"Un misil directo a la línea de flotación" del aceite de oliva que se vende a 20,25 euros la garrafa de cinco litros. La metáfora no es nuestra, sino de la Unión de Pequeños Agricultores de Andalucía. Y es que varios supermercados andaluces han empezado a vender blends ('mezclas') de aceite de oliva y girasol para ofrecer un producto barato en plena crisis del olivo.
Un producto barato que nos va a meter de cabeza en problemas y debates nunca vistos.
¿En serio se puede mezclar el aceite de oliva y el de girasol? A nivel europeo, se puede: es algo legal y, de hecho, algo relativamente común con otras variedades de aceites. A nivel español, en cambio, la cosa es distinta. Aquí la normativa de calidad y trazabilidad es mucho más exigente y eso hace que la práctica se vuelva inviable.
Por eso, la mezcla no se hace en España. Las presentaciones que ha localizado UPA, por ejemplo, se están mezclando y envasando en Portugal. Una vez listas, cruzan la frontera para ofrecerse en España entre 3 y 4 euros más baratas que el aceite de oliva sin mezclar.
¿Cuál es el problema? Los problemas, en realidad. Porque más allá de las acusaciones de competencia desleal y de 'desprestigiar' la imagen de marca del aceite español (una de las marcas que envasa estas mezclas es 'La Andaluza'), lo cierto es que la aparición de productos de este tipo vuelven más opaco el mercado.
El ejemplo de 'La Andaluza' es iluminador: se vende como 'Aceite Picual Blend' y, aunque aclara en la etiqueta que es mezcla de oliva y girasol, la industria olivarera teme que despiste a los consumidores y dañe, aún más, una cultura del aceite de oliva en franca decadencia.
Hay razones (objetivas) para pensarlo. La más reciente es el problema de la miel. Hace unos meses, una investigación liderada por la Comisión Europea descubrió que el 46% de las mieles que se importan a la UE son sospechosas de haber sido adulteradas (con aditivos no permitidos como el sirope de azúcar). Esas cifras llegaban al 51% en el caso de las mieles importadas que se comercializaban en España.
En este caso, como en el del aceite, no se pone en cuestión la salubridad o seguridad de los productos. Se pone en duda su integridad y las consecuencias que genera la llegada de productos que, precisamente por eso, son mucho más baratos. Al final, se trata de un tipo concreto (y relativamente nuevo) de dumping comercial que erosiona la industria productiva local.
¿Qué se puede hacer? Además de pedir a Europa que haga una reflexión más profunda sobre cómo los huecos regulatorios están afectando a la industria local (y a la calidad de los alimentos que consumimos), la situación es lo suficientemente problemática como para admitir que hay poco que hacer.
El precio del aceite de oliva en origen nunca había cotizado tan alto y, cuando conozcamos el impacto real de la última "ola de altas temperaturas" sobre la cosecha del año que viene, esos precios pueden subir mucho más. En un contexto en el que la demanda internacional cada vez es más fuerte y el consumo interno cada vez más escaso, los 'blends' pueden ser la puntilla que aleje a cada vez más consumidores de uno de los productos estrella de la dieta mediterránea.
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