El ITER acaba de dar un paso clave en su desarrollo: ya cuenta con 18 potentísimas bobinas listas para su instalación

Las bobinas miden 17 metros y pesan como un 747

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Paso a paso, el Proyecto Internacional de Energía de Fusión (o, como es habitualmente conocido, el ITER) continúa su avance. El último paso está en las gigantescas bobinas que rodearán esta “rosquilla” de alta tecnología.

Nuevas bobinas. El reactor experimental de fusión ITER ya tiene listas sus bobinas. Se trata de 18 bobinas (más una de repuesto) de 17 metros de altura y nueve de ancho, piezas fundamentales para la operación de este reactor fruto de la cooperación internacional.

La masa de cada una de estas bobinas es de unas 360 toneladas, aproximadamente lo que pesa un Boeing 747, según explican los responsables de su desarrollo. En conjunto, las 19 bobinas cuentab con más de 87.000 kilómetros de cable en su interior.

Cuando operen al unísono, las 18 bobinas con forma de “D” del ITER se convertirán en el imán más grande jamás creado por la humanidad: capaz de generar 41 gigajulios de energía magnética. Un campo magnético unas 250.000 veces más fuerte que el de nuestro planeta, explican los responsables de su desarrollo.

Un proyecto transcontinental. 10 de las bobinas han sido construidas en Europea, mientras que las ocho bobinas operativas restantes y la de repuesto han sido manufacturadas en Japón. El consorcio del ITER también cuenta con colaboración americana, convirtiéndolo en todo un ejemplo de cooperación transcontinental.

Bobina de campo toroidal. El futuro reactor ITER es lo que se conoce como un reactor tipo tokamak, acrónimo ruso que hace referencia a “cámara toroidal con bobinas magnéticas”. Los tokamak son reactores de fusión por confinamiento magnético.

Como todos los reactores de fusión, estos generan energía a través de la fusión de los núcleos de dos isótopos del hidrógeno (deuterio y tritio). La característica del confinamiento magnético es que el plasma formado por estos átomos se contiene en una cámara gracias al campo magnético generado por estas bobinas.

En los tokamak esta cámara tiene forma toroidal, es decir, semejante a la de una rosquilla. Las bobinas que ahora recibe el ITER rodearán su cámara para generar este campo magnético cuando comience a operar.

Temperatura mayor que la del Sol. Lograr que los núcleos de deuterio y tritio se fusionen requiere primero crear un plasma, una nube de núcleos atómicos y electrones, para después calentarlo a una temperatura de unos 150 millones de grados Celsius: 10 veces la temperatura del núcleo de nuestra estrella.

La temperatura no es otra cosa que una medida a la que se mueven estos núcleos atómicos. Así se quiere lograr que los núcleos venzan su repulsión magnética y se fusionen entre sí, dando lugar a un elemento más pesado (helio) y una enorme cantidad de energía residual.

Curiosamente, las bobinas tendrán que enfriarse a tan solo cuatro grados por encima del cero absoluto (-269º Celsius) para ser superconductivas.

El reto de la fusión. El reactor experimental ITER será un coloso en tamaño y en producción. Según explican sus responsables, generará 500 megavatios de energía térmica que serán convertidos en 200 megavatios de energía eléctrica: suficiente como para iluminar 200.000 hogares.

Sin embargo la idea es escalar aún más este coloso. Según estas estimaciones, la futura versión comercial del ITER podría multiplicar por 10 su generación eléctrica: 2.000 megavatios capaces de dar energía eléctrica a 2 millones de hogares.

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Imagen | ITER

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