principio choque a aquellos que ya la tenemos encasillada como Sansa Stark, resulta a la postre muy efectivo el trabajo con el que Sophie Turner logra que nos olvidemos de Famke Janssen, máxime cuando es en ella donde, en la escena cumbre del filme, más esfuerzos se vierten de cara a la gran incógnita que es el futuro de la franquicia tras esta entrega —que habrá que ver cómo funciona en la taquilla estadounidense después de los palos que le han llovido— y la tercera cinta protagonizada por Lobezno que pondrá fin a la participación de Hugh Jackman en la saga mutante.

Referenciando aquí y allá no sólo a 'Primera generación' o 'X-Men: días del futuro pasado' ('X-Men: Days of Future Past', Bryan Singer, 2014) sino a las dos primeras cintas de Singer, la sensación de círculo completo que dejan los últimos minutos de 'X-Men: Apocalipsis' es la de que no serían necesarios más adendos a lo que la hexalogía ya nos ha narrado en un discurrir que, con más valles que cimas, se siente como un todo más o menos cohesivo —más menos que más, la verdad—.

Huelga decir que si Fox continúa en su pretensión de que los derechos de los mutantes no reviertan a Marvel, la citada tercera película de Lobezno no será la última apuesta que la productora haga con los superhéroes como protagonistas por mucho que quepa preguntarse, a la manera que llevamos haciendo cierto tiempo, cuán bien no llegaría a sentar a lo agotado de gran cantidad de las formulaciones que aquí observamos el que La Casa de las Ideas pudiera meter mano a fondo al microcosmos de Xavier, sus alumnos y sus enemigos.

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