Boris Johnson sacaba pecho. Decidido y contundente, dijo aquello de que la humanidad pasaría de ser conquistadora de la naturaleza a su guardiana. Palabras estupendas que eran respaldadas por un proyecto aparentemente notable: el de poner fin a la deforestación en el mundo en 2030.
Las buenas intenciones, no obstante, podrían quedarse en eso, porque ahora varios expertos y estudios previos parecen dejar claro que plantar millones de árboles no es tan buena idea como podría parecer a la hora de luchar contra el cambio climático.
Plantar millones de árboles (a menudo) no funciona
En noviembre de 2019 un grupo de voluntarios plantó 11 millones de árboles en Turquía. La verduzca iniciativa, llamada 'Breath for the Future' ("Aliento para el Futuro") fue apoyada por el presidente turco Tayyip Erdoğan, que afirmó que gracias a ese esfuerzo su país estaba "trabajando para fomentar una nueva y exuberante Turquía verde".
In the last week I've started to receive inquiries from people running tree planting programs wanting my help. I am suggesting that they shut down their programs. Here I will explain why:
— Forrest Fleischman (@ForrestFleisch1) October 1, 2021
Tres meses después, el 90% de los retoños habían muerto. Se plantaron en el momento equivocado y no llovió lo suficiente para hacer que subsistiesen. La campaña fue un absoluto fracaso.
Es precisamente algo de lo que también avisaba Forrest Fleishman, un experto en plantación masiva de árboles al que le pedían consejo desde distintas agencias. Él les recomendaba a todos lo mismo: ni se os ocurra.
En un hilo en Twitter, este experto contaba cómo había publicado un estudio en Nature (PDF) con un grupo de investigadores en el que detallaban los resultados de varios proyectos de reforestación a largo plazo que se llevaron a cabo en India.
Como explicaban en Vox, en aquel estudio los autores revelaron que "no había evidencias" de que esa reforestación ofreciera ventajas sustanciales para el clima. Aquella publicación era en realidad la continuación de otro estudio previo que también analizaba los errores comunes de los programas de reforestación.
La reforestación masiva se está convirtiendo de hecho en un gran mito. La revista Science publicó un comentario conjunto en el que varios expertos refutaban las conclusiones de estudios que parecían prometer que la reforestación masiva era una estrategia adecuada para luchar contra el cambio climático.
Así lo afirmaron Jean-Francois Bastin y otros investigadores en un estudio publicado en 2019, pero según esos otros expertos, la cantidad de dióxido de carbono que se podría capturar con esos planes de reforestación había sido exagerada, y era cinco veces menor de lo que Bastin y sus colegas afirmaban.
Fleischman lo explicaba indicando que entre las promesas de algunos estudios se revelaba que al plantar más árboles se incrementaba la cantidad de oxígeno en la atmósfera, algo que no es cierto. "Aunque el oxígeno circula a través de los árboles, los árboles y los bosques no son realmente una fuente neta de oxígeno (porque su descomposición utiliza la misma cantidad de oxígeno que crean) y, de todos modos, el planeta no corre el riesgo de quedarse sin oxígeno".
Los ejemplos de los fracasos de esos planes de reforestación son numerosos. En México se invirtieron 3.400 millones de dólares en una campaña de reforestación llamada 'Sembrando Vida' en 2018, pero ese esfuerzo causó justo lo contrario: acabaron impulsando la deforestación.
Un estudio posterior mostró que se habían perdido 73.000 hectáreas de bosque, algo insólito para un esfuerzo que prometía justamente resultados contrarios. El gobierno estaba pagando a los granjeros para reforestar, pero para hacerlo acababan deforestando primero para conseguir leña, por ejemplo, o recortando el terreno que antes usaba el ganado.
Algo similar sucedió en Pakistán, donde una gran iniciativa de reforestación que se inició en 2014, llamada 'Billion Tree Tsunami', acabó erosionando la cultura y vida de un grupo nómada llamado Gujjars. Ha habido más casos similares en China o Brasil, donde según un estudio reciente se ha producido una degradación de sus inmensas praderas por estos esfuerzos.
Más que plantar, hay que hacerlos crecer
Este experto apuntaba además a cuatro grandes problemas que van contra esa idea de que la reforestación permite compensar las emisiones de carbono:
- El cambio de uso del suelo es ya una fuente importante de emisiones de carbono. La mejor manera de considerar que los bosques absorben nuevo carbono es pensar en ello como una compensación de las emisiones de carbono perdidas por la destrucción de los bosques en el pasado.
- No hay suficiente espacio en el planeta para que los ecosistemas naturales absorban más que una pequeña parte de las emisiones de los combustibles fósiles.
- Los árboles plantados hoy absorberán el carbono en el futuro. Sus emisiones de hoy empiezan a calentar el planeta hoy.
- Los proyectos de plantación de árboles suelen fracasar, por lo que si se plantan árboles en lugar de reducir las emisiones, es posible que en realidad no se esté haciendo nada.
De hecho, Fleischman indicaba que si el objetivo era absorber emisiones, un pequeño grupo de árboles de gran tamaño podía absorber más emisiones que un gran grupo de pequeños árboles. Hay otros factores a tener en cuenta, como su sostenibilidad a largo plazo y si la gente que vive cerca de esos nuevos bosques se beneficiará de ellos o tendrá que tomar decisiones en caso de que haya problemas con ellos.
Fleischman concluía diciendo que aunque "plantar árboles es maravilloso", este tipo de iniciativas no son adecuadas. "Las intervenciones clave a menudo no son siquiera biofísicas", comentaba, añadiendo que "lo que estamos haciendo ahora parece en el mejor de los casos un desperdicio de tiempo y dinero, y en el peor un lavado verde de cara".
Los expertos indican que estos planes de reforestación deben tener en cuenta que los retoños son muy vulnerables, y en estos proyectos un 25% de ellos acaba muriendo. Además, como decía Fleischman, esa absorción de CO2 tarda en producirse: hasta que no pasan 20 o 30 años no lo hacen de forma significativa.
Científicos climáticos como Lalisa Duguma indican que la clave no está en plantar árboles, sino en lograr que crezcan. Karen Holl, profesora de estudios medioambientales en la Universidad de California en Santa Cruz, supervisó el programa del World Economic Forum (WEF) llamado 'Trillion Trees Program', y también se sorprendió por la poca visión del proyecto.
De hecho se mostró "impactada" porque muchas de las propuestas solo pedían dos años o menos de monitorización. "No es el tiempo necesario que nos llevará conseguir las ventajas de esta biodiversidad que queremos".
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