Estamos en 1933 y Fritz Zwicky está a punto de tirar la toalla. Repasa una y otra vez la velocidad de los distintos cúmulos de galaxias y nada cuadraba. Nada. Absolutamente nada. Y, desesperado, postuló la existencia de una "materia no visible" que explicara todo lo que no podía explicar.
Por supuesto, nadie le hizo caso.
Hicieron falta casi 40 años para que la comunidad científica llegara a la misma conclusión que Zwicky y, desde entonces, hemos estado detrás de ella.
Infructuosamente. Porque, aunque existe una enorme cantidad de indicios astrofísicos y cosmológicos que apuntan a que la materia oscura existe, hemos sido incapaces de encontrarla. Y la hemos buscado mucho. Tanto que, llegados a este punto, algunos científicos empiezan a creer que hemos estado buscando mal.
¿"Mal"? ¿Cómo que "mal"? En general, cuando los científicos llegaron a la conclusión de que estaban buscando "una forma desconocida de materia que rara vez interactúa con la luz o con la materia normal", se pusieron a comprobar la idea más intuitiva: que hablamos de algo hipermasivo.
El problema es que, al final, todo esto ha sido un callejón sin salida.
Pero... ¿y la idea contraria? Cada vez más científicos están trabajando en la idea contraria: que la materia oscura podría ser algo excepcionalmente ligero. Muy ligero. Casi absolutamente ligero. Hay muchas opciones teóricas para que esto sea así (desde los conocidos axiones a otras formas exóticas del fotón), pero lo más interesante no es eso: lo más interesante es el mundo que abre eso.
Un mar de materia oscura. Sin ir más lejos, un equipo de investigadores de la Universidad de Ginebra han estado desarrollado modelos teóricos para explorar la idea de esa materia ultraligera que a) apenas interactúan con la materia normal, b) si interaccionan no se registran y c) cuando se registra es tan sutil que es difícil de detectar.
Para entenderlo metafóricamente, es como si la materia oscura fuera un mar ligerísimo en el que el planeta Tierra estuviera inmerso.
¿Y qué dicen esos modelos? Siendo sinceros, lo primero que tiene que decir un modelo de este tipo es cómo lo confirmamos. En este sentido, el modelo suizo establece la posibilidad de que, en ciertas condiciones, este tipo de materia pueda generar ondas de radio.
Hay varias formas en las que esto podría pasar, pero la más interesante es la más cercana: las ondas de materia oscura podrían interactuar con la ionosfera de la Tierra. Esto es una excelente noticia porque (aunque tardaríamos años en poder desarrollar la tecnología necesaria para detectarla) nos da un plan de acción: una esperanza para seguir buscando.
Imagen | Karo K
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