La gran sequía de los últimos años estranguló el campo. Sin flores, ni fruta, ni agua, muchos animales hicieron las maletas y se mudaron a las grandes ciudades. Mientras sitios como Gandía, zona cero de la burbuja inmobiliaria, era invadida por jabalíes, Valencia se convertía en pasto de las abejas.
Colmenas de más de 10.000 insectos cada una empezaron a crecer en coches abandonados, parques y elementos del mobiliario urbano. No es raro: las ciudades como Valencia, libres de depredadores y ricas en agua y comida, se convierten en un lugar perfecto para crecer y crecer y crecer. Tanto que en Valencia la situación se hizo insostenible.
Frente a la invasión de las abejas
Para que nos hagamos una idea de la dimensión de ese problema, de un año para otro, los bomberos valencianos tuvieron que hacer frente a más de 400 colmenas descontroladas por toda la ciudad. Y, según los datos, la tendencia era cada vez mayor. Preocupado, el Ayuntamiento encargó un plan de choque al Observatorio de Árboles de la ciudad.
Este Observatorio se dio cuenta de que, efectivamente, Valencia estaba acogiendo cada vez más abejas que venían de las inmediaciones y de que las colmenas eran cada vez más numerosas. Los números eran tan llamativos que los técnicos buscaron formas de gestionar el problema sin embarcarse en una batalla sin cuartel.
Su propuesta fue crear una colonia municipal y un sistema de cajas distribuídas por todo el término municipal para, con unos productos químicos determinados que las atraían, recoger todas las abejas que llegaban a la ciudad y mantenerlas en entornos controlados y productivos. No ha ido mal: como explicaba Santiago Uribarrena, el jefe del Observatorio del Árbol, “ya hay más abejas que valencianos”.
Controlar la selva urbana
Ese fue solo el principio. El Plan municipal de apicultura urbana de la Ciudad de Valencia es un programa piloto que elimina la prohibición de instalar colmenas cerca de áreas edificadas pero que conlleva visitas escolares, conferencias y ferias en los barrios para degustar la miel municipal. Es decir, su intención es "alfabetizar" a la población en el mundo de las abejas.
Y es precisamente esto lo que me parece más interesante. Conforme pasan los años, cada vez está más claro que uno de los grandes retos pendientes es el de la gestión sostenible de los ecosistemas urbanos. El cambio climático va a convertir a las ciudades en selvas urbanas que tenemos que aprender a controlar y aprovechar para evitar problemas en el futuro. Las abejas de Valencia son un buen primer paso.
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