En la Segunda Guerra Mundial los submarinos alemanes no paraban de causar estragos entre la flota británica, algo que hizo que se valoraran ideas sorprendentes para tratar de lograr una ventaja naval para tratar de dominar el Atlántico.
La más sorprendente de todas ellas fue probablemente el llamado Project Habakkuk, creado por el inventor Geoffrey Pyke, y que tenía como objetivo crear un gigantesco portaviones cuyo casco estaría formado de un compuesto de hielo y serrín que lo haría casi invulnerable a torpedos y bombas.
A falta de acero...
La idea de Pyke surgió mientras trabajaba en Estados Unidos en otra operación militar: necesitaba proteger los aterrizajes marítimos de posibles ataques, y el acero y el alumino necesarios para esos fines escaseaban.
Este inventor se dio cuenta de que el hielo podía ser la solución: solo se necesitaba un 1% de la energía necesaria para crear una masa equivalente de acero. La idea fue transmitida a Churchill vía valija diplomática, y al primer ministro le pareció fantástica.
El hielo solo no sirve: el nacimiento del pykrete
Eso puso en marcha un proceso de construcción que se inició en 1942 con el desarrollo de un material perfecto para este proyecto. Para ello Pyke acudió a Max Perutz, que acabaría ganando el Nobel de química en 1962.
Ambos lograron desarrollar el llamado pykrete, un material compuesto con un 14% de serrín y un 86% de hielo que era prácticamente tan duro como el hormigón.
Su resistencia, de hecho, fue demostrada en una anécdota histórica. En 1943 Lord Mounbatten (jefe de Operaciones Combinadas) y Churchill asistirían a una conferencia en Quebec en la que también estaban Franklin D. Roosvelts y varios almirantes y generales.
Allí Mountbatten quiso hacer una prueba singular. Llevó dos bloques, uno de hielo y otro de pykrete, y sacando su pistola avisó a los asistentes: dispararía a ambos bloques para que quedara patente la diferencia. Al disparar al primer bloque de hielo, este se hizo añicos. Al hacerlo en el de pykrete, la bala rebotó, rozó la pernera del pantalón del almirante Ernest King, y acabó en la pared. Aquello convenció a todos del potencial de la idea.
Demasiado costoso
Las pruebas para desarrollar un modelo a escala comenzaron en el Lago Louise, en Alberta (Canadá). Aquel primer modelo de 18 por 9 metros pesaba 1.000 toneladas y sería la prueba de que se podría construir el gigantesco portaviones que planteaba el proyecto.
Se barajaron tres diseños distintos de esa nave, pero al final se decantaron por Habakkuk II, que tendría una eslora de 610 metros, pesaría 1,8 millones de toneladas y tendría un casco de 12 metros de grosor.
El proyecto, no obstante, acabó cancelándose. La fabricación del prototipo demostró que lograr construir ese barco tardaría demasiado ya que no estaría preparado hasta 1945, pero además su coste también se había disparado frente a las estimaciones iniciales, y la inversión necesaria era de 10 millones de libras. El prototipo que se construyó en Canadá acabaría derritiéndose tras tres calurosos veranos.
Vía | BBC
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