Las tecnológicas han convertido en monstruos inmóviles consumidos por la burocracia y el pánico a cometer errores
En 2012, justo antes de que Facebook saliera a bolsa, Mark Zuckerberg escribió una carta dirigida a los potenciales inversores. En ella habló de "cinco valores básicos" de su compañía, y uno de ellos se llamaba "Move fast" ("Muévete rápido").
Según él, en la empresa "tenemos un dicho: "muévete rápido y rompe cosas". La idea es que si nunca rompes nada, es que no estás moviéndote lo suficientemente rápido".
El joven Zuckerberg parecía totalmente convencido de la idea. Volvió a hablar en una conferencia poco después. Lo refleja por ejemplo el documental de 2018 'The Facebook Dilemma', de la cadena americana PBS, y que está disponible en YouTube.
En aquella aparición el fundador y CEO de Facebook explicaba que:
"Muchas veces la gente es demasiado cuidadosa. Creo que es más útil hacer que las cosas sucedan, y luego disculparse más tarde, en lugar de asegurarse de tener todos los puntos sobre las íes ahora, y luego no lograr hacer las cosas".
Zuckerberg ciertamente rompió un montón de cosas y luego se disculpó. El creador de la red social más popular del mundo siguió rompiéndolas y pareció quedarse sin tiempo, pero ya ni necesitaba pedir perdón: bastaba con cambiar de tercio. Ahora mismo Facebook (Meta) parece inmortal.
Lo cierto es que aunque aquella frase fue acuñada por Zuckeberg, la filosofía de moverse rápido y romper cosas fue adoptada por muchas otras empresas antes y después. Lo hizo desde luego Google, que nos maravilló a todos con esos servicios que siempre mostraban orgullosos la etiqueta "Beta" y que nos invitaban a probarlos sabiendo que... bueno, que podríamos romper cosas. Que para eso estaban las betas.
Pero eso de romper cosas a veces puede condenar a una empresa, o al menos comprometer su futuro. De eso se están dando cuenta muchas empresas estos días. Lo hacen desde luego las gigantes de las tecnología, las Big Tech. Microsoft, Amazon, Facebook, Google o Apple, que hasta ahora eran las empresas que solían impulsar nuevos productos y servicios tecnológicos, se han quedado atascadas.
Se han vuelto aburridas.
Las Big Tech ya no son lo que eran
Lo han hecho además sin demasiado pudor. Microsoft, por ejemplo, era hasta hace poco la nueva IBM. Muy enfocada ya al mundo empresarial —Azure y la nube lo dominan todo—, solo la revolución de la IA ha logrado reanimarla y convertirla en la única del lote que parece querer volver a romper cosas sin importar demasiado las consecuencias.
El resto están aparentemente asentadas. Se han vuelto demasiado grandes, y la burocracia, los complejos entramados y políticas internas no ayudan. Le ha pasado a Google, desde luego, pero otras muchas parecen ir desde hace tiempo sobre seguro.
Apple, que nunca ha sido de romper muchas cosas —pocas betas aquí—, ha arriesgado un poco con las Vision Pro, pero acaba de cancelar su Project Titan. Amazon, aquella empresa que quiso romper cosas con su Amazon Fire Phone —y lo consiguió—, es ahora de lo más tímida en lanzamientos, y a pesar de que todas estas empresas tienen recursos más que suficientes para aventurarse y arriesgar, parece que el miedo les puede.
Sam Altman, el CEO de OpenAI, ya avisaba de ciertos cambios en esa cultura de moverse rápido y romper cosas. Nada más empezar 2021 —cuando su empresa aún no era especialmente conocida— publicaba dos tuits muy reveladores.
En el primero comentaba que era necesario moverse deprisa, y que hacerlo de forma lenta acaba haciendo que todo se ralentice alrededor. Sin embargo, añadía un advertencia:
"Puedes (y debes) ser extremadamente reflexivo, y aun así actuar con rapidez.
La diferencia es el pensamiento activo frente al pasivo (que a menudo es solo una excusa para aplazar)".
Esa reflexión de Altman parecía buscar hacer algo ligeramente distinto a lo que planteaba Zuckerberg. No había que romper cosas y luego pedir perdón. Había que hacer las dos cosas a la vez, reflexionando sobre las consecuencias de haber roto algo y aún así lanzando ese producto.
Pero moverse rápido y romper cosas sigue teniendo premio
ChatGPT ha sido el mejor ejemplo y Sam Schillace, directivo de Microsoft, lo dejaba claro en un comunicado interno tras la alianza de OpenAI con Microsoft. En ese mensaje Schillace explicaba que "la velocidad es más importante que nunca", y añadía que además sería "en este momento un error absolutamente fatal preocuparse por cosas que se pueden arreglar más tarde".
Esa frase desde luego es una confirmación de la actitud que Microsoft ha tomado frente a la inteligencia artificial. La compañía se ha lanzado a la piscina, pero lo ha hecho porque no tenía casi nada que perder —Bing sigue muy lejos del buscador de Google— y mucho que ganar.
Da igual que haya roto cosas: Microsoft reacionó haciendo su chatbot menos divertido, pero también menos problemático. Luego, claro, acabaron llegando sus copilotos, que le han permitido consolidar una apuesta que parece estar saliéndole rentable y que se nutre, eso sí, de la empresa que rompió cosas primero —y las sigue rompiendo— en este campo: OpenAI.
Lo que está pasando con la IA ha animado otra vez a las Big Tech, pero con aproximaciones y resultados dispares. Google está inmersa en una crisis de identidad preocupante y que ha desembocado en un polémico lanzamiento de Gemini —que rompió cosas a lo bestia, algo que Pichai lamentó—.
Meta ha apostado por una visión Open Source estos modelos que está reconciliándola con la comunidad de desarrolladores e investigadores en este ámbito, y mientras Amazon y Apple andan algo despistadas. La primera está teniendo de hecho más problemas que otra cosa con la IA, y la segunda lleva un año y medio de desventaja en este segmento y aún tardará en mostrar el resultado de su renovada apuesta por la IA.
Ninguna de ellas —con la citada excepción de Microsoft— parece dispuesta a moverse rápido y romper cosas.
Qué aburrido todo.
Imagen | Ieol30 con Midjourney
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