La nostalgia vende. Y si la acompañas de un cuidado exquisito en diseño y prestaciones, más. Es básicamente el resumen de lo que ha ocurrido con la legendaria firma Leica Camera AG, que el año pasado celebraba el centenario de la aparición de su primera cámara con un producto singular: una cámara digital con visor óptico (sin pantalla) que se vendía por 15.000 euros. ¿15.000 euros? Pues fue un exitazo.
La filosofía de Leica parece haberle funcionado a la perfección: mientras otros mitos como Kodak o Polaroid no han logrado adaptarse a los nuevos tiempos -y lo han intentado, tanto la una como la otra- esta empresa sí ha logrado dar el salto al terreno de lo digital centrándose en un pequeño pero lucrativo nicho de mercado.
La apuesta por la excelencia tiene un precio
A primera vista las Leica que se venden hoy en día no se diferencian mucho de las que se vendían hace 50 o 60 años. El lenguaje de diseño es básicamente el mismo que el que tenían sus creadores hace décadas, pero a esa diferenciación en ese apartado se le suman unas prestaciones a nivel fotográfico que también mantienen lo mejor de esa firma y lo aplican a las capturas digitales.
Para Constantine Manos, un fotógrafo profesional de la agencia Magnum, "las Leicas siguen siendo relevantes", y su transición a los tiempos modernos manteniendo ese foco en cierto tipo de usuarios le ha dado otra ventaja: la de no tener peligro (o no tanto) de sucumbir a esa fiebre por la fotografía móvil. Alfred Schopf, máximo responsable de la firma, admitía que "los smartphones toman capturas bastante decentes en condiciones normales, pero cuando el tiempo cambia o se oscurece, tienden a alcanzar sus límites".
Esa transición no fue fácil, no obstante: la electrónica presente en un cuerpo de la serie M era muy difícil de integrar en una cámara digital: los sensores necesarios no existían cuando la amenaza de las cámaras digitales comenzó a aflorar. Leica casi entró en bancarrota hace una década, pero Andreas Kaufmann se puso a los mandos de la empresa en 2004 y le dio la vuelta a la tortilla. Sus esfuerzos (económicos y no económicos) hicieron posible lanzar en 2006 un modelo M digital que por fin permitía utilizar los objetivos de las cámaras tradicionales con película de 35 mm.
Eso hizo que en 2011 Leica volviera a ser rentable y generara tanto interés que una firma de capital riesgo -Blackstone Group- comprara un 44% de la firma por un precio desconocido. Desde entonces las ventas han crecido un 35%, pero siguen enfrentándose a amenazas como las de las nuevas cámaras CSC de fabricantes que quieren comerle el terreno a la legendaria firma. La respuesta de Leica ha sido clara: lanzar dos nuevos modelos de altísima gama con precios que van desde los 16.900 a los 25.400 dólares (sin objetivo) y que vuelven a destacar por algo que ninguna otra firma tiene: una diferenciación que juega con la nostalgia en el diseño y a la que se le añade toda la experiencia de quien lleva 100 años haciendo bien las cosas.
Vía | The Wall Street Journal
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