2016 fue demasiado. Como si alguien se hubiera dejado entreabiertas las puertas del Infierno o, de repente, nos hubiéramos mudado todos al Desierto de Sonora. Impulsado por El Niño, aquel año fue un hervidero de problemas (y una señal de lo que estaba por venir). 2017, en cambio, echó el freno de mano.
Pero poco. Y es hora de confesarlo, pequé de optimista. Hace dos años, recibí los primeros datos de debilidad de El Niño con un entusiasmo inusitado. No era para menos, muchos ecosistemas estaban en una situación crítica y esto podía darles un respiro. Pero parece claro que las temperaturas altas han llegado para quedarse: incluso con La Niña bajando las temperaturas durante la primera parte del año, 2018 va directo al TOP-5 de años más cálidos del registro.
El calor no se va
Como decía, entre El Niño que se iba y La Niña que no acababa de llegar, 2017 quedó como un año neutral. Pero, ojo, esa neutralidad lo convirtió en el segundo año más cálido desde que tenemos registros. Así que llegábamos a 2018 con muchas dudas. La Niña empezaba a buen ritmo y, con un poco de suerte, tendríamos un año más “normal”. Pero no, de ninguna manera. Hasta aquí hemos llegado. La Niña, al menos.
Su efecto moderador durante la primera parte del año hace ya virtualmente imposible que 2018 supere a 2016 como año más cálido. De hecho, como recoge Zeke Hausfather en CarbonBrief, los principales modelos de estimación climática lo sitúan como el cuarto en la lista de años calurosos. La NASA cree que hay un 76% de posibilidades; la NOAA, un 83% y hasta seis modelos más lo dan por hecho. Como notas discordantes, solo Galileo cree que será el tercer año más cálido y los dos RSS TLT, que el quinto.
Sea como sea, hay algo a lo que vamos a tener que acostumbrarnos: esto es el "nuevo normal". La "temperatura basal" del mundo sigue subiendo y nuestros esfuerzos por moderar esa subida no parecen muy exitosos. Y esto nos pone ante una duda clave: El Niño está de nuevo a las puertas, ¿qué nos espera en los próximos años?
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