Los archiconocidos premios Nobel irónicamente son, a veces, irónicamente misteriosos, o mejor dicho sus circunstancias. Y no hablamos de que puedan entregarse por descubrir oscuros secretos del universo, si no por el hecho de que lleguen a desaparecer o incluso que alguien haya llegado a disolver Premios Nobel para esconderlos.
Más allá del prestigio que recibirlo conlleva, al menos de momento, los Premios tienen su medalla física, que para muchos quizás tenga mucho más valor que el simbólico tratándose de oro. Eso sí, mientras que desde 1980 se han fabricado con oro reciclado de 18 quilates, previamente se elaboraban con oro de 23 quilates, siendo algo más pesadas y grandes, y al parecer en determinado contexto hubo que salvar a tres de estas medallas originales de ser sustraídas.
¿Enterrarlos? Bah, eso no nos pega a los físicos y químicos con un Nobel
Los premios Nobel empezaron a entregarse en 1901 y ya desde ese primer momento se cuentan historias peculiares de sus entregas y recibimientos. Por ejemplo, en la propia web de la organización explican que los galardonados en 1901 recibieron las medallas "reales" en 1902 porque los diseños del reverso de las medallas no se finalizaron a tiempo, en parte porque debían ser aprobados por cada institución de las que otorgaba el premio.
No es que sea ésta una historia demasiado llamativa, en parte por aquello de que "las cosas de palacio van despacio" y de que el llegar tarde parece algo inherente a la condición humana. Pero hay otras más curiosas, sobre todo si hablamos de la también sombría época que pasó la ciencia y estos premios durante el periodo de la ocupación y expansión del nacionalsocialismo alemán.
Hace un tiempo hablamos de los tres únicos científicos que han rechazado el premio Nobel (remarcamos lo de científicos, porque ha habido otros premios rechazados en disciplinas no científicas). Entre las tres historias aludimos a la idea de que el régimen Nazi impidió a Richard Kuhn recoger el premio, pero no es algo que esté claro (además de que la Sociedad Alemana de Química dejó de conceder la Medalla Richard Kuhn por la colaboración de Kuhn con el régimen).
Hilando con esta época, lo que también ocurre es que en torno a las medallas de los alemanes Max von Laue (1914) y James Franck (1925), y del danés Niels Bohr (1922), los tres premios Nobel de Física durante la Segunda Guerra Mundial, hay también un orbital de misterio (el guiño nerd estaba ahí y teníamos que cogerlo). Al parecer, ante la ocupación de Dinamarca a Bohr le preocupaba el destino de esas medallas, dado que tanto von Laue como Frank las habían depositado en el Instituto Nórdico de Física Teórica del propio Bohr en Copenhague para intentar evitar que las confiscaran (la institución había sido además un refugio para los físicos judíos alemanes desde 1933).
Según el químico húngaro George de Hevesy (también de origen judío y premio Nobel de Química en 1943), que trabajaba en dicho instituto, la preocupación de Bohr giraba en torno al descubrimiento de las medallas, o bien al riesgo de enviarlas a otro país, dado que hablando de la Alemania Nazi esto era prácticamente delito capital y los nombres de los científicos estaban grabados en los premios. Enterrarlas no le pareció suficiente al autor de uno de los modelos atómicos más importantes de la historia, así que había que armar un plan algo más elaborado. Y, cómo no, científico.
Explicó Hevesy en Adventures in Radioisotope Research que fue él quien sugirió enterrar la medalla de von Laue, pero que Bohr pensaba que podría desenterrarse con facilidad. Así que el químico recurrió a un proceso muy habitual en un laboratorio: la disolución.
Lo que no es habitual es disolver un premio Nobel, pero contó Hevesy que decidió disolver las medallas y que “mientras las fuerzas invasoras marchaban por las calles de Copenhague, yo estaba ocupado disolviendo las medallas de Laue y también de James Franck". De hecho, la tarea no estaba la altura de cualquiera y no vino mal la ayuda de un químico con experiencia, dado que según el científico "el oro es extremadamente poco reactivo y difícil de resolver".
Así, la solución fue recurrir al agua regia. Esta disolución de ácido nítrico y clorhídrico concentrados se denomina así por su capacidad de disolver metales nobles, gracias al efecto combinado de los iones H+, NO3-, y Cl- en disolución.
De este modo, aunque los nazis ocuparon el instituto y lo registraron meticulosamente, no encontraron las medallas y éstas quedaron allí esperando tranquilamente. La de Bohr, por cierto, no es mencionada en el relato del químico, pero según la organización los documentos del Archivo Niels Bohr en Copenhague muestran que su medalla, así como la medalla del Premio Nobel de Fisiología o Medicina de 1920, August Krogh, ya habían sido donadas a una subasta celebrada el 12 de marzo de 1940 en beneficio del Fondo de Ayuda de Finlandia (la ocupación de Copenhague fue justo este año).
Después de la guerra, el oro se recupero y la Fundación Nobel entregó de nuevo a Laue y Frank nuevas medallas Nobel. Por su parte, las de Bohr y Krog fueron adquiridas por un comprador anónimo y donadas al Museo Histórico Danés en Fredriksborg, donde aún se conservan.
Curiosamente, siguen recuperándose historias de este tipo de los premios, como la de lo problemático que puede ser llevar uno en el equipaje al pasar por los controles del aeropuerto. Mientras tanto, los premios siguen manteniendo su renombre y tomándose como referencia, aunque desde aquí seguimos destacando (para no tan bien) que a esas alturas no haya premio Nobel de Tecnología.
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