Hoy quería hablar de uno de esos pequeños detalles que nos dejan ver lo compleja que es la situación climática y medioambiental en la que estamos metidos. Además, después de tanta gamba, pavo o tofu navideño, hablar de atunes no es mala idea.
En los últimos años, las iniciativas de pesca sostenible se han hecho cada vez más populares. En esencia, tratan de reducir el impacto medioambiental de la industria pesquera introducción (o recuperando) técnicas nuevas. Esto es una excelente noticia para los ecosistemas marinos. Pero, según parece, lo que es bueno para el océano, puede ser malo para el planeta.
El boom de la pesca sostenible
Brandi McKuin, una estudiante de doctorado de la Universidad de California Merced, estaba estudiando cómo las buenas prácticas en pesca sostenible estaban reconfigurando la industria pesquera cuando reparó en que las recomendaciones generales tenían un punto ciego.
Para su sorpresa esas 'buenas prácticas' se centraban en cosas como la captura de una cantidad racional y sostenible de pescado o la reducción de capturas inintencionadas. Pero, en cambio, la reducción de emisiones o los criterios de sostenibilidad se pasaban por alto.
El lado oscuro de la pesca sostenible
McKuin y su director, Elliott Campbell, se preguntaron por qué e iniciaron una búsqueda de datos sobre el impacto medioambiental en sentido amplio de la de pesca sostenible. Los resultados son muy curiosos: los atuneros que utilizan técnicas más sostenibles contaminan entre tres y cuatro veces más que los que usan otras técnicas (como las redes de cerco).
"La razón - explicaba McKuin en New Scientist - es que las redes de cerco son más eficientes, pero también más agresivas contra los ecosistemas marinos". Es decir, nos encontramos en un bonito y medioambiental callejón sin salida.
Atunes contra vacas
McKuin y Campbell también compararon el impacto medioambiental del atún con el de otras proteínas 'terrestres' como las bovinas, las porcinas o las aviares. Y, para sorpresa de todos, el atún pescado de forma sostenible se situó en segundo lugar solo por detrás de las reinas de la contaminación atmosférica: las vacas, que según sus estimaciones contamina hasta cinco veces más que el atún.
Aunque es posible que eso no sea la clasificación definitiva. Al ampliar los tipos de productos marinos estudiados, los datos sugieren que el caso de los mariscos podría ser incluso peor. Al fin y al cabo, es uno de los productos congelados estrella y eso hace que la huella medioambiental pueda ser bastante mayor.
Como decía al principio, este tipo de investigaciones refleja muy bien la encrucijada medioambiental contemporánea y es un buen ejemplo de lo difícil que es diseñar políticas y recomendaciones que realmente solucionen los problemas que tenemos entre manos.
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