El mes pasado fue el marzo más caluroso de la historia. No sólo tuvo las temperaturas más altas desde desde 1880, cuando empezaron los registros; sino que estuvo 1,28ºC por encima de la media de referencia de los años 1951 y 1980. Un mes histórico. Otro, porque ya van seis.
Y ese es el problema fundamental: el calentamiento global está dejando de ser noticia. Llevamos seis meses batiendo, mes a mes, las temperaturas históricas máximas. Salimos de un 2015 terriblemente caluroso y vamos hacia un 2016 protagonizado por sequías, hambrunas y epidemias.
En efecto, llevamos seis meses consecutivos con incrementos de temperatura mayores de un grado: algo que nunca ha ocurrido, al menos, en el último siglo y medio. Los incrementos han sido de 1,06ºC en octubre, 1,02ºC en noviembre, 1,10ºC en diciembre, 1,13ºC en enero, 1,34ºC en febrero, y 1,28ºC en marzo. En el último trimestre, por tener el esquema general, algunas zonas del hemisferio norte han tenido incrementos de temperatura de casi nueve grados.
El cambio climático efecto dominó
Y eso son sólo los datos agregados: aunque la media de temperatura del mes de marzo ha subido poco más de un grado, las zonas frías del hemisferio norte han experimentado subidas muy preocupantes con diferencias de hasta siete grados con respecto a la media histórica.
Esto está haciendo saltar todas las alarmas. Como hemos comentado en otras ocasiones, en los suelos helados de todo el ártico (lo que llamamos 'permafrost') se encuentran grandes reservas de gases como el dióxido de carbono y el metano que tienen un papel protagonista en el efecto invernadero. Si se derriten, las emisiones pueden provocar un efecto en cadena que hagan imposible frenar el cambio climático.
De la misma forma que el calentamiento global está haciendo del Reino Unido un buen sitio para la industria del vino, va a cambiar el clima de todo el planeta haciendo inviables los cultivos actuales, aumentando el alcance de las epidemias y provocando lluvias torrenciales o sequías donde no eran habituales. En efecto, no estamos preparados para un cambio de esta envergadura. No podemos permitir que la opinión pública acabe acostumbrándose y dejando para otro momento lo que es inaplazable.
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