En 1788, entre las muchas cosas que la "primera flota" de colonos ingleses llevó a Australia, iban cinco vacas y dos toros. Era un movimiento lógico: también llevaron ovejas, cabras, cerdos y caballos; pero, históricamente, las vacas han sido una de las fuentes de leche, carne y fuerza de trabajo más eficaces del mundo.
Los colonos tenían claro que iban a necesitarlas, pero no se imaginaban el enorme problema que estaban creando. Uno que, antes o después, pondría en jaque a todo el país.
Porque, al principio, las vacas no eran un problema. Al contrario, tal y como sospecharon, las vacas se convirtieron en un recurso valiosísimo. Sin embargo, algo empezó a fallar. Los excrementos tardaban en descomponerse mucho más que en Europa. Y cuando digo "mucho más", digo "meses e incluso años más".
Lo que ocurría es que, hasta la llegada de las vacas, nunca había habido ganado en el subcontinente. Y, de hecho, los animales que más excrementos producían (marsupiales como el canguro, el ualabí o el wómbat) producían algo completamente distinto de una boñiga de vaca: algo mucho más fibroso y seco. El resultado es que todos los coprófagos australianos estaban adaptados para "procesar" otra cosa y no había ninguno capaz de aprovechar los excrementos de vaca.
¿Pero tantos excrementos producen las vacas? Imaginemos un campo con 60 vacas. "Cada vaca adulta deposita al día un promedio de 10 boñigas de hasta 3 kilogramos cada una. Eso hace que ese rebaño deje 1.800 kg de excremento en un solo día". Es decir, que produzcan 54.000 kg en un mes. Los datos no son nuestros, son de Eva Cuesta y Ana Coelho dos Santos, dos investigadoras de la Autónoma de Madrid por las que me llegué a esta historia.
Pero es que, como explicaban en The Conversation, no es solo una cuestión de pedo: cada vaca "puede cubrir casi un metro cuadrado del pasto con sus excrementos". 1.800 metros cuadrados en un mes. Todo eso sin tener en cuenta que, con las condiciones australianas, cada boñiga podía producir hasta 3.000 moscas australianas cada dos semana (y muchos otros parásitos).
Es decir, los excrementos claramente eran un problema. Uno que los australianos esquivaron ocupando nuevas tierras hasta que el aumento de cabezas de ganado hizo que la situación empezara a ser insostenible.
La mayor plaga de moscas de la historia del país. En la década de 1950, el equilibrio era muy precario. Cada vez más toneladas de excrementos de vaca se iban acumulando en cada vez más hectáreas, pero los australianos ya se habían acostumbrado. Hasta que en 1952, una ola de calor hizo que millones de moscas invadieran casas y negocios. Fue terrible y, para la población y las autoridades, totalmente inesperado.
El Gobierno, desesperado y sin entender muy bien qué es lo que estaba pasando, preguntó a la CSIRO, el centro de investigación de referencia del país. Fue entonces cuando, el entomólogo húngaro George Bonermissza dio con la tecla y sugirió una idea: escarabajos peloteros. Importar cientos de miles de escarabajos peloteros
Entre 1964 y 1985 el Australian Dung Beetle Project introdujo 55 especies de escarabajos provenientes de Hawai, África y el sur de Europa. Este tipo de escarabajos son especialmente efectivos porque "procesan" los excrementos: hacen pelotas y las entierran en el suelo con sus huevos. Eso resolvía muchos problemas, contribuía a que el proceso de descomposición se acelerara e impedía que las moscas y otros parásitos aprovecharan los excrementos con facilidad.
Y fue un éxito. El proyecto dejó de financiarse en 1985, pero muchas de las especies introducidas siguen "trabajando" con las granjas del país. Su población, sin ir más lejos, ha crecido un 90% en los últimos 40 años. Es verdad que Australia aún tiene un problema con los excrementos de las vacas, pero la situación ha mejorado tanto que el consenso científico es que "un mundo sin escarabajos peloteros sería un desastre".
Imagen | VirtualWolf
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