El lanzamiento de la Xbox One fue un ejemplo perfecto de una mala comunicación por parte de Microsoft. Centrar inicialmente la consola en la experiencia multimedia en aquella primera presentación fue un error, como también lo fue la confusión que produjeron algunos de los requisitos que imponía la consola.
Microsoft tuvo que dar marcha atrás en casi todo, pero hubo algo en lo que se mantuvo en sus treces: la inclusión sí o sí de Kinect en el paquete. Algo menos de un año después de aquella presentación, y cinco meses después de su puesta a la venta, la pregunta es obvia: ¿por qué Kinect sigue siendo obligatorio?
A priori, Kinect 2.0 ofrece muchas más opciones que su predecesor. La posibilidad de poner en marcha la consola, el reconocimiento facial para activar el inicio de sesión correcto para cada persona, o el reconocimiento de órdenes de voz (un poco a gritos, eso sí) en su Dashboard y en juegos son características llamativas.
Y sin embargo, ¿vale la pena invertir ese sobreprecio que la consola tiene sobre su gran rival, la PS4? Muchos opinan (opinamos) que no.
Más de lo mismo
La nueva versión de Kinect es ciertamente mucho más potente. Mejor resolución de las cámaras, mejores posibilidades de reconocimiento visual y de voz, mayor integración con el sistema operativo y los juegos de la consola son realidades patentes, pero en esencia, se trata de un "más de lo mismo" respecto a lo que ofrecía la primera edición de un periférico que, eso sí, logró alargar la vida útil de la Xbox 360.
Sin embargo, aquella primera edición no cumplió con las expectativas. Kinect nunca logró aprovecharse para juegos realmente potentes, y su papel quedó relegado a los jugadores ocasionales a los que, eso sí, Microsoft logró apartar de opciones como las de una olvidada Wii.
Pero los jugadores ocasionales no dan de comer a esta industria. No ha habido de momento avances claros en ese aprovechamiento de Kinect en el mundo del ocio y el entretenimiento, y esta segunda versión ha vuelto a demostrarlo con desarrollos interesantes --Xbox Fitness es una acertada apuesta de Microsoft para lograr convencer a los usuarios de que Kinect es válido-- que no obstante vuelven a tener un nicho de mercado demasiado acotado.
La Xbox One sin Kinect se vendería como churros
La Xbox One se vende actualmente a 499 euros en nuestro país --aunque es posible encontrarla algo más barata en ciertas promociones puntuales-- mientras que la PS4 tiene un precio de 399 euros. Esos 100 euros de diferencia suponen un mundo para los usuarios, y ese ha sido probablemente uno de los motivos más importantes de que la consola de Sony haya tenido mejor arranque en ventas que la de Microsoft. Se estima, de hecho, que la PS4 se vende siete veces más que la Xbox One en Europa.
Al vender una Xbox One sin Kinect, Microsoft probablemente aceleraría ese ritmo de ventas de forma notable. El argumento Kinect ya no serviría como excusa, y de hecho combinarlo con packs vendeconsolas como Titanfall probablemente daría a los de Redmond una ventaja clara en este mercado en los próximos meses.
Los usuarios llevan demandando esa opción desde que apareció la consola, pero no son los únicos. Peter Molyneux, ex-directivo en Microsoft y una de las leyendas del desarrollo de videojuegos, afirmó recientemente que Kinect "es un periférico innecesario". En una entrevista con Edge, este desarrollador explicaba su punto de vista:
Desearía que Kinect no fuese un requisito. Me parece un periférico innecesario. Puede que sea porque estamos en Inglaterra, y no se usa todo lo relacionado con la televisión, pero cada vez me parece como una broma. Mi hijo y yo nos sentamos a decirle cosas al azar, y no funciona. Podrían reducir el coste [eliminando Kinect]. Estoy seguro de que van a lanzar una Xbox One sin Kinect. Sería impensable que no lo hicieran.
El argumento de Molyneux es sólido: Kinect 2.0 no parece tener demasiado sentido para gran parte de los usuarios, pero la cosa empeora aún más fuera de los Estados Unidos, donde la integración de servicios televisivos es aún muy pobre. Parece que eso cambiará a finales de año, pero incluso con esa opción, ese cambio de rutina para controlar la televisión debería ser opcional, y no forzado.
Phil Spencer, vicepresidente de Microsoft Studios, negaba que esa demanda fuera popular: "Ahora mismo, eliminar Kinect no es la demanda número uno de la gente sobre Xbox One. A menudo es '¿dónde están los juegazos [para la Xbox One]?'".
Kinect nunca ha demostrado valer 100 euros más
Para muchos usuarios, Kinect no vale los 100 euros de más que supone incluirlo en la consola. Puede que ni siquiera ese sea el motivo de esa diferencia de precio, pero la sensación ciertamente es esa. Y este periférico no ha demostrado que ese precio esté justificado.
Les pasa a muchos usuarios que lo comentan en sus reflexiones en blogs y foros de Internet, y me pasa también a mi, que desde hace meses utilizo la Xbox One de forma idéntica a como usaba la Xbox 360. Kinect, como en el caso anterior, es un periférico que sigue cogiendo polvo.
No activo la consola por voz --ese consumo extra de energía que obliga a tener activado el modo espera siempre no me compensa--, el reconocimiento facial me parece anecdótico en mi caso, y el reconocimiento de voz --de nuevo, en mi caso, a gritos-- me hace parecer un poco loco dentro de mi propia casa. El control con el mando acaba siendo más rápido en muchos casos. Solo se salva, quizás, aquello de poder indicarle a la consola que grabe los últimos 30 segundos de cierto momento durante los juegos. Y eso no vale 100 euros más.
Por supuesto, hay quien puede y quiere sacar partido de todas esas opciones, pero Microsoft debería considerarlo precisamente como lo que son: opciones. Forzar un cambio de rutina es muy, muy complejo, y más cuando ese cambio de rutina impone no solo ese cambio de usos y costumbres, sino también desembolsar 100 euros más... sin acabar aprovechándolos.
Kinect necesita demostrar su capacidad. No con características curiosas pero casi anecdóticas, sino con juegos (Xbox One es una consola, ¿recordáis?) que realmente logren convencernos de que Kinect 2.0 no es un invento de Microsoft para vendernos un futuro que no acaba de llegar.
De lo contrario, Kinect seguirá teniendo dos problemas. El primero, que echará atrás a muchos potenciales compradores de la consola. Y el segundo, que seguirá cogiendo más y más polvo en nuestros salones. Eso es injusto para todos: para la pobre Kinect, desde luego, y por supuesto, para los usuarios.
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