Un motivo común en la ciencia ficción es cómo evolucionan los crímenes y las leyes que los persiguen. Estamos ya de sobra familiarizados con la ciberdelincuencia, pero los crímenes basados en las nuevas tecnologías van más allá del mundo digital. Y uno de los campos que se presta a ello es el de la genética.
El protagonista de esta historia es Arthur “Jack” Schubarth, un estadounidense con un perfil antitético a lo que podríamos esperar. Schubarth no es un genetista ni un técnico de laboratorio sino un ganadero de 80 años del estado de Montana. También es propietario y gestor de Sun River Enterprises LLC, una explotación ganadera con unas 87 hectáreas, también conocida como Schubarth Ranch.
Este rancho se dedica (o dedicaba) a la cría y a la compraventa de “ganado alternativo”, como cabras montesas, muflones u otros ungulados. El destino de estos animales era, principalmente, la caza. En principio, todo legal.
Solo en principio, porque según anunciaba hace unos meses la Oficina de Relaciones Públicas del Departamento de Justicia de los Estados Unidos, Schubarth se acababa de declarar culpable de un delito federal de tráfico de animales salvajes. El motivo: sus esfuerzos por crear una oveja híbrida gigante para la caza en cautividad.
Ahora sabemos la sentencia a la que se tendrá que enfrentar el octogenario: seis meses de prisión por dos delitos medioambientales a nivel federal. El primero por conspiración para infringir la llamada Ley Lacey, y otro por el quebrantamiento de la norma en sí mismo.
Esta ley, aprobada en el año 1900 y enmendada en 1981 y 2008, señala que “cualquier importación de vida salvaje perjudicial en los Estados Unidos (…) debe ser autorizada bajo un permiso emitido por el Servicio Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los EE UU”.
El plan de Schubarth y sus compinches para crear su oveja híbrida gigante no era sencillo. Según relata el Departamento de Justicia (DoJ) de los EE UU, el plan comenzó con la importación de material perteneciente a una subespecie de muflón que habita en las montañas asiáticas, desde la región de Pamir, en Kirguistán. Se trata del argalí o carnero de Marco Polo (Ovis ammon polii), una subespecie conocida por ser la oveja de mayor tamaño del mundo.
Estas ovejas pueden superar los 120 kg de peso y cuentan con cornamentas que también pueden rondar el metro y medio. También se trata de una especie protegida por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y por la legislación estadounidense. Su presencia también está prohibida en Montana por la legislación estatal.
Clonación e hibridación
El segundo paso del plan fue el de la clonación. Schubarth envió material genético de las muestras importadas a un laboratorio para la clonación. Obtuvo así embriones clonados a partir Schubarth obtuvo un ejemplar de de carnero de Marco polo al que llamó Montana Mountain King.
Según continúa explicando el DoJ en base a documentos judiciales, Schubarth y sus compinches utilizaron el semen de Montana Mountain King (o MMK) para inseminar hembras de diversas especies de ovejas (también estas prohibidas en Montana) y con ello crear animales híbridos, cada vez más grandes y más valiosos para su venta a cotos de caza. Para ello tuvieron que falsificar una variedad de documentos sanitarios. El grupo también vendió muestras del esperma directamente a algunos compradores en otros estados, según las mismas fuentes.
Además del medio año de cárcel, la condena incluye el pago de 20.000 dólares a un fondo vinculado a la Ley Lacey, y otros 4.000 dólares a la National Fish and Wildlife Foundation. Según explica el juez encargado del caso en declaraciones recogidas por AP, la condena tuvo en cuenta la edad avanzada del acusado y la ausencia de antecedentes. Schubarth se enfrentaba a condenas de hasta 10 años de cárcel (cinco por cada delito) y medio millón de dólares en multas.
Quizás lo más singular del caso es que la condena a Schubarth tiene poco que ver con el acto de clonar e hibridar animales, sino con el acto de importar una especie exótica a los Estados Unidos (y la fase previa, la “conspiración”). Es posible que esto se deba a que las autoridades consideran que esta parte del plan era carente de riesgos. ¿Habría sido el mismo plan considerado inocuo si se hubiera realizado en especies autóctonas?
A veces las leyes van por detrás de las tecnologías, creando vacíos legales, por lo que no siempre es sencillo la persecución de actos que puedan vulnerar normas bioéticas, unas normas con las que no todo el mundo puede estar familiarizado.
Pese a la no condena por la clonación e hibridación, tanto el juez encargado del caso como el fiscal mostraron su rechazo a la práctica según las declaraciones recogidas por AP y el DoJ respectivamente. El primero de ellos hablaba de la necesidad de disuadir a cualquier persona del intento de “cambiar la forma genética de las criaturas” en la Tierra; mientras que el segundo aducía que las acciones de Schubarth eran “tan antinaturales como ilegales”. Una visión sin duda extrema de la actuación del empresario ganadero.
Imagen | Montana Mountain King, Departamento de Justicia
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