Encuestas recientes revelan que la aceptación de la potencial divisa digital europea no mejora, sino que empeora
La privacidad es lo que más preocupa para los ciudadanos europeos
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), reafirmaba hace unos meses su intención de impulsar el euro digital. Para ella esta divisa era "una forma digital de efectivo que puede utilizarse para todos los pagos digitales, coexistir con el efectivo físico y no dejar a nadie atrás". El problema es que de momento no hay muchos que parezcan compartir esa visión positiva de esa moneda.
Mucho tiempo en desarrollo. La creación del euro digital lleva años en la mente de los responsables del BCE. El proyecto tuvo luz verde en agosto de 2021, y desde entonces lleva desarrollándose la forma en la que se creará y usará entre los ciudadanos de la UE.
Decisión a finales de 2025. A pesar del tiempo y esfuerzos que se están realizando para la creación del euro digital, la decisión final sobre si se implementará o no se tomará a finales de 2025. Y aquí es donde llegan las malas noticias para el BCE: no muchos parecen querer un euro digital.
Los alemanes están poco convencidos. Como indican en Bloomberg, una encuesta a algo más de 2.000 personas realizada por el Bundesbank en abril de 2024 dejaba un dato contundente: el 49% de los encuestados "probablemente no usarán" o "definitivamente no usarán" el euro digital.
Y los españoles, aún menos. En octubre de 2023 la agencia Ipsos realizó un estudio similar para el Banco de España y permitió analizar los hábitos en el uso de efectivo. En dicho informe quedó claro que este tipo de pagos siguen siendo de lejos los más comunes en nuestro país, pero además incidió en el estado del euro digital. El 65% de los encuestados "no usaría el euro digital, me siento cómodo con los medios de pago actuales". La intención de usar el euro digital de hecho disminuyó respecto a 2022 (allí los que dijeron que no lo usarían era el 58%), que precisamente es lo que no debería pasar de cara a impulsar su uso.
La privacidad preocupa. Los ciudadanos europeos ya dejaron claro hace años que su principal preocupación es la privacidad. En un estudio del BCE de 2021 la característica más importante del euro digital era que "quiero que mis pagos sigan siendo un tema privado". Es un apartado que tienen especialmente en cuenta los responsables de los bancos centrales, que aseguran que los niveles de privacidad serán similares a las retiradas de efectivo en cajeros: los proveedores no tienen visibilidad en el procesamiento de la operación, solo en el depósito o retirada de los fondos desde el dispositivo de almacenamiento local
El efectivo manda (pero las tarjetas y pagos móviles avanzan). En Europa el pago en efectivo sigue siendo muy popular para la gran mayoría de sus ciudadanos. Lo demuestra un estudio del BCE de 2022 en el que se concluía que el efectivo sigue siendo el método mayoritario, con un 59% de los pagos en el punto de venta. Eso sí, ese porcentaje está cayendo, ya que era del 79% en 2016 y del 72% en 2019. Los pagos en tarjetas (incluidos los pagos móviles) crecen: del 19% en 2016 al 34% en 2022, con un aspecto importante: el efectivo se usa sobre todo para pagos pequeños. A partir de 50 euros, la tarjeta se usa más. Hay gente, sobre todo en rangos de edad por debajo de los 40 años, que desde hace tiempo no lleva efectivo encima.
Los billetes están aquí para quedarse. Y eso a pesar de los intentos de algunos países por decir adiós a esta forma de pago. Suecia, que lleva tiempo avanzando en ese proyecto, está viendo cómo (irónicamente) las estafas han aumentado en lugar de reducirse. Otro de los efectos curiosos de los cambios en los hábitos de compra: si no pagamos con efectivo, gastamos más.
En Xataka | El euro digital al fin tiene marco oficial (y son buenas y malas noticias para el euro en efectivo)
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