Elon Musk no debe tenerle envidia a muchas cosas, pero parece tenérsela a WeChat, la superaplicación china que sirve para todo: desde pedir un divorcio hasta abonar facturas. El creador de Tesla y SpaceX tiene entre ceja y ceja conseguir lo mismo con esa superapp llamada X de la que lleva hablando meses. Ha dado un polémico paso hacia ese objetivo, pero va a tener muy difícil lograr lo que ha logrado WeChat en el gigante asiático.
Un gigante al que copiar. Desde que Tencent lanzara WeChat en 2011, ha ido creciendo y evolucionando para convertirse en esa aplicación para todo que hoy en día los usuarios en China utilizan de forma masiva. De hecho en WeChat hay más de 1.200 millones de usuarios que pasaron de usarla como app de mensajería a una app de pagos móviles y, posteriormente, a una app para hacer prácticamente de todo. Eso es justamente lo que pretende Elon Musk con X.
Primer paso, decir adiós a Twitter. Al Sr. Musk no le ha temblado el pulso a la hora de anunciar una de las medidas más polémicas desde que compró Twitter en octubre de 2022 (y no han sido pocas). Hace unos días indicaba que Twitter dejaba de llamarse Twitter para llamarse X. Así, de buenas a primeras, decía adiós tanto al icónico nombre de la red social como a su logotipo, aunque que se mantenga el actual está por ver.
La ambición de la superapp. X quiere ir mucho más allá de lo que hacía Twitter, y Elon Musk dejaba claro que en los próximos meses la app se quiere convertir en centro de nuestro mundo financiero. "El nombre Twitter ya no tenía sentido sentido en ese contexto, así que debemos decirle adiós al pájaro".
WeChat lo tuvo (mucho) más fácil. Llegar a donde ha llegado WeChat no es desde luego fácil, pero China es un país muy distinto en este sentido. El gobierno veta aplicaciones y empresas —que se lo digan a Jack Ma— con la misma facilidad con la que las encumbra, y Tencent es un buen ejemplo. Esta empresa ha recibido siempre el apoyo del gobierno de Xi Jinping, y de hecho esos mismos gobernantes felicitaron recientemente a Tencent, Alibaba y Meituan por contribuir al progreso tecnológico de China. Algunos llaman a WeChat la herramienta de vigilancia más amada (y temida) por China.
Competencia y monopolios. WeChat es un monopolio de facto en China, y conseguir algo así sería prácticamente imposible en el mundo occidental: Europa lleva años con estrictas políticas antimonopolísticas, y en EEUU también se vigilan ese tipo de situaciones. El proceso por el que está pasando Microsoft en su intento por comprar Activision es un buen ejemplo de esa situación: poner en peligro la libre competencia está muy mal visto fuera de China, y una superapp que quiera hacerlo todo sacando del mercado al resto probablemente tendría serios problemas regulatorios.
Una cosa es China. La otra, el resto del mundo. Y luego está el hecho de que, como apuntaba Dani Sánchez-Crespo, WeChat solo funciona en un mercado con una moneda y una regulación: crear una superapp internacional que soporte las propias particularidades de cada país resulta aún más complejo.
Ya tenemos superapps: se llaman iOS y Android. Como bien apuntan en Fast Company, en realidad ya tenemos una especie de superapp en forma de sistemas operativos móviles. Tanto iOS como Android —un duopolio, al fin y al cabo— hacen tan fácil descargar y usar aplicaciones de terceras partes que parece complicado que una sola app lograrse retener a los usuarios. Centralizar todo en una sola aplicación puede ser atractivo, pero como suele decirse, quien mucho abarca, poco aprieta, y tenemos ejemplos potentes.
Y un montón de apps están demasiado asentadas. X no solo tendrá que hacer muchas cosas: tendrá que hacerlas mejor que la competencia. Y precisamente esa competencia solo tendrá que ocuparse de hacer bien lo que hacen, algo que es más fácil que tratar de "hacer bien todo". Hay segmentos en donde ganarle la partida a los grandes referentes parece imposible, y desde luego la industria financiera —primer objetivo de Elon Musk— no va a dejar que le roben la cartera.
Ni Apple acaba de lograrlo. Si hay alguien que tiene recursos para lograr encerrar a sus usuarios en una superapp, esa es Apple, que controla su ecosistema como ninguna otra empresa del mundo. Su entrada en el mundo financiero ha sido tímida a pesar del lanzamiento de Apple Pay y sobre todo de la Apple Card lo demuestran, y por ejemplo la alianza de Apple con el gigante financiero Goldman Sachs no parece haber ido sobre ruedas: ya se habla de un potencial divorcio.
Otros lo intentaron y fracasaron. Snap, la empresa matriz de Snapchat, lanzó el sistema de pagos entre particulares llamado Snapcash, pero acabó abandonando la iniciativa en 2018. También intentaron integrar juegos móviles en la red social, pero tuvieron que recortar gastos y también cancelaron ese proyecto. Meta es otra de las que dio pasos hacia esa teórica superapp, y la introducción de su propia criptodivisa, Libra —luego rebautizada— acabó en agua de borrajas y se desvaneció.Su cuenta de ahorro, recien lanzada en EEUU, es un producto interesante pero de alcance limitado y que también está sujeto a esa alianza, ahora aparentemente debilitada, con Goldman Sachs.
Pero es Elon. A pesar de todo lo expuesto, es imposible no tener en cuenta que quien va a intentar algo así no es un cualquiera. Hablamos de una persona que ha revolucionado industrias que parecían totalmente asentadas como la del automóvil o la del espacio. Musk ya ha demostrado que es capaz de lo peor —sus decisiones en Twitter no acaban de gustar a casi nadie—, pero también de lo mejor. Hay analistas que han destacado cómo Musk está tratando a Twitter X como si fuera su primera startup y no una empresa asentada e icónica. De momento el resultado parece ser un desastre, pero si algo se ha ganado el Sr. Musk —aunque se nos esté agotando— es el beneficio de la duda.
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En Xataka | El mayor error de Elon Musk es acabar con lo más valioso que tenía Twitter: el 'doomscrolling'
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