El sistema de monitorización de gases de efecto invernadero que usaba la NASA era uno de los más sofisticados y útiles del mundo para combatir el calentamiento global. Y hablamos en pasado porque bajo la Administración de Donald Trump se ha cancelado el programa, poniendo la prometida primera gran barrera en el camino de reducir los efectos de cambio climático. La decisión estaba ya anunciada, pero sus consecuencias pueden ser del todo imprevistas.
Crónica de una muerte anunciada
Finalmente, Trump lo ha conseguido. Ha terminado de cortar por lo sano con una de las iniciativas más importantes para combatir el cambio climático. Este sistema servía para analizar las emisiones y producción de gas, no solo a nivel estadounidense, sino mundial. Para ello, una gran parte de los recursos (satélites, estaciones y científicos) de la mayor agencia espacial existente se unían en la recogida de datos, su análisis y su divulgación.
Gracias al Carbon Monitoring System, o CMS, todos los países podían contrastar los datos recabados sobre sus emisiones, mejorando las decisiones a tomar para cumplir con el Acuerdo de Paris. Es más, sus datos también servían para controlar y asegurar que los adscritos al acuerdo estaban cumpliendo con lo prometido.
Ahora, con el hachazo propinado, el cierre de las operaciones del CMS podría suponer un duro golpe para combatir el cambio climático no solo para Estados Unidos, sino para todo el mundo. No obstante, no nos engañemos: esto se veía venir. Desde el momento en el que se presentó como candidato a la presidencia, el discurso de Trump ha ido siempre en detrimento de los conocimientos que tenemos sobre el calentamiento global.
The concept of global warming was created by and for the Chinese in order to make U.S. manufacturing non-competitive.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 6 de noviembre de 2012
Ya en junio del año pasado anunciaba su rechazo hacia el Acuerdo de Paris y su intención de eliminar toda inversión relacionada con la investigación del cambio climático. Ha tardado algunos meses, pero sus acciones parecen estar destinadas a cumplir con sus amenazas. Parece que Donald Trump es un hombre de palabra, en el peor y más abyecto de los sentidos.
¿Qué consecuencias tiene esto a nivel mundial?
Aunque parezca un problema de Estados Unidos, el problema nos afecta a todos y cada uno de los seres humanos del planeta Tierra. Esta potencia mundial constituye el segundo productor de gases del mundo, por detrás de China. Con el cierre del CMS, acabamos de perder una de la que es, probablemente la mejor herramienta para asegurar el nivel de emisiones de todo el planeta. Sin esta, ya no podremos controlar las emisiones, reales, que emitimos en todo el globo.
Todavía contamos con las mediciones locales de cada país, iniciativa que se maneja de forma interna. Pero estas no son suficientes ni se realizan en todos los lugares. El CMS cumplía con la misión de evaluar el panorama mundial de emisiones y por ello era una fuente de información de interés global. A partir de ahora estaremos "ciegos" en muchos puntos. Por el momento, tenemos la certeza de que no podemos parar el cambio climático. Esto es como querer parar un autobús con las manos. Existe una inercia contra la que no tenemos capacidad de luchar.
Pero sí que podemos comenzar a frenar la violencia de este cambio. Dentro del desconocimiento, los expertos (normalmente representados por el "Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático" o IPCC) creen que es imprescindible evitar la subida de dos grados centígrados en las próximas décadas.
En ese sentido, durante el Acuerdo de París, también denominado COP21, se marcaron algunas pautas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero, como decíamos, con trabas como el cierre del CMS podemos tirar por la borda todo el esfuerzo realizado hasta la fecha. O empeorarlo todo, incluso.
Sin el CMS, unido a la derogación del "Plan de Energía Limpia" que formalizó la Administración de Obama, no tenemos manera de saber quée cantidad de gases de efecto invernadero produce Estados Unidos, que, repetimos, es uno de los mayores productores del mundo. Tampoco podemos controlar (o al menos no tan fácilmente) la producción mundial.
Esto pone mucho más fácil el descontrol, y abre las puertas a que la industria lance a la atmósfera muchos más gases perniciosos
Esto pone mucho más fácil el descontrol, y abre las puertas a que la industria lance a la atmósfera muchos más gases perniciosos sin que podamos conocer dichas emisiones. Podemos inferir que este hecho se traducirá en más gases y, por tanto, mayor efecto invernadero, lo que conlleva un aumento de temperaturas. El calentamiento global, una consecuencia del cambio climático, ya lo estamos viviendo.
Entre sus consecuencias, explican los expertos, se encuentran los eventos meteorológicos más extremos (lluvias, huracanes, granizadas...), entre ellos la sequía y la desertización. Con la falta de agua llega la falta de recursos, como los alimentos, lo que provocará más hambre y más guerras, especialmente en los países con menos infraestructuras.
Pero también en los países más desarrollados donde el cambio climático provocará un aumento de los precios (por la pérdida de recursos). Veremos un aumento del nivel del mar, perdiendo terreno y ecosistemas. Además de todo eso, una de las consecuencias estimadas es el empeoramiento de la salud general como consecuencia de un empeoramiento de la calidad del aire, la expansión de especies parásitas e invasoras, y la pérdida de biodiversidad.
El cambio climático es un hecho, y lo sabe todo el mundo
No importa que sigan habiendo voces disidentes: por muchos esfuerzos que los negacionistas del cambio climático se empeñen en poner, las evidencias comienzan a ser tan abrumadoras que es cada vez más difícil buscar argumentos para rechazarlo. En muy resumidas cuentas, aunque el cambio climático es un fenómeno natural que se produce en ciclos, la variación de temperatura transcurre a lo largo de millones de años.
En los últimos cien años, sin embargo, hemos conseguido (presumiblemente) acelerar este proceso. No sabemos con seguridad las consecuencias que esto puede tener pero sí que conocemos varios ejemplos en la historia geológica muy parecidos. Hace unos 250 millones de años ocurrió la extinción masiva del Pérmico-Triásico, que acabó con el 95% de las especies terrestres.
En este evento catastrófico se dieron un conjunto de hechos que quedaron grabados en la geología: un aumento enorme de los gases de efecto invernadero y una subida muy rápida de la temperatura. Los biólogos y ecólogos tratan de explicar cómo se relacionan estos fenómenos, encajando las piezas según los conocimientos que tenemos. Pero lo que asusta a los científicos es que esta extinción fue provocada por el cambio "rápido", pero que ocurrió a lo largo de miles de años.
En cambio, como decíamos, nosotros hemos conseguido provocar el mismo cambio, con una proyección peor, en menos de una centuria. En concreto desde el auge de la producción industrial. Insistimos, no sabemos con seguridad qué pasará. Pero a la luz de lo que hemos "desenterrado", las sospechas no parecen infundadas.
Una asignatura suspensa
Este escenario puede parecer catastrófico. Pero lo cierto es que lo estamos viendo ya. Tanto en los eventos meteorológicos extremos como en la expansión de parásitos y especies invasoras. Aunque todavía es pronto para asegurar que la desertización creciente está asociada al calentamiento global, sí que hemos observado un increíble aumento en las temperaturas en las últimas décadas.
Y como decíamos, el cambio climático está aquí para quedarse. No podemos evitarlo. Pero sí reducirlo. Por desgracia, todavía hay una enorme reticencia a hacer los cambios administrativos y legislativos orientados a paliarlo. Por el momento, muchos países claman velar por la reducción de gases de efecto invernadero pero, en realidad, no ponen medidas reales para ello.
Las acciones directamente contrarias, como las del Gobierno de Trump, no ayudan en absoluto. Para los expertos del IPCC, y para los portavoces mundiales reunidos en el Acuerdo de París, es indispensable poner soluciones ya. A pesar de esto, como decíamos, muchos de los participantes no ponen esfuerzos suficientes. Otros, en cambio, están aportando su granito de arena.
Como China, uno de los grandes productores de gases y también uno de los mayores inversores en su mitigación. En definitiva, el esfuerzo para frenar unas consecuencias funestas ha de ser conjunto, a nivel mundial. Así lo opina el consenso científico y los expertos administrativos. Solo unidos podremos mitigar el daño que ya hemos hecho, adaptándonos a un cambio que está por venir, por mucho que Gobiernos, como el de Trump, se empeñen en taparse los ojos.
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