El 5 de julio de 2018, la Comisión Europea lanzó una consulta pública para conocer la opinión de los ciudadanos europeos sobre el cambio horario estacional. Votaron 4,6 millones de europeos y 8 de cada 10 lo hicieron a favor de un horario único durante todo el año. La Comisión anunció que propondría matar el cambio de hora, el Europarlamento dio su visto bueno en marzo de 2019 y, luego... nada.
Nada de nada.
¿Qué ha pasado con el cambio de hora? La respuesta más sencilla la dio el eurodiputado sueco Jakop Dalunde en Euronews. "Hay un problema de ancho de banda [..] el sistema político no puede manejar todas las cosas a la vez", decía. En los últimos años, "el sistema europeo tiene que lidiar con mucho".
Y no le falta razón. Desde aquella votación del parlamento europeo en 2019 han pasado muchas cosas (la pandemia, el Brexit, la guerra de Ucrania) y eso ha dejado el fin del cambio de hora en el mismo cajón que lo metió el equipo de la comisión Juncker -- y de donde nadie se ha atrevido a sacarlo.
No obstante, hay algo más. Ya en 2019, la Comisión decidió postergar el asunto para que los estados miembros de la Unión Europea comunicaran qué horario (el de verano o el de invierno) elegían. Eso decía ocurrir antes de marzo de 2021. En realidad, lo que estaba haciendo era 'disimular' que el asunto era mucho más complicado y polémico de lo que parecía.
Como nos explicaba Martín Olalla, "el problema de la Comisión es tratar de armonizar eso en un continente que es tan extenso en latitud. Las necesidades de países como Lituania, Estonia o Finlandia son diferentes a las de países como España, Grecia o Italia".
De hecho, si nos fijábamos en los datos de la encuesta: el 70% de los votantes eran alemanes y países como Finlandia y Lituania llevan años fervorosamente a favor de la supresión. Por el otro lado, Portugal ya dijo en su momento que, siguiendo la recomendación del Observatorio Astronómico de Lisboa, no estaba dispuesto a acabar con el cambio de hora.
¿Y por qué se metía la Comisión en un lío de esta envergadura? Porque toda historia tiene su intrahistoria. En 2018, con el debate del Brexit encima de la mesa, Bruselas tratara de hacer un gesto que mostrara que Europa no era siempre sinónimo de regulaciones, legislación y burocracia. El tema del cambio de hora parecía perfecto: era algo tangible para todos los europeos y, además, los datos de la encuesta mostraban un enorme apoyo popular.
Luego se toparon con la geografía. O, más que con la geografía, con la estacionalidad natural. Con el hecho de que, en países como el nuestro, la duración de los días va cambiando a lo largo del año. Como explicaba Martín Olalla, "el cambio estacional es algo que nos acopla al ritmo del sol [..] es la forma moderna y cómoda de hacer que tu vida se adapte a la estacionalidad natural".
"Si no lo hiciéramos, lo solucionaríamos de otra forma: cambiando los horarios. Por ejemplo, el Reglamento de las Cortes de Cádiz de 1810 ya recoge un cambio de horario en mayo/octubre equivalente al cambio de hora moderno para adaptarse a la estacionalidad. Eso hoy no lo necesitas porque hacemos el cambio estacional", explicaba Martín Olalla.
¿Cuándo será el último cambio de hora? Por lo pronto, habrá que espera a que haya ancho de banda disponible en la Unión Europea. Es decir, a que la situación se normalice. No obstante, no está nada claro que alguien se atreva a poner encima de la mesa la propuesta de nuevo. Ahora, a diferencia de en 2018, está muy claro que es algo mucho más polémico de lo que nos gustaría pensar.
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Imagen | Angelo Pantazis
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