La jornada laboral de 40 horas se ha mantenido vigente durante más de 40 años en España y durante más de un siglo en muchos países de Europa. Como cualquier hábito adquirido, cambiarlo puede ser traumático. Sobre todo, cuando este cambio puede llevar asociado un coste económico para las empresas.
La propuesta de reducción de jornada laboral que va a sentar a la mesa de negociación a Gobierno, patronal y sindicatos afronta el recorte de la jornada a 38,5 horas durante 2024 y a 37,5 horas durante 2025. El principal problema al que se enfrentan los agentes sociales es cómo aplicar esa jornada para que ningún sector se vea agraviado por el cambio.
No centrarse en las 38,5 horas, sino en las 1.729 horas anuales. Según los últimos datos del Ministerio de Trabajo y Economía social, la jornada media anual pactada hasta septiembre de 2023 para unos 9,5 millones de personas ascendía a 1.754,4 horas al año. Eso no significa que necesariamente se hagan las 39 horas que da la media, sino que, con ese cómputo total de horas, empresas y empleados pueden encontrar la fórmula que mejor encaje con sus necesidades en función de la carga de trabajo, campañas estacionales, climatología, etc.
La reducción de la jornada laboral apunta en la misma dirección. Es decir, no se trata tanto de centrarse en reducir como sea la jornada semanalmente, sino en no superar el cómputo total de horas anuales. Algo que, de facto, ya cumple el 45% de los trabajadores del sector privado cuyos convenios recogen una jornada por debajo de las 38,5 horas semanales según datos de Eurostat.
Las únicas limitaciones son las establecidas por ley. En realidad, ninguna ley establece que la jornada tenga que ser de 8 horas diarias y cinco días a la semana. El Estatuto de los Trabajadores en su artículo 34 indica la jornada de 40 horas como media del cómputo anual de horas, y establece serie de límites entre los que se deben organizar las jornadas, incluyendo aquellas actividades consideradas estratégicas que tienen sus propias normativas.
Esas limitaciones consisten en que entre la hora de salida y la hora de entrada deben haber transcurrido al menos 12 horas, y las horas de trabajo efectivo diario no deben superar las 9 horas, prevaleciendo en cualquier caso lo acordado en los convenios colectivos. Además, se deben establecer periodos de descanso de 15 minutos cada 6 horas
La solución fácil: salir un poco antes. La forma más sencilla y directa de aplicar la reducción en la jornada laboral es reduciendo la jornada diaria en unos minutos para que, al hacer el cómputo anual, se refleje una reducción efectiva de horas. De hecho, esta es una medida que muchas pymes han utilizado para reducir la jornada de sus plantillas sin abordar grandes cambios. Basta con entrar unos minutos más tarde cada día o adelantar un poco la hora de salida.
Esta opción no impacta de forma notable en entornos de atención al público o administrativos, de forma que pueden mantener casi intacta su jornada habitual.
Ampliar los “viernes de verano”. Durante el verano, muchas empresas adoptan una jornada intensiva, que en realidad es una forma de adecuar el cómputo anual de horas manteniendo la jornada de 40 horas semanales, para reducirla de forma notable durante los meses de verano.
Ampliando algunas semanas más esos “viernes de verano” en los que trabajan menos horas también se consigue ajustar la jornada durante el resto del año sin aplicar grandes cambios.
Semanas de cuatro días estacionales. Hay sectores muy vinculados a la estacionalidad y a las incidencias climatológicas. Por ejemplo, determinados ramos del comercio, cadenas de producción o el sector primario.
Para estos estos sectores, aplicar recortes en la jornada laboral en las campañas en las que más trabajo acumulan simplemente no es viable. Una opción más realista puede ser establecer una bolsa de horas y repartirlas de forma que se puedan organizar jornadas semanales de cuatro días durante los periodos con menos carga de trabajo para recuperar la jornada de 40 horas cuando se requiera mayor impulso productivo.
Más días libres. Si las opciones organizativas de la empresa no permiten reducir la jornada con ninguno de los métodos anteriores, también se puede optar por ampliar los días de vacaciones o añadir días de libre disposición.
En muchos casos esto implicaría añadir un día más de vacaciones al año, que diluiría en impacto en sectores como el de la construcción, que tradicionalmente echa el cierre en los meses de verano por los inconvenientes de trabajar a cielo abierto en los meses más calurosos de verano.
La misma solución podría darse añadiendo días de libre disposición para los empleados, de forma que cada uno pueda disponer de esos días cuando los necesite sin tener que justificarlos.
Imagen | Pexels (Life Of Pix)
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