Con el cambio climático ocurre como con las Olimpiadas. Siempre corremos el riesgo de centrarnos tanto en las medallas o en las marcas históricas que podemos terminar por olvidaros del deporte de base. O, en este caso, las temperaturas medias.
El problema es que, como en el deporte, los máximos mundiales no son más que curiosidades meteorológicas para la mayor parte de nosotros. Que la temperatura máxima Mundial esté en cifras históricas puede tener un impacto brutal en los ecosistemas del mundo, pero eso no nos dice realmente nada de nuestro día a día. Pero, ¿Qué pasa si empezamos a hablar de las temperaturas que "sufriremos" en el futuro? ¿Cómo será un año "normal" a partir de ahora?
¿Cuánto son dos grados de diferencia?
Me ha pasado muchas veces. Cuando explico que para establecer las líneas rojas del cambio climático tomamos como referencia el periodo pre-industrial (o alguna otra variable), la gente se extraña. "Dos grados sobre la media, tampoco es para tanto". Y es cierto: en nuestro día a día, dos grados más que menos no suponen una gran diferencia.
Las media globales que usamos como referencia y que empleamos en titulares y artículos adolecen, en cierta manera, del mismo problema que tienen todas las medias: no son suficientes para entender la imagen completa. Esos dos grados a nivel mundial, significan que la Tierra (un sistema complejísimo que, mediante la atmósfera, equilibra los aportes de energía del sol con las pérdidas energéticas en el espacio) se está descompensando lo que, en términos técnicos llamamos, una auténtica barbaridad.
No es la primera vez que ocurre (la Tierra, claro está, ha tenido temperaturas muchísimo más altas que las actuales), pero es la primera vez que pasa con casi 8.000 millones de personas en el mundo. Las consecuencias pueden ser catastróficas y blablabla blablabla. La teoría nos la sabemos todos, pero ¿qué notaremos nosotros realmente? ¿Dos grados más son un clima caribeño en Alaska o que el desierto de Atacama se junte con el de Sonora?
El nuevo "normal"
La solución quizá sea hablar del nuevo "normal". Y la verdad es que, aunque el concepto se usa mucho entre científicos y periodistas, no está muy claro que significa. Ahora un grupo de investigadores australianos ha encontrado una rigurosa forma de hablar sobre la 'normalidad climatológica'.
Y aunque es una buena noticia tener herramientas de comunicación medioambiental (sobre todo, tal y como está el patio internacional), los datos nos aguan rápidamente la fiesta. Según los investigadores australianos, las temperaturas de 2015, (de momento) el año más caluroso del registro histórico, serán las temperaturas normales en 2040. De hecho, según todos los escenarios de emisiones que se usan en ciencia climática es posible que sean incluso un poco más altas.
Es decir, dentro de un cuarto de siglo, los años normales serán como 2015 (o como 2016). Peor, si las políticas medioambientales se frenan de golpe. Seguramente, la progresión será lenta y tendrá grandes variaciones; es decir, que no la notaremos. Aunque nos cueste miles de millones de euros. Hot is the new black.
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