La multinacional japonesa Kyocera es una de las grandes protagonistas del ámbito de los semiconductores, y como otras muchas empresas del sector, centraba la parte de la producción en China. Hasta ahora.
Vuelve a casa, vuelve. Hideo Tanimoto, presidente de Kyocera, anunciaba estos días que Kyocera hará un agresivo plan de inversión en el que se incluirá la construcción de una nueva planta en su país natal, Japón. Hacía casi dos décadas que no centraban sus esfuerzos en este país.
China ya no compensa. Este directivo explicaba en el Financial Times que hacer negocios en el gigante asiático "funciona mientras [los productos] se fabriquen en China y se vendan en China, pero el modelo empresarial de producir en China y exportar al extranjero ya no es viable".
Y ha dejado de ser un chollo fabricar allí. La situación es más complicada que nunca, como destacaba al añadir que "no sólo han subido los salarios, sino que, obviamente, con todo lo que está ocurriendo entre Estados Unidos y China, es difícil exportar desde China a algunas regiones".
Occidente arrincona al gigante. La guerra comercial entre Estados Unidos y China no para de recrudecerse. En diciembre Holanda y Japón ya se vieron metidos de lleno en ella, y el movimiento de Kyocera se une a estas presiones. La empresa cuenta con un 70% de cuota de mercado en el segmento de los componentes cerámicos para equipos de fabricación de chips.
Malas noticias para los ingresos. Los controles impuestos por EEUU a las exportaciones, eso sí, han sido parte de la razón por la que Kyocera ha recortado en un 31% sus previsiones económicas. El propio Tanimoto explicaba que "si los fabricantes de equipos de chips detienen sus envíos a China, nuestra demanda se verá afectada en cierta medida. Ahora se les está pidiendo incluso que no distribuyan herrramientas que no son tan avanzadas".
La situación se complica. El conflicto comercial está lleno de aristas, y no es nada fácil que EEUU le arrebate el trono de los chips a Taiwán. Más peliaguda es la situación para China, que también tiene muy difícil independizarse de las tecnologías y fabricantes de componentes estadounidenses. Singapur, Malasia y Vietnam se postulan como alternativas al poderío chino, pero las enormes dependencias generadas en las últimas décadas no plantean solución fácil al problema.
Imagen: Michael Mazengarb
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