Las carreteras solares, o carriles solares, que quieren revolucionar la movilidad tal y como la conocemos, parecen ir de fracaso en fracaso. Si hace dos años conocíamos el desastre que había sido en Estados Unidos Solar Roadways, la primera carretera solar del país, ahora vuelven a llegar noticias negativas para el sector desde Francia, donde un pequeño tramo de vía solar está generando toda clase de problemas.
Allí, en la región de Normandía, se inauguró en diciembre de 2016 bajo el mandato de Segolène Royal como ministra de Medio Ambiente, un tramo de un kilómetro formado por 2.800 metros cuadrados de paneles fotovoltaicos que serviría para probar la tecnología, y con el que se mostraría que las carreteras, que ocupan un espacio inmenso, también pueden ayudar a generar energía a la vez que cumplen con su función de movilidad.
Problemas desde los inicios para un proyecto que tendría que haber sido 1000 veces más grande
El carril solar de Normandía ha sido un fracaso relativo desde sus comienzos, por varios problemas que ahora repasaremos, pero desde sus primeros días por algo muy sencillo: si una vía está diseñada en exclusiva para generar energía solar, tiene que hacer al menos eso bien, pero no se ha conseguido.
Al inaugurarse, la promesa con la carretera era producir 790 kilovatios hora (kWh) cada día, suficientes para iluminar una población de 3.000-5.000 habitantes. Sin embargo, ya en su primer año, solamente generó el 50% de lo estipulado, quedando en 149.459 kWh. Lo peor es que el segundo año de vida de la carretera conoció una cifra incluso menor, 78.397 kWh, lo que reducía las promesas a un cuarto. A principios de julio de este año, la información ofrecida para 2019 era de que se habían generado tan solo 37.900 kWh. Lo que queda claro es que el problema de eficiencia es enorme, y que ésta se reduce con cada año de vida que cumple el tramo.
Desde un momento temprano, la carretera comenzó también a experimentar un desgaste inesperado sobre los paneles solares, además de por el mero hecho de la circulación, por objetos que se posan sobre la carretera, como hojas de árboles, que se pudren y producen un efecto nocivo en la conservación del material que recubre.
Otro factor relacionado que tampoco ha ayudado a que el proyecto triunfe es el alto ruido que producían los vehículos a su paso por el tramo lo que, unido al desgaste, hizo que tuvieran que reducir la velocidad máxima a 70 kilómetros por hora. Además del uso o el asunto de las hojas, factores como las tormentas eléctricas también han deteriorado el recubrimiento de paneles.
En ese sentido, también parece que han podido producir más daños de la cuenta los tractores agrícolas de la región, algo que podría no haberse tenido en cuenta según se apunta en Le Monde. Todo esto llevó a la eliminación de un subtramo de 100 metros en mayo, que estaba tan dañado que ni se consideró reparar. En el resto de vía que sigue instalada, a menudo también se desprenden trozos como fruto de la erosión constante a la que está sometida la superficie.
La carretera solar estaba diseñada para durar mucho más y, sobre todo, generar mucha más energía (con la que, además, se podría poco a poco recuperar algo de la inversión), por lo que está claro que es un fracaso, al no acercarse siquiera a alcanzar alguno de sus objetivos. Pudo haber sido un problema político o de previsión técnica, pero Étienne Gaudin, jefe de Colas Wattway, la compañía que produjo la carretera, admite ahora que "el sistema no está maduro para tráfico de larga distancia y la lógica de la producción de energía es, de hecho, irrelevante", por lo que no planean comercializar la tecnología así, en su forma actual y para este tipo de usos.
Vía | José Manuel Sanz
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