3 de mayo de 2022. Papúa-Nueva Guinea. Anochece. Un bicho viscoso entre marrón y negro se desliza por una pequeña poza de agua que apenas da para mojarle el vientre. No era una foca, ni una serpiente, ni un turista desubicado: era un tiburón. Era la primera vez que se documentaba caminando fuera del agua a uno de estos tiburones tropicales.
Y es que es muy difícil hacerlo. Aunque, según los investigadores, estos tiburones pueden arrastrarse hasta 30 metros en tierra firme gracias a sus aletas y pueden estar hasta una hora fuera del agua, lo cierto es que pillarlos en vivo y en directo ha sido todo un desafío. Es más: si la grabación de Discovery es importante es porque es un tremendo golpe de suerte.
No lo decimos por decir: en 2020, tras más de 12 años de investigaciones, un equipo internacional de investigadores identificó a cuatro especies de tiburones tropicales (del norte de Australia y Papúa-Nueva Guinea) que usaban sus aletas para caminar por el fondo marino. Con estas cuatro, se aumentaron a nueve el número de tiburones caminantes.
¿Para qué quieren andar los tiburones?. Este tipo de tiburones viven en el arrecife indo-australiano. En una zona en la que numerosas especies se quedan atrapadas en pozas mientras vuelve la marea. Los tiburones, sencillamente, han aprendido a ir de poza en poza para ir alimentándose de lo que queda apresado. Y, aunque los tiburones caminantes "no representan una amenaza para las personas", está claro que "su capacidad para vivir en ambientes con poco oxígeno y caminar sobre sus aletas les da una ventaja notable sobre sus presas"; es decir, los pequeños crustáceos y moluscos.
La evolución (casi) "en vivo y en directo". Más allá del hecho de que anden al aire libre, el caso de los tiburones es muy sorprendente por la velocidad en que han conseguido desarrollar estas nuevas funciones. Los científicos creen que desarrollaron la capacidad de caminar en los últimos 9 millones de años; algo que, si tenemos en cuenta que estos bichos son auténticas reliquias vivas, es inusitadamente rápido.
Imagen | David Clode
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