La última ráfaga rápida de radio (FRB por sus siglas en inglés) podría ser la más lejana detectada hasta la fecha. Tan lejana que el eco de este evento ha tardado 8.000 millones de años en llegar hasta nosotros. No solo es la ráfaca más lejana detectada hasta la fecha, quienes la han estudiado también creen que es la más potente.
Tres décadas en un milisegundo. Un equipo de investigadores ha anunciado la detección de una de las FRB más singulares detectadas hasta la fecha. Lo es por la distancia (espacial y temporal) a la que se ha producido de nosotros, y por su enorme magnitud.
Su potencia es posiblemente la característica más llamativa de esta. El evento que causó esta ráfaga, explican los investigadores que la han estudiado con detalle, liberó en tan solo un milisegundo tanta energía como nuestro Sol emana en 30 años.
Redshift 1. Según los cálculos del equipo el evento se produjo hace 8.000 millones de años, que ha sido el tiempo que las ondas de radio han tardado en llegar hasta nosotros. Para calcular esta distancia los astrónomos se ayudan del fenómeno conocido como corrimiento al rojo o redshift.
Este fenómeno afecta a las ondas que viajan por el espacio. Puesto que éste se expande lenta pero constantemente, las ondas que lo atraviesan también experimentan este estiramiento, por lo que llegan hasta nosotros con una longitud mayor que la que tenían en su origen.
Esto ayuda a los astrónomos a calcular la distancia que han recorrido: a mayor estiramiento, mayor distancia.
¿Y cuál fue el origen? Por ahora no sabemos exactamente qué causó esta ráfaga. Las FRB están entre los fenómenos más misteriosos del universo. No han pasado dos décadas desde que las comenzamos a detectar y la diversidad de sus características nos hacen difícil su análisis.
FRB 20220610A, que es el nombre que ha recibido este evento fue detectado el año pasado a través de los radiotelescopios de la red ASKAP, situada en Australia. El equipo de investigadores realizó un seguimiento utilizando distintos telescopios en otros lugares del mundo. Así fue como lograron situar el área del que emanó esta FRB.
Hasta ahora, las FRB detectadas procedían de ubicaciones dentro de una u otra galaxia. Sin embargo, este no era el caso de FRB 20220610A. El equipo no solo descubrió así su ubicación singularmente alejada, sino que procedía de un grupo de galaxias en proceso de fusionarse. Galaxias muy activas en el proceso de formar nuevas estrellas. Los detalles del análisis de esta ráfaga han sido publicados recientemente en un artículo en la revista Science.
Puertas abiertas. Los autores del estudio creen que la escala de esta ráfaga podrá ayudarnos a estudiarla con más detalle, pero podría no ser el legado más importante de este último descubrimiento. Los autores señalaban que el descubrimiento de esta FRB hace pensar al equipo que este tipo de fenómenos son más habituales en el cosmos de lo que pensábamos.
De ser así en un futuro podríamos valernos de estos eventos para estudiar otras características del universo que nos rodea. Por ejemplo, explican, la estructura del cosmos y la materia existente en el espacio intergaláctico.
La relación de Macquart. Esta idea fue postulada por el físico Jean Pierre Macquart, quien da nombre a la llamada relación de Macquart. Ésta postula que a mayor la distancia recorrida por las FRB, mayor será la cantidad de gas situado en este espacio intergaláctico que será “revelada” por la ráfaga.
“[Macquart] mostró que cuanto más lejana es la ráfaga de radio, más gas difuso revela entre las galaxias” explicaba en una nota de prensa Stuart Ryder, miembro del equipo que ha estudiado este evento. “Algunas [FRB] recientes parecen haber roto esta relación. Nuestras mediciones confirman que la relación de Macquart aguanta hasta más allá de la mitad del universo conocido.”
Las FRB siguen siendo fenómenos misteriosos. Pero cada vez más, nos damos cuenta de que son eventos frecuentes. Esto son buenas noticias puesto que es previsible que sea a través de su observación que logremos descubrir su origen (o sus orígenes). También serán buenas noticias si gracias a ello logramos responder a preguntas no estrictamente relacionadas con ellos, como cuánta materia hay realmente ahí donde nuestros telescopios no alcanzan a “ver”.
Imagen | ESO/M. Kornmesser
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