Durante años, hemos estado hablando del hidrógeno como una de las grandes esperanzas para almacenar energía renovable. La idea de utilizar la electrólisis para convertir agua en hidrógeno ha vuelto una y otra vez. Sin embargo, con la excepción de algunos proyectos, estos sistemas no han conseguido despegar.
Para frustración de muchos que, parafraseando a la prestigiosa economista de la energía Jennifer López, se preguntaban “¿el hidrógeno para cuándo?”. A través de Laura Ojea, llego a un trabajo muy interesante que analiza en profundidad la economía de estos sistemas de acumulación. Y, claro, la razón
¿Qué es la electrólisis?
Aunque el hidrógeno es el elemento más abundante de la tierra, es tan "sociable" que resulta casi imposible encontrarlo de forma aislada. Por ello, para poder utilizarlo debemos producirlo a partir de otras sustancias que lo contienen, como el agua. La electrólisis es, sencillamente, el proceso de usar una corriente eléctrica para descomponer el agua (H2O) en oxígeno (O2) e hidrógeno (H2).
Lo interesante de esto es que si quemamos ese hidrógeno, lo que obtenemos (además de calor) es agua: si tenemos una fuente de energía barata y (potencialmente) ilimitada, lo que tenemos es sencillamente la batería perfecta. No obstante, a nivel industrial, el proceso no es tan sencillo como podría parecer.
El resultado es que, a día de hoy, la inmensa mayoría del hidrógeno que usamos lo extraemos del gas natural. ¿Por qué? Porque el gas permite un tratamiento más rápido, más eficiente y, sobre todo, más barato. Es decir, el principal problema de usar hidrógeno para almacenar energía renovable es que era mucho más caro que comprar toneladas de hidrógeno en el mercado internacional. Para ese viaje, no hacían falta alforjas.
¿Sigue siendo tan caro?
El equipo de Stefan Reichelstein de la Universidad de Stanford se dio cuenta de que los precios de los electrolizadores no habían dejado de caer en los últimos años. La caída de la inversión era comparable a la que habían sufrido las placas fotovoltaicas o los equipos de energía eólica.
Así que se preguntaron si aún hoy el hidrógeno renovable sería más caro que el producido con hidrocarburos. Para responder a esta pregunta los investigadores de la Universidad de Stanford recopilaron la inversión necesaria para la producción de hidrógeno y la confrontaron con los precios de mercado. Descubrieron que las instalaciones se vuelven rentables a partir de los 3'10 euros el kilo.
Estallaron de júbilo, claro. Ahora mismo, los minoristas están pagando 3'50 euros el kilo. Eso hacía que, por primera vez, el hidrógeno renovable pudiera ser competitivo. Sin embargo, rápidamente descubrieron que ese precio no era real. Según sus análisis, el precio para grandes consumidores a duras penas supera los 2'66 euros. Esa y no otra es la verdadera razón por la que no llegan a despegar.
El dato optimista del estudio es que el precio de los electrolizadores sigue cayendo. Es razonable pensar, explican los investigadores, que, en breve, estas cifras cambien e invertir en hidrógeno empiece a ser más interesante. ¿Quién sabe? La buena noticia es que esta es una carrera tecnológica que pueden ganar más de uno.
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